Y mientras corremos en busca del repelente (para mosquitos eh??) y poder sentarnos frente al televisor o a la computadora esquivando el dengue con el fin de informarnos, según el medio que sabemos que nos brindará la información así o así y ya devueltos de esa vorágine que en estos días se polarizó en los hechos penales que podrían surgir en materia de corrupción y lavado de dinero, o por la incursión en los paraísos fiscales del mundo, nos pusimos a pensar (todavía pretendemos imaginar que podemos hacerlo alejados de los pensamientos latiguillo, enlatados y condimentados según el patrón ideológico que los elabora y que nos entregan a diario) pensar, dijimos, en el bálsamo que significaron dos protagonismos populares, netamente obereños, como lo fueron la masiva marcha “en defensa del Parque de las Naciones” y la “audiencia pública sobre el boleto urbano” por dos motivos que si bien no tienen que ver con el fondo de las cuestiones planteadas, si y mucho por lo que significa que nuestra gente se movilice en pacífica unión, casi diríamos solidaria y familiarmente, sobre todo en el primer caso apuntado, desterrando actitudes de violencia y esquemas repetidos que más responden a la idiosincrasia político-social existente en otros lugares, utilizar nuestra idiosincrasia para con la gente observamos que lo viene haciendo el gobierno provincial a pesar de vivir una economía regional que está resentida.
Fue el primer pensamiento, pero hete aquí que entendemos que se nos podrá acotar que Oberá y la provincia toda integra la República, cierto, no es un feudo autárquico por lo que el otro pensamiento derivado del primero habla de la necesidad de que se cumpla un viejo anhelo por el que algunos han luchado desde tiempo y que sería necesario que se determine de una vez por todas: una línea de pensamiento nacional que haga posible el desenvolvimiento armónico de instituciones y gente.
La obra de los padres jesuitas en América del Sur, fue, en el terreno de la educación, un aporte poco valorado y menos aún justipreciado debidamente ya que la vasta obra educacional concretada en la creación de colegios y universidades en esta parte de América permitió señalar a España como la nación descubridora y conquistadora que más hizo en tierras nuevas en tal materia y vaya si fue importante ya que en aquellos colegios y claustros educacionales brevaron nuestros hombres de Mayo y de Julio y fueron nutriendo su intelecto con la lectura de las nuevas corrientes en boga en Europa, una Europa que se desembarazaba de la monarquía para dar lugar a gobiernos de la burguesía.
En la revolución de Mayo y su correlato la declaración de la Independencia se puso de manifiesto ese bagaje intelectual adquirido y con él puesto en función de pergeñar el nuevo fruto deseado que no era otro que formar la nueva nación, dejando atrás los esquemas de un despotismo ilustrado, de un iluminismo y de todas aquellas corrientes de opinión que no hubieran permitido la germinación de la semilla nacional.
Y así civiles, militares y eclesiásticos ocupando ficción, inteligencia y acción nos entregaron el suelo patrio, herencia que pareciera pesarnos y mucho en el devenir de los tiempos, quizás porque al amparo de los buenos negocios y de la exclusión de sectores, se paralizó lo que debió haber sido el gran despegue nacional.
En nuestra ciudad, años atrás, quien fuera inquieto presidente de la Fundación Zona Centro y calificado convecino Ernesto Benítez y un grupo de eficaces colaboradores, auspició, a través de la Fundación Zona Centro, una serie de reuniones en las que se debatieron temas de profundo análisis.
Uno de ellos fue la identidad nacional como resultante de una línea de pensamiento que se nutriese de la conciencia nacional, corriendo a cargo de un panel de periodistas misioneros (César Sánchez Bonifato; Alberto Hugo Hedman; Walter Bravo, Raúl Alberto Venchiarutti y Aldo Rubén Gil Navarro) la exposición del tema sugerido ante el auditorio.
Como se advierte, Oberá se ha caracterizado por la inquietud de su gente para indagar y así poder construir espacios que permitan ir ampliando el espectro socio- político cotidiano,
Este tipo de reuniones -que se consoliden aquí y allá- puede contribuir a movilizar el cuerpo social, todavía adocenado de un pueblo argentino que prefiere recitar el libreto de turno sin proponer modificaciones como consecuencia de una tímida democracia que no ha podido, o no ha querido, sacudirse esa modorra que produce el autoritarismo y la palabra mesiánica -nuestro oráculo griego de hoy- que desgrana el néctar del poder y desgaja la estructura institucional.
En el orden nacional se puede citar exponentes históricos que forjaron –en mayor o menor grado- una línea de pensamiento nacional significativa como Alem, Irigoyen, Scalabrini Ortíz y Jauretche, Lisandro de la Torre, Perón y Frondizi, pero debe advertirse que en estos casos, la figura abrió el camino a la gente para que avizore esa posibilidad , sin embargo en un siglo como el XX en el que los quiebres del orden institucional, producto de alzamientos militares, fueron una constante, todos aquellos intentos, toda aquella posibilidad expuesta prontamente fue ajada, y en casos aniquilada, extinguiéndose nuevamente la posibilidad de hallar el camino hacia la obtención de una identidad nacional que nos permita el crecimiento sostenido.
Entendemos que aquella aparición de estadistas con visión de país, con visión institucional, con visión de alineamientos nacionales, pero por sobre todo con sensibilidad como para recoger los ingredientes latentes que afloran nutridos por historia, tradición, sociedad e idiosincrasia y que se adaptan a cada tiempo pudieron –algunos más, otros menos- desembrozar el camino en esta búsqueda imperativa de una conciencia o identidad nacional.
Cuando decimos que esos elementos básicos se adaptan a cada tiempo, cambiando método sin perder esencia, lo ejemplificamos recordamos que en los tiempos de Forja, de Raúl Scalabrini Ortíz y de Arturo Jauretche la línea de pensamiento nacional exhibe duramente las trabas que, para nuestra identidad país significa la grosera intervención foránea en el manejo de nuestra economía y finanzas y su correlato, la intromisión en el orden político nacional, sin lo cual no hubiese podido tener entidad.
Así Jauretche, en forma de sátira, se refiere a una figura de su creación, los “varones consulares” y que empleara en “Señales” con el título de “Cartas al Pickwick Club” en que un residente inglés en la Argentina, se dirige a sus consocios en Londres: “como saben mis queridos colegas, el varón consular es indispensable al fomento de las inversiones y al progreso del país, pues su presencia en directorios de ferrocarriles, que es la presencia de su apellido, sirve para disipar la desconfianza de los elementos nativos, hostiles a la labor civilizadora de las empresas. La prosperidad en que vive el varón consular es el ejemplo en que se ilustran las generaciones sucesivas de estudiantes indígenas que aleccionados en su contemplación, se preparan para servir, como él los intereses nuestros en los directorios y en los ministerios, que ocupan alternativamente…”
Antes de Forja, aparecen en la escena nacional aquellos intelectos mencionados y, entre ellos, Juan Domingo Perón, quien incorporó por vez primera a toda la clase media en la formulación de cuestiones de gobierno, a través de la C.G.T., comenzando a despuntar la posibilidad de un pensamiento nacional, y una identidad nacional.
Esa línea nacional de pensamiento volvió a chocar con la noche negra de la dictadura y se ilusionó con la vuelta a la democracia pero no se tuvo en cuenta que pudieran reaparecer en escena los “varones consulares” de Jauretche y así fue como perdimos fuentes vitales para nuestra economía.
Otras pueden ser ahora las trabas para un desarrollo armónico nacional de pensamiento, pero –como lo dijimos- por ser la esencia del ser nacional y seguir latente, la búsqueda nos llevará al mismo camino.
De lo que resulta que lo prioritario es ir creando las condiciones para que volvamos a recuperar esa línea de pensamiento nacional que, simplemente podemos calificarla de “pensar en argentino”.