Así, quien no conoce la ternura de Dios no conoce la doctrina cristiana. Él viene como un juez, pero un juez que acaricia, un juez que está lleno de ternura: hace de todo para salvarnos. No viene «a condenar sino a salvar», busca a cada persona, nos ama personalmente, «no ama a la masa indistinta» sino que «nos ama por nombre, nos ama como somos». Y así, como leemos en la parábola de la oveja perdida (Mt 18,12-14), que, la oveja perdida no se ha perdido porque no tenía una brújula en la mano, conocía bien el camino. «Se ha perdido porque tenía el corazón enfermo» cegado por una «disociación interior» y huye «para alejarse del Señor, para saciar esa oscuridad interior que la lleva a la doble vida»: estar en el rebaño y escapar en la oscuridad. Así, el Señor conoce estas cosas y va a buscarla. La oveja perdida más perfecta en el Evangelio es Judas: «un hombre que siempre, siempre tenía algo de amargura en el corazón, algo para criticar a los otros, siempre». No sabía la dulzura de la gratuidad de vivir con todos los demás. Y como no está satisfecha esta oveja «escapaba». Es la doble vida de muchos cristianos. «La doble vida de muchos cristianos, también, con dolor, podemos decir sacerdotes, obispos…». «También nosotros tenemos siempre alguna cosita, pequeña o no tan pequeña, de las ovejas perdidas».
Lo que hace la oveja perdida, no es tanto un error sino una enfermedad que está en el corazón y que el diablo se aprovecha. De este modo, Judas, con su «corazón dividido, disociado», es «el icono de la oveja perdida» y que el pastor va a buscar. Pero Judas no entiende y al final cuando vio «eso que la propia doble vida hizo en la comunidad», «el mal que sembró», «con su oscuridad interior», que lo llevaba a «escapar siempre», buscando luces que no eran la luz del Señor sino luces como «decoraciones de Navidad», «luces artificiales», se desesperó. Por otro lado, hay una palabra en la Biblia que dice que Judas se ha ahorcado, ahorcado y «arrepentido». Yo creo que el Señor tomará esa palabra y la llevará consigo, no lo sé, puede ser, pero esa palabra nos hace dudar. Esa palabra significa, que hasta el final el amor de Dios trabajaba en esa alma, hasta el momento de la desesperación. Y esta es «la actitud del buen pastor con las ovejas perdidas». Este es el anuncio, «el feliz anuncio que nos trae la Navidad y que nos pide esta sincera alegría que cambia el corazón, que nos lleva a dejarnos consolar por el Señor y no por los consuelos que buscamos para desahogarnos, para huir de la realidad, huir de la tortura interior, de la división interior». Jesús cuando encuentra la oveja perdida no la insulta, aunque haya hecho mucho mal. De este modo, en el huerto de los olivos llama a Judas «amigo». Quien no conoce las caricias del Señor no conoce la doctrina cristiana, quien no se deja acariciar por el Señor está perdido. Que el Señor nos dé esta gracia de «esperar la Navidad con nuestras heridas, con nuestros pecados, sinceramente reconocidos, esperar el poder de este Dios que viene a consolarnos, que viene con poder pero su poder es la ternura, las caricias que han nacido de su corazón, su corazón tan bueno que ha dado la vida por nosotros». (Francisco, Papa. Ciudad del Vaticano, Capilla Santa Marta, 06 de diciembre de 2016).