Su mirada no disimula la tristeza, la angustia por un futuro incierto a causa de la enfermedad que lo aqueja. En abril del año pasado, Alejandro Fabián Venialgo (22) fue diagnosticado con cáncer de testículos y la vida que conocía se fue a pique.
Tras el cimbronazo por la confirmación de la enfermedad, su concubina decidió abandonarlo y se llevó con ella a su pequeña hija y todas las posesiones materiales que tenía la pareja, lo que literalmente lo dejó en la calle.
Sin más alternativas, el muchacho se mudó con su mamá, en el barrio San José, uno de los sectores más poblados y pobres de esta localidad.
En diálogo con El Territorio, precisó que cada tres semanas se somete a sesiones de quimioterapia en el Hospital Madariaga de Posadas y se siente “un poco mejor”, aunque el tratamiento deberá continuar por varios meses.
A casi un año del diagnóstico ya bajó diez kilos de peso, lo que se nota en su físico acostumbrado a las labores de la chacra. “Yo trabajo desde los 14 años y hace cuatro que estaba viviendo en Campo Grande, donde trabajaba en un secadero de yerba”, explicó.
Reconoció que el tratamiento lo debilita y por ello no puede trabajar, por lo que depende de la ayuda de su mamá, quien a su vez tiene cuatro hijos menores a cargo. La mujer es analfabeta, pero tarefea y fabrica ladrillos junto a su concubino para mantener a su familia y ayudar a su hijo mayor.
En ese contexto, Venialgo lamentó que “la gente de la Municipalidad y de la salita (de salud) conocen mi caso. Vinieron, sacaron fotos y rellenaron planillas, pero nadie me ayuda. De no ser por mi mamá, ya estaría en el cajón”. Ante la falta de medios para viajar a Posadas, a fin de año tuvo una recaída y se retrasó con la quimio. Una amiga de la familia lo halló acostado, con terribles dolores y úlceras, tras lo cual dio parte promotores de salud.

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