Una Iglesia de verdad según el Evangelio no puede no tener la forma de una casa acogedora. Con las puertas abiertas siempre. Las iglesias, las parroquias, las instituciones con las puertas cerradas no se deben llamar iglesias, se deben llamar museos. Hoy, esta es una alianza crucial. «En contra de los ‘centros de poder’ ideológicos, financieros y políticos, volvemos a poner nuestras esperanzas no en estos centros de poder, sino en los centros del amor.
Nuestra esperanza está en estos centros del amor. Centros evangelizadores, ricos de calor humano, basados en la solidaridad y la participación», y también en el perdón entre nosotros. Reforzar el vínculo entre la familia y la comunidad cristiana es hoy indispensable y urgente. Por supuesto, se necesita una fe generosa para encontrar la inteligencia y la valentía para renovar esta alianza. Las familias a veces dan un paso atrás, diciendo que no están a la altura: ‘Padre, somos una pobre familia y también un poco destartalada’, ‘no somos capaces’, ‘tenemos ya tantos problemas en casa’, ‘no tenemos la fuerza’. Es verdad. Pero ninguno es digno, ninguno está a la altura, ¡ninguno tiene las fuerzas! Sin la gracia de Dios, no podremos hacer nada. Todo nos es dado gratuitamente. Y el Señor no llega nunca a una nueva familia sin hacer algún milagro. ¡Recordemos lo que hizo en las bodas de Caná! Sí, el Señor, si nos ponemos en sus manos, nos hace hacer milagros. Milagros de todos los días cuando está el Señor en esa familia.
Naturalmente, también la comunidad cristiana debe hacer su parte. Por ejemplo, tratar de superar actitudes demasiado directivas y demasiado funcionales, favoreciendo el diálogo interpersonal y el conocimiento y la estima recíproca. Las familias tomen la iniciativa y sientan la responsabilidad de llevar los propios dones preciosos para la comunidad. Todos debemos ser conscientes de que la fe cristiana se juega en el campo abierto de la vida compartida con todos, la familia y la parroquia deben cumplir el milagro de una vida más comunitaria para toda la sociedad.
En Caná, estaba la Madre de Jesús, la «madre del buen consejo». Escuchemos nosotros también sus palabras: ‘Hagan todo lo que él les diga’. Queridas familias, queridas comunidades parroquiales, dejémonos inspirar por esta Madre, hagamos todo lo que Jesús nos diga, y nos encontraremos ante el milagro, el milagro de cada día. Gracias. (Papa Francisco, Audiencia General, Ciudad del Vaticano, 09 de septiembre de 2015).

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Categorías: Columnas de Opinión
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