Walter Wereszczuk (20) fue detenido como sospechoso de robo, pero lo liberaron por falta de pruebas. “Me tumbaron, me esposaron y me seguían pegando trompadas y patadas”, denunció.
Un joven de 20 años permanece internado en el Hospital Samic con serias lesiones en un riñón y el bazo, producto de los golpes que habría recibido por parte de personal policial que lo detuvo en la madrugada del domingo 18 de octubre.
Aún se observan varios hematomas en su cuerpo, a pesar de que transcurrieron diez días del hecho, lo que marca la brutalidad del procedimiento que se realizó en el barrio Villa Blanquita de esta localidad.
Walter Wereszczuk (20) fue internado el sábado y desde entonces está siendo sometido a diferentes estudios para determinar la gravedad de su cuadro, al tiempo que los galenos no descartaron que sufra una lesión irreparable en uno de sus riñones.
Hace pocos días falleció su madre, por lo que su papá se convirtió en su principal sostén afectivo en este complicado momento. El muchacho fue apresado como sospechoso de robo, permaneció detenido una semana en la seccional Primera y fue liberado por falta de pruebas.
Muy dolorido y preocupado por su estado de salud, Wereszczuk comentó que “los policías entraron a mi departamento porque la señora que me alquila dijo que sospechaba que yo le robé. Que ella no vio, pero sí una vecina. Me tumbaron al suelo, me esposaron y me seguían pegando trompadas y patadas. También me pegaron en el móvil, todo el camino hasta la comisaría”.
En diálogo con El Territorio, el joven aseguró que no se resistió al procedimiento, aunque los uniformados del Comando Radioeléctrico habrían actuado con extrema violencia. Incluso, mencionó que “uno me decía que diga dónde estaba la plata, porque me iban a matar. Yo no entendía de qué plata me hablaban, si apenas tenía doce pesos”.
Indignado por la situación y las secuelas que padece su hijo, David Wereszczuk anticipó su intención de denunciar los supuestos apremios ante la Fiscalía de Instrucción en turno.
“Casi lo matan, como a Wasyluk”
En el mismo procedimiento, uno de los uniformados le disparó en una pierna a un primo del muchacho, a quien acusaron de interferir con el accionar policial. A consecuencia de ello, la Jefatura de la Unidad Regional II ordenó el secuestro de las armas reglamentarias del personal que intervino en el hecho y se inició un sumario administrativo interno.
“Los policías estaban muy descontrolados. A mí me pegaron mucho, a mi primo le dispararon sólo porque preguntaba por qué me pegaban y al suegro de él le amenazaron con la pistola en la cabeza. También le amenazaron a otro vecino que salió a ver qué pasaba”, aseguró Wereszczuk.
Su padre, en tanto, manifestó que recién le permitieron verlo varias horas después y se encontró con el peor de los panoramas.
“Estaba todo golpeado, con la sangre seca en el cuerpo y la ropa. Me contó que los policías le habían pegado y estaba muy dolorido. Casi lo matan, como a Wasyluk, que lo molieron a palos y lo dejaron morir en la Primera. Ahora otra vez la misma seccional”, subrayó el progenitor.
Y agregó: “La Policía está para proteger, no para lastimar. Si agarraron a alguien por algún motivo lo reducen y listo, no le tienen que pegar y menos estando esposado. Es muy grave eso. Mi hijo por suerte me tiene a mí para que lo defienda y no voy a dejar esto así”.
En tanto, señaló que aguardan los resultados de los últimos estudios médicos para determinar la gravedad de las lesiones internas que sufrió el muchacho, aunque el panorama es complicado, según los profesionales del Samic.
Al respecto, indicó que “el bazo está lastimado, pero más riesgo corre uno de los riñones, que está funcionando mal. Es muy triste lo que pasó”.
El peor antecedente
En los últimos años, la seccional Primera de Oberá fue noticia por varias denuncias de apremios. Desde la violación de un estudiante chileno, pasando por el presunto pago de coimas, hasta el homicidio de Miguel Wasyluk (38), un caso emblemático de la brutalidad policial en Misiones.
El 27 de abril del 2011 fue hallado muerto en una celda de la esa comisaría. El cadáver presentaba múltiples lesiones ocasionadas por el castigo que sufrió estando esposado.
A consecuencia de ello, trece policías -incluido el médico de la fuerza- fueron procesados por los delitos de “tortura seguida de muerte, omisión de denuncia de torturas e incumplimiento de los deberes de funcionario público”. A más de cuatro años, se estima que en los próximos meses el caso sea elevado a juicio oral.
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