“El hombre que decía amarme me cambió por completo. Me cortó el cabello, me encerraba con llave y me prohibía mirar gente en la calle. Aparte de golpes, me ponía la cabeza en baldes con agua hasta que sentía que moría, y después me traía flores, me pedía perdón y juraba que iba a cambiar, pero eso nunca pasó”, relató Vanesa Simon (25), quien escapó de la violencia de género y tuvo la valentía de contarlo para prevenir a otras víctimas.
De regreso en Oberá, donde reside con sus padres y sus dos hijos -fruto de una relación anterior-, la joven comentó sus pesares al lado de Carlos Leonel Guasconi, con quien estuvo en pareja casi tres años. El sujeto es hijo del dueño de un parque de diversiones.
Golpes, amenazas, encierro, tortura física y psicológica, el combo nefasto que soportó hasta los primeros días de diciembre, cuando el sujeto la maltrató por última vez.
Según consta en la denuncia, estaban cenando en Goya, Corrientes, y Guasconi tuvo un ataque de celos porque supuestamente Vanesa miró “demasiado” al mozo.
“Me dijo: ‘ahora vas a ver lo que te espera en la casilla’; y yo ya no quería que me pegue más, no quería subir a la camioneta. Por suerte vi que había dos hombres cerca y comencé a gritar, me metió en la camioneta y tiré los papeles del auto para hacer tiempo y que los hombres lleguen. Cuando él los vio, me tiró del auto y se fue”, detalló.
Los dos desconocidos la asistieron y la acercaron hasta la comisaría de Goya para que radique la denuncia. Luego, una comisión policial la acompañó al parque de diversiones para buscar sus pertenencias y regresó a Oberá.

Relato del infierno
Contó que se conocieron en esta localidad cuando estuvo el parque y se enamoraron. Ella lo acompañó a Posadas y “al principio todo era perfecto, hasta el primer viaje que hicimos juntos a Buenos Aires”, donde comenzaron la escenas de celos y los golpes.
A continuación llegó el primer pedido de perdón, las flores y la reconciliación, secuencia que se repetiría muchas veces.
“Me celaba de los hombres que trabajaban en el parque. Él hacía la publicidad y cuando recorríamos la ciudad yo iba a su lado en la camioneta. Él me decía que yo iba mirando hombres y me pellizcaba”, recordó.
El calvario fue en aumento. Le prohibió hablar con la gente cuando él no estaba junto y la encerraba en la casilla. En ese lapso, Vanesa volvió a Oberá, pero el sujeto le pidió perdón y ella lo perdonó.
Con cada reconciliación, la violencia recrudecía. Se casaron en febrero pasado y a los dos días volvió a golpearla.
“Me pegaba, me asfixiaba con una almohada hasta que temblaba. Me tiraba agua para que reaccione y seguía golpeándome”, aseguró.
Y agregó: “Mujeres, estos hombres no cambian nunca. Están enfermos. No dejen jamás convencerse que esto es amor, el amor no lástima. Yo me di cuenta tarde, después de casarme y esperar dos años, pero si seguía creyendo en sus promesas iba ser tarde, porque seguro ya no iba a poder contar esta historia, me iba a matar”.

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