Carta a Tomás Guido desde Montevideo (3 de abril de 1829)
(…) algunos de mi país, y al mismo tiempo haciendo el ensayo de sí, con los cinco años de ausencia y una vida retirada, podía desimpresionar a lo general de mis conciudadanos, que toda mi ambición está reducida a vivir y a morir tranquilamente en el seno de mi patria: todos estos planes han sido frustrados por las ocurrencias del día. Pasemos ahora al punto capital, es decir, al de mi regreso a Europa.
Las agitaciones en 19 años de ensayos en busca de una libertad que no ha existido, y más que todo, las difíciles circunstancias en que se halla en el día nuestro país, hacen clamar a lo  general de los hombres que ven sus fortunas al borde del precipicio y su futura suerte cubierta de una funesta incertidumbre, no por un cambio en los principios que nos rigen y que en mi opinión es donde está el mal, sino por un gobierno vigoroso, en una palabra militar; porque el que se ahoga no repara en lo que se agarra, igualmente conviene para que el país vuelva a existir , es de necesidad absoluta que alguno de los dos partidos en cuestión desaparezca de él, al efecto se trata de buscar un salvador  que reuniendo el prestigio de la victoria, el concepto de las demás provincias que reuniendo al prestigio de la victoria, y más que todo un brazo vigoroso, salve a la patria de los males que la amenazan; la opinión presenta este candidato, él es el general San Martín. Para esta aserción yo me fundo en el número de cartas que he recibido de personas de respeto de esa, y otras que me han hablado en ésta sobre este particular; yo apoyo mi opinión sobre las circunstancias del día. Ahora bien, partiendo del principio de que es absolutamente necesario el que desaparezca uno de los partidos contendientes por ser incompatible la presencia de ambos con la tranquilidad pública. ¿Será posible sea yo el elegido para ser verdugo de mis conciudadanos, y cual otro Sila, cubra mi patria de proscripciones? No, jamás, que ser yo el instrumento de tantos horrores; por otra parte, después del carácter sanguinario con que se han pronunciado los partidos, me sería permitido por el que quedase victorioso, usar una clemencia necesaria y me vería obligado a ser el agente del furor de pasiones exaltadas que no consultan otro principio que el de la venganza. Mi amigo, veamos claro, la situación de nuestro país es tal, que el hombre que lo mande no le queda otra alternativa que la de apoyarse sobre una facción, o renunciar al mando, esto último es lo que hago. Muchos años hace que usted me conoce con inmediación, y le consta que nunca he subscripto a ningún partido, y que mis operaciones y resultados de éstas, han sido hijas de mi escasa razón y del consejo amistoso de mis amigos, no faltará quien diga que la patria tiene derecho de exigir de sus hijos todo género de sacrificios, esto tiene sus límites; a ella, se le debe sacrificar la vida e intereses, pero no el honor.
La historia y más que todo la experiencia de nuestra revolución, me han  demostrado que jamás se puede mandar con más seguridad a los pueblos, que los dos primeros años después de una gran crisis, tal es la situación que quedará el de Buenos Aires, que él no exigirá del que lo mande, después de esta lucha, más que tranquilidad. Si sentimientos menos nobles que los que poseo a favor de nuestro suelo fuesen el norte que me dirigiesen, yo aprovecharía esta coyuntura para engañar a ese heroico, pero desgraciado pueblo, como lo han hecho unos cuántos demagogos que, con sus locas teorías, lo han precipitado en los males que le afligen y dándole el pernicioso ejemplo de perseguir a los hombres de bien, sin reparar en los medios.
Después de lo que llevo expuesto, ¿cuál es el partido que me resta? Es preciso convenir que mi presencia en el país en estas circunstancias, lejos de ser útil no haría otra cosa que ser embarazosa, para los unos, y objeto de continua desconfianza para los otros, de esperanzas que deben ser frustradas; para mí de disgustos continuados por esto es que he resuelto lo siguiente (…) José de San Martín

Carta a Guido en la cual se refiere a la “Revolución de los Restauradores”
París, 1º de febrero de 1834 (fragmento)
El foco de revoluciones, no solo de Buenos Aires sino (que) de las provincias han salido de esa Capital¸ en ella se encuentra la crema de la anarquía; de los hombres inquietos y viciosos, de los que no viven más que de trastornos, porque no teniendo nada que perder, todo lo esperan ganar en  el desorden; porque el lujo excesivo multiplicando las necesidades, (éstas) se procuran satisfacer sin reparar en los medios, ahí es donde un gran número no quiere vivir sino a costa del Estado y no trabajar, etc. etc.       Estos medios de desorden que encierra la capital deben desaparecer en lo sucesivo, y sin que sea necesario derramar una sola gota de sangre, y sin tener ni un solo soldado de guarnición. Que sepan los díscolos y aún los cívicos y demás armada de la ciudad que un par de regimientos de milicias de campaña impide las entrada de ganado por solo 15 días y yo estoy bien seguro que el pueblo mismo será el más interesado en evitar todo trastorno, so pena de no comer, y esto es muy formal.
A esto se me dirá que el que tenga más ascendiente en la campaña será el verdadero jefe del Estado; y en este caso no existirá el orden legal. Sin duda, señor Don Tomás, esta es mi opinión, por el principio bien simple que el título de un gobierno no está asignado a la más o menos liberalidad de sus principios, pero sí a la influencia que tiene en el bienestar de los que obedecen.
Ya es tiempo de dejarnos de teorías, que 24 años de experiencia no han producido más que calamidades; los hombres no viven de ilusiones, sino de hechos.
¿Qué me importa que se repita hasta la saciedad que vivo en un país de libertad, si, por el contrario, se me oprime?
¡Libertad! Désela usted a un niño de dos años para que se entretenga  por vía de diversión con un estuche de navajas de afeitar, y usted me contará los resultados.

Ecos del 54 aniversario de Pregón Misionero
Sí, los cumplimos calladitos como corresponde a este tiempo de convivir con el virus que se anidó –y con ganas- en un muy desprevenido mundo que está sufriendo las mil y una por esta pandemia que mata gente por millares allá si, aquí no, en el globo y que atenta hacia dos puntas, nuestra supervivencia y como consecuencia el aislamiento que por ella debemos guardar y, por otra parte, la inquietud que provoca en la economía al disminuir considerablemente la producción, la que se está resintiendo y mucho provocando una  expectativa negativa en visión de lo que vendrá con la pos-pandemia, todo ello como está sucediendo en el centro neurálgico de nuestro país provoca rebeldías en cierto sectores políticos, de entre los que pueden acreditar voz y voto para quejarse, llegándose a confrontar dos posiciones frente al virus que nos aqueja, la de los que quieren desafiarlo abiertamente y los que están conformes con hacer todo lo propuesto por los gobiernos nacional y provinciales para salvar vidas.
Sin embargo, vivimos un momento en el que –siempre consustanciados con nuestro país- la confrontación política se nos antoja que se va a ir acomodando y pensamos así porque a pesar de lo grave que es la pandemia, el gobierno nacional y casi todas las provincias tiran para un solo lado: cuidar las vidas y, por otra parte y aunque se considere que con las restricciones sanitarias y de salidas pudiesen ser estorbos al derecho de la libertad ¡ah Roussea! y, por sobre todo el aumento de la pobreza, la disminución de la producción, y todo el factor que responde a economía se resienta, solamente faltan cinco meses para que ingresemos a un año electoral y eso nos devuelve la ilusión de que se transitará por un camino que, valga que no sea virulento, pero en el que hay lograr los votos por parte de los partidos actuantes, sí, una simplicidad nuestra, pero de esas simplicidades debemos apuntar que está lleno el camino hacia las urnas.
Volviendo a fojas cero, como decía algún “leguleyo” ¿nuestro 54 aniversario y sus ecos? ¿Lo dejamos para la próxima?

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Categorías: Columnas de Opinión

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