El teatro comunitario de la Murga del Monte, se desenvuelve en un espacio que fue un secadero de yerba y té, único espacio en el país que resguarda desde la base la historia de trabajo de emprendedores de la época. Algunas paredes conservan la unión de adobe, lavadas por la lluvia y que te cuenta la historia del lugar con solo observarla. 

El galpón, así lo denominan los integrantes del grupo de la Murga, en algunas horas el lugar está en silencio, al mirar el espacio te transporta a los inicios de Oberá y la historia de inmigrantes que trabajaron y forjaron el pueblo.

Carina Spinozzi y Nelida Wall, son integrantes del grupo, deciden tomar un mate, mientras cuentan la historia del espacio que hoy le pertenece a la cultura, “es difícil explicar, este lugar es parte de la cultura y generamos cultura desde adentro”, resumen en dúo.

Chacabuco 662 es la dirección del espacio teatral, allí los vecinos comparten ensayos, trabajan en la creación de obras teatrales y toda actividad en comunidad, muy pocos saben que el espacio guarda mucha historia.

No es un lugar cualquiera, estamos a pocas calles dónde fue la masacre del año 1936, a 100 metros de una plaza que antes era el cementerio y hoy nos ayuda a la actividad que desarrollamos al aire libre”, dice Wall situando el espacio en la ciudad y como todo se relaciona al lugar.

Villa se denominaba a los asentamientos que se formaban en zonas dónde había secaderos, Oberá fue creciendo en población y las chacras dio lugar a la ciudad, tal vez era uno de los motivos que la manzana dónde estaba el secadero fue deteniéndose ante la dificultad de producir porque crecía el centro poblacional.

Antes de que se instalaran en el espacio, los murgueros alquilaban espacios, en una de las presentaciones de la obra “Fiesta de la Cretona”, uno de los integrantes de la familia Bárbaro se animo a prestarles el lugar.

Cuando nos prestaron, fue un enamoramiento, era el lugar para nosotros, de allí soñamos con este espacio y se hizo realidad”, comentó Carina con una mirada profunda en el recuerdo de algunos años atrás.

Fueron tres años que habitaron el lugar y tuvieron que nuevamente abandonar porque la intensión era que vendan la propiedad, la comisión directiva del grupo presento proyectos al Instituto Nacional del Teatro, dónde lograron cumplir con todos los requisitos y se transformaron en propietarios del galpón que antes era parte del secadero.

Nos gusta que se vean los ladrillos, mantenemos las paredes hasta con la misma pintura en la parte de adentro, hay carteles que dejan en claro que era el lugar y nosotros producimos obras de teatro entre vecinos, es un lugar que no está muerto”, comentó Spinozzi.

Dejan en claro que las modificaciones que se realizaron fue por necesidad, como el cambio del techo y en otros aspectos fue por seguridad, “hay paredes que no se van a intervenir, quedaran así, dicen mucho para nosotros”, dicen las murgueras.

En el año 2013 la Junta de Estudios Históricos declara a varios edificios como “Lugar Histórico”, entre ellos el ex galpón del secadero Bárbaro, hoy la placa esta en una de las paredes del ingreso al lugar, destacando al edificio.

Los jueves desde las 20 horas y sábados desde las 16, se encienden las luces, los integrantes llenan de bullicios, risas, mate, ensayo, amistad, proyectos, es allí dónde el galpón vuelve a latir, como lo era cuando todavía secaba la yerba y el té.

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