Arroyo Ramón

Foto ilustrativa

Desde la Celo explicaron que por el alto consumo no se pudieron recuperar los niveles de la cisterna. El arroyo Ramón, al límite.

El incremento de las temperaturas trajo aparejados serios inconvenientes con la provisión de agua potable, al extremo que ayer la Cooperativa Eléctrica Limitada de Oberá (Celo) debió realizar un corte total en el suministro. La situación generó un sinnúmero contratiempos y reclamos, ya que el inconveniente persistía entrada la tarde y crecía el malestar entre los vecinos que no disponían del vital líquido para las tareas y consumo habitual.
A través de un comunicado de prensa, la Celo informó que “debido al alto consumo de agua no se pudieron recuperar los niveles de la cisterna” de la planta de potabilización, mientras que en la víspera “se produjo un corte de energía eléctrica que complicó aún más las reservas, lo que derivó en un corte total del servicio”.
Por ello, se solicita a la población racionalizar las reservas domiciliarias para minimizar los efectos del corte, aunque no informaron cuándo se podría normalizar el servicio.
Lo cierto es que ayer a la tarde el Consejo de Administración de la Celo se reunió de urgencia para tratar las posibles alternativas para afrontar la problemática, sobre todo teniendo en cuenta que el arroyo Ramón trabaja a límite y no alcanza para abastecer la demanda local.
En tanto, la última inundación afectó la obra del acueducto del arroyo Bonito, que exhibe serias demoras para su puesta en marcha y siembra incertidumbre de cara al verano.
Para colmo, en los últimos días se acentuaron los reclamos por falta de agua potable en diferentes barrios que no están conectados a la red local y dependen de la asistencia del municipio a través de tanques públicos. Según una estimación del nuevo síndico de la Celo, Jorge Duarte, son 20 mil los obereños que no tienen acceso a la red.
Vecinos del barrio Nuevo del Kilómetro Cero, San José, Kilómetro 11 y Caballeriza se manifestaron ante la interrupción del servicio y alertaron que se ven obligados a recurrir a pozos y vertientes, la mayoría de los cuales están contaminados debido a la proliferación de letrinas.
“La última vez que trajeron agua fue a mediados de noviembre. Después no vinieron más y estamos tomando agua de una vertiente contaminada, pero no queda otra que hervir esa agua para el consumo. Por eso hay chicos enfermos de la panza, con diarrea y heridas en la piel”, lamentó Elena Rodríguez, del barrio Nuevo.

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