El mate acompaña la charla, cada tanto interrumpida por lágrimas que surgen angustiadas, descarga emotiva por tantos recuerdos tristes y una vida que se viene haciendo demasiado cuesta arriba.
La charla transcurrió temprano en la mañana, en la previa de una nueva jornada laboral que se avizoraba agotadora bajo el inclemente sol del verano.
“Y hay que salir, no queda otra. Por ahí algunas personas me miran raro, como que me siento que me cuestionan porque salgo con todos mis hijos a cuestas. Pero la verdad que no me interesan las opiniones, sólo pienso en lo mejor para mis hijos y salgo a trabajar para darles de comer”, reflexionó Bárbara Rodríguez (42).
A fines de enero, El Territorio publicó parte de su historia y cómo se gana la vida cortando pasto junto a sus cinco hijos. Los menores tienen entre 13 y 2 años y su mamá los cría sola.
Luego de la publicación, una asistente social de la Provincia se contactó con ella y gestionó un fortalecimiento del salario universal de 2000 pesos por mes, que comenzaría a cobrar desde abril.
La funcionaria constató que sus hijos están bien cuidados, a pesar de que residen en una vivienda muy precaria y carecen de las mínimas comodidades.
No tienen heladera y cuentan con una sola cama donde duermen la nenas más pequeñas, el resto se arregla con colchones en el piso.
Presa de la violencia de género, meses atrás se separó del padre de sus tres hijos más chicos y logró poner fin a un círculo de maltrato que empezaba a prolongarse a los menores.
Antes de irse, el sujeto vendió la mayoría de los muebles de la casa y se quedó con el dinero. Así, Bárbara tuvo que empezar de cero.

Génesis del dolor
Actualmente, alquila una pieza en Barrio Norte, pero sueña con poder mudarse a una zona más tranquila para la crianza de sus pequeños.
“No sabés lo difícil que es conseguir alquiler con tantos chicos. Hay gente que no me quiere alquilar porque tengo cinco hijos, como si fueran mascotas o algo así”, lamentó.
Otra vez sus ojos se llenaron de lágrimas y recordó el mayor golpe que sufrió en su vida, la pérdida de una pequeña hija. Ocurrió en noviembre del 2013 en Posadas, donde residían entonces.
La criatura tenía apenas dos años y murió ahogada en un balde de agua.
Tremenda tragedia caló hondo en su espíritu y cayó presa de una profunda depresión, de la que se fue recuperando lentamente.

“Sigo viva por ellos”, dijo señalando a sus hijos.
“Después de lo que me pasó con mi beba me dije que nunca más voy a dejar solos a mis hijos. Estoy con ellos todo el tiempo y los llevo conmigo a todos lados. Tampoco por eso puedo tener un trabajo fijo, porque tendría que separarme de ellos y poner otra persona que los cuide”, explicó.
Esa es la génesis de la actitud de Bárbara, por eso se la ve recorriendo la ciudad con todos sus cachorros.
“Algunos seguro piensan que lo hago para dar lástima, pero no me puedo detener a explicarles mis dramas a todos. Seguro que me gustaría darles otra vida, que no tengan que andar conmigo bajo el sol, pero no queda otra”, remarcó.
Percibe el salario universal por sus cinco hijos, aunque podría ser beneficiaria de por vida de la pensión para madres de siete hijos, ya que tiene una hija mayor de 18 años que reside en Buenos Aires.
“Nunca quise cobrar la pensión de madre de siete hijos porque siento que sería como lucrar con la muerte de mi beba”, indicó con la voz entrecortada de emoción.

Calzados para los chicos y otras ayudas

 Bárbara Rodríguez nació en la localidad de Chivilcoy, provincia de Buenos Aires. Su madre crió sola a cinco hijas, quienes de pequeñas aprendieron las duras labores del campo; fabricaron ladrillos y trabajaron en un frigorífico.

“Hice hasta tercer año de la secundaria y quedé embarazada de mi primera hija. Después, por las vueltas de la vida, hace trece años me instalé en Puerto Iguazú y desde ahí vivo en Misiones.
Me gusta acá porque en Buenos Aires valés por lo que tenés y hace tiempo decidí alejarme de lo que me hace mal”, reflexionó.
Contó que sueña con una casa mejor y comodidades para sus hijos. El de 13 años empezará la secundaria y es su mano derecha, el hombrecito de la casa y quien cuida a sus hermanitos mientras que mamá poda.
En tanto, hasta abril o mayo continuará con la poda y luego pretende incursionar en la siembra de plantines de flores para la venta. “Con el frío, el pasto no crece tanto, entonces tengo que hacer otra cosa para ganar unos pesitos más”, reconoció.
Comentó que la Municipalidad le ayuda con 5 litros de nafta por semana para la podadora y una bolsa de mercadería por mes.
“No me gusta pedir, pero si hay gente que tiene calzados para los chicos, me vendrían muy bien”, agregó.

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Territoriodigital. Foto: Luciano Ferreyra


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