Agenda cultural
Releyendo el libro de la Junta de Estudios Históricos de Oberá, recientemente publicado, Relatos históricos. Testimonios de mi ciudad y de mi familia, no pude menos que detenerme en repasar hechos pasados contados por quienes lo vivieron que los escuché reiteradas veces de otros vecinos. Siempre me impresionaron como parte de una épica de esta ciudad, por el esfuerzo, coraje y decisión de seguir adelante a pesar de los obstáculos que encontraban y que eran muchos. Cuando va surgiendo el pueblo, cuando se van creando las instituciones que le eran necesarias (comercios, cooperativas, recreaciones, etc.) empiezan las historias de las personas y familias que le dieron vida. Impresionantes pioneros que pusieron el pecho a un pueblo que surgía entre barro, colinas, pequeñas viviendas, con horas de luz eléctrica limitadas por una Usina a diesel manejada por sus dueños.  En esa zona había zanjones en la calle (hoy por el Privado) que el agua hacía… donde los autos patinaban. Había carro de caballo, jardineras de dos ruedas con carrocería que era el mejor vehículo que circulaba. Estoy hablando del primer relato que tiene el libro, que es de un antiguo vecino obereño don Francisco Melo que recuerda con gracia muchos hechos, como que para ir a la escuela se caminaba 10 o 12 km descalzos con vecinos que se ayudaban entre ellos en épocas de lluvia y de barriales. Dice que había mucho juego, mucha diversión como “quien comía más rápido un paquete de galletitas”, “quien se atrevía a la carrera de embolsados”, o “llevaba un huevo en la cuchara sin echar”. Juegos simples y sencillos para todos… Antes las lámparas era un poste en el medio de la plaza, un globo de plástico que era una novedad porque en la chacra se alumbraban con lamparita a kerosene… o mejor aún “con la luna”. A partir del 55 empezó la CELO. Pero antes recuerda que manejaba un camión y cuando el Mártires crecía había que quedar bajo el puente hasta que el agua bajaba. Había que poner planchones para que pasaran el colectivo Singer y camiones, y si el agua con su fuerza los arrastraba, había que poner otros. El viaje a Campo Ramón por ejemplo, podía durar un día! Y a veces había que empalizar el camino y la gente viajaba en el techo. También recuerda que una vez el colectivo tuvo que llevar en el techo un ataúd y cuando empezó a llover, un vecino no tuvo mejor idea que viajar en el ataúd. Las jardineras de dos ruedas y con techo la usaban mucho los panaderos, y allí recuerda las primeras panaderías que llevaban el pan a domicilio, “Panadería Báez”, “Marín”, “Graciosetti”, “Doña Laura”. Por el 64 empezaban los supermercados, como Darám, Dutra, Suanek, Sartori. También le tocó conocer la nieve en el año 1965, una verdadera novedad que no se repitió más. Recuerda el nacimiento de la CALO y una época de bonanza. Los recuerdos que siguen son de una época que fue la semilla de todo lo que hoy disfrutamos y que es bueno recordar.

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Categorías: Columnas de Opinión
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