Próximos a vivir un aniversario más de aquel funesto golpe a las instituciones del 24 de marzo de 1976, rescatamos de nuestro archivo la nota editorial que publicamos el 22 de marzo de 2002 que constituye, no una relación de los hechos que se produjeron en aquel día, sino el angustioso llamado  de Ricardo Balbín al pueblo argentino en el que desnuda las causas que permitieron el golpe militar y lo hacemos con el fin de refrescar memorias y a la vez ilustrar a los más jóvenes de la necesidad de preservar la democracia.
Los últimos cinco minutos
“Ante la expectativa general y en un clima de crisis aguda dentro de un marco proclive a desestabilizar las instituciones, Ricardo Balbín, el veterano líder radical que había despedido los restos de quien llamaba «su adversario político», Juan Domingo Perón, y con quien había mantenido una histórica entrevista en Gaspar Campos, hizo un llamamiento a la unidad nacional utilizando para ello la Cadena Nacional de Radio y Televisión una semana antes del golpe de Estado que destituyera a la presidente de la Nación María Estela Martínez de Perón el 24 de marzo de 1976.
     Esta verdadera lección de civismo desnuda los repetidos problemas argentinos y pretende encauzar al pueblo por el único camino posible para conseguir de una buena vez la grandeza del país y que no es otro que el de la unidad nacional. Hemos transcripto literalmente conceptos sustanciales que muestran en muchos casos similitud de situaciones y aptitudes entre aquellos días previos al golpe de estado y estos que estamos viviendo.
     «….todos están divididos, todos desencontrados. El egoísmo de la lucha de los sectores ha llegado hasta el delito. Los obreros de un lado reclamando la sensatez del salario, salarios que se mueren de risa cuando son agotados a los quince minutos, antes o después, de haberlos anunciado. La empresa transformada en una expresión unilateral, donde hay quien se funde, donde hay quien se angustia y también hay quien se enriquece vorazmente, creando una guerrilla distinta y diferente de la otra brutal que también tiene la república»
   «Sabemos de la corrupción, del contrabando, de la destrucción comercial, conocemos como se ha abusado de la república, sabemos que hay algunos países que consideran que estamos en liquidación. ¿Por qué?, por que no nos juntamos todos. ¿Por qué no nos sentamos todos, en una mesa, todos juntos, para esta emergencia…?»
    «La mujer de la cola, que rezonga, que camina cuadras y cuadras para encontrar algo de lo que necesita su hogar está en protesta; el que quiere un remedio y no lo tiene también reclama con dolor, con urgencia, prefiere el cataclismo. A esta gente yo le digo con sencillez: señora, la falencia de lo que usted no tiene se debe a la desunión de los argentinos…»
    «Hay tiempo todavía. Podría dar la seguridad de que en horas nomás, pero en horas tranquilas, podría reunirse el país, todo el país, para encontrar las soluciones magistrales que no son nada más que las sencillas soluciones morales argentinas…»
    «No lo arreglará ningún sector por poderoso que sea, lo hará el país, todo el país (…) Las instituciones son válidas y aun cuando parece que no son eficaces, sirven…
      «Por eso desde aquí invoco al conjunto nacional, para que en horas nomás se reúna la república en torno a un programa, pero que se depongan las soberbias (…) Para los que creen que todo se derrumba (…) ¿tendremos que rehacerlo todo después de la catástrofe…? puede ser que sí (…) si se espera la ruina, la ruina encontrará alguna bandera; no se realizará el país sino sobre la base de la unión de los argentinos.
    «Argentinos de todos los rincones, civiles de todos los lugares, militares de todo el país, brigadieres y marinos, ¿para qué llegar a los últimos cinco minutos?, ¿porqué no estamos conjugando la ilusión de aquel poeta?…. Todos los incurables tienen cura, cinco minutos antes de su muerte… desearíamos que los argentinos no comenzáramos a contar ahora los últimos cinco minutos….»
   Con el fin de completar el cuadro de entonces, reproducimos el análisis que sobre la situación política del país hacía también una semana antes del golpe del 76, el comentarista de Noticias Argentinas, Jorge Koremblit:
   «La originalidad parece haber sido desterrada de las prácticas políticas económicas y sociales de nuestro país. Cada vez que el vacío de poder o la ineptitud en las funciones de gobierno plantea una crisis (y esta vez es de una profundidad sin precedentes). No son pocos los que apelan a la vía oblicua del diálogo a todo trapo, aunque no haya con quien dialogar. Tampoco faltan las propuestas para reuniones multisectoriales, sin perjuicio que el mayor de los sectores no tenga nada que decir u ofrecer. En lo económico frente a los inevitables cuellos de botella de un sistema que se empeña en desconocer la vulnerabilidad del sector externo y la falacia de repartir a cuenta de lo que no se produce, todo parecería resolverse con la persecución a los comerciantes minoristas. Y, finalmente en lo social, la repetida llave mágica del problema consiste en pedir sacrificios momentáneos con la promesa de reiniciar, en cualquier momento futuro, el consabido ciclo de la morbidez emisionista.
    Se trata evidentemente de una concepción circular de la realidad, al modo de las religiones primitivas. Todo pasa y todo retorna: la demagogia, la retórica y la búsqueda de chivos emisarios sobre los cuales descargar, como en el remoto símil bíblico, las culpas de todos.
    Lo grave de la recurrencia es su influjo sobre el hombre común. A fuerza de reiteraciones y fracasos ese hombre termina por aceptar los hechos como inevitables. Cae, por lo tanto, en el fatalismo. Y por cansancio, decepción o lo que fuera, baja los brazos. Pierde, quiérase o no el sentido solidario y se refugia en su interés individual como único modo de sobrevivencia frente a una suerte de «sálvese quien pueda»  generalizado.
   Esa actitud del hombre común es harto explicable. En vísperas electorales se lo bombardeó con tentadoras promesas, se le pintó un futuro de grandeza, se le anticipó una realización personal y colectiva (…) después del comicio, las promesas obviamente han sido incumplidas, el futuro no es de grandeza sino de pavorosa incertidumbre (…) No hay un prototipo de hombre común, debemos, por lo menos, admitir tres: el partidario  del gobierno; el opositor; y el indiferente (…) los tres hombres al encontrar obturados los cauces normales de la solución no pueden evitar una consideración sobre el papel futuro de las Fuerzas Armadas. Aún no deseándolo e incluso en la mayoría de los casos, contra el peso de sus convicciones, se ven forzados a tejer expectativas sobre el rol castrense en la actual emergencia nacional (…) Las verdaderas y profundas cuestiones (cesación de pagos, hiperinflación, recesión económica, agitación social, recrudecimiento de la violencia y el terrorismo) quedan libradas a la acción del tiempo. Es ésta también una actitud propia de las religiones primitivas y de la magia. El tiempo, desde el punto de vista racional, no resuelve los problemas, los agrava.»
     La advertencia de Balbín a civiles y militares no fue escuchada, el hombre común de Koremblit, decidió aceptar los hechos como inevitables: Decía el diario «La Razón» con gran titular de tapa el 23 de marzo de 1976 «Es inminente el desenlace final, todo está dicho»
Por su parte el diario «El Territorio» titulaba su edición del 24 de marzo de 1976 «Gobierno Militar- Junta integrada por los tres comandantes generales derrocó a Isabel Perón y asumió control de la República»
    Los tiempos argentinos se repiten y aunque no nos guste admitirlo las semejanzas del panorama político institucional entre 1976 del ayer y el 2002 de hoy, nos aterran y todo parece indicar que incursionamos en la cuenta regresiva de los cinco minutos de Balbín.
      El horror y la noche negra que vivimos los argentinos por no haber sabido entonces unirnos aunque fuere cinco minutos antes para impedir la muerte civil del país y de la democracia debiera llamarnos a la reflexión”.
   Y bien, así estaba el país en aquel fatídico 1976 cuyos efectos se prolongaron  hasta 1983 en que volvió la democracia y desde entonces se han sucedido sin más interrupciones los gobiernos electos por el pueblo.
  En el Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia recordar aquel angustioso llamado nacional de Ricardo Balbín aparece como edificante.
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Categorías: Columnas de Opinión
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