Agenda cultural
“Puentes que unen. Ríos que abrazan” –Antología Poética- Así se titula este libro que muestra en su tapa la reproducción de un hermoso puente, el que une la ciudad de Concepción del Uruguay con la isla del Puerto, sobre el río Paraná.
Tres damas entrerrianas lo escriben, Myrian Ethel Guibaudo, María Noemí Abdala y Stella Maris Guibaudo, cada una con un estilo propio, en prosa o en poesía, pero todas con el recuerdo de su infancia y adolescencia vividos en aquel lugar ”La Clarita” , un pueblo con andén, como ellas dicen , que es como decir, un pueblo con vida, bullicio, viajeros, horizontes, que tenía todos los domingos su “fiesta en el andén” toda vez que se acercaba pitando y humeando el maravilloso tren , lento, seguro, pacífico, mostrando su gran porte, con sus hermosos vagones y mesas lustrosas. La llegada del tren era en La Clarita un acontecimiento popular, que reunía a grandes y chicos, a familias y amigos.. Luego vino el fin de este transporte tan popular y con él la extinción de los pueblos que se formaban a su alrededor y el dramático despoblamiento en busca de otros lugares con otras oportunidades para trabajar. La Tierra Colorada por lo menos atrajo a Stella Maris Gibaudo que se afincó en Puerto Rico y hoy es una misionera por adopción, al estilo del también entrerriano y escritor “obereño” , Hugo Wenceslao Amable.
En el libro, las palabras puentes y ríos son provocadoras de simbolismos, de lugares que unen, que llaman al “encuentro de adolescentes que tomados de la mano recorren senderos sombreados, camino a los puentes / testigos callados de este otoño de la vida” al decir de Myrian. Si bien Stella se fue para siempre de “La Clarita” no olvida su país con rieles ni el humo denso de los trenes que se fue quedando “prendido en su memoria. Ella dice que “… ambos paisajes: aquel que he disfrutado en el pago entrerriano/ y el ahora adoptado en suelo colorado forman en mi mundo interior , un cuadro entremezclado “, donde están los gurises corriendo entre durmientes, intentando alcanzar la “zorra” paseandera y las vías del tren, que dibujadas paralelas serán la imagen indeleble amarrada a su memoria. Entre esas evocaciones de trenes, puentes y ríos, en el libro están presente otros recuerdos como los de un parque imaginado con juegos que no eran tales, ni hamacas ni toboganes, su calesita era la noria dando vueltas y vueltas con el jinete adormecido y el malacara manso y noble . Su tobogán eran caños de acero, su hamaca, ramas de un verde paraíso. María Noemí volvió a la Clarita para comprobar que no escapó al destino de los pueblos sin trenes, con una vieja y abandonada Estación, con vestigios de aquellos rieles que tanta alegría traían, todo estaba como antes mas nada seguía igual, salvo el recuerdo de los afectos “que no se han ido, que por siempre estarán…donde tú quieras tenerlos… todos juntos andarán”.
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