Es curioso como el solo anuncio de una nueva edición -la XXXVI que se está celebrando- produce un cúmulo de sensaciones que por ello mismo la colocan al frente y más allá de los rutinarios pensamientos y, en este caso, aunque se viva en plena campaña política con rumbo al 25 de octubre, la Fiesta Mayor es «LA FIESTA».
Cierto, siempre nos motivó de tal manera, pero si se pone a tratar de encontrarle una explicación… y con ese afán de investigar cual puede ser el motivo movilizador de gentes que produce este fenómeno social, pusimos manos a la obra y teniendo como tenemos la suerte de contar con el archivo de Pregón Misionero, nos pusimos a buscar alguna nota donde, en hablando de la Fiesta, encontremos una respuesta a nuestra inquietud que habrá sido también la de muchos de nuestros lectores.
Así anclamos un 13 de septiembre de 2002 en la nota editorial «De los cotos de caza al ejemplo inmigrante» en que decíamos y decían:
«El pastor Arne Sven Flodell, apreciado por los obereños por haber ejercido su ministerio en la parroquia Olaus Petri durante las décadas del 60 y del 70 y no solamente haberse ceñido a ello, sino que participó activamente en aquellos años en que «construíamos», nos decía, Oberá -cabe acotar que Flodell fue socio fundador del Club de Leones de Oberá, entre otros emprendimientos- que bueno es recordarlo, en los 60 fue declarada ciudad y dónde todo estaba por organizarse como resultado de la potente levadura de su colonización que desbordó todo recipiente previsto o calculado, obligando a la gente de aquel tiempo a hacer malabares para, con escaso material técnico y mucha buena voluntad comunitaria que toda esa pujanza e iniciativa se pudiese encauzar en un desarrollo sostenido como el que exigía la ciudad, todavía retaceada desde los poderes públicos en cuanto a servicios imprescindibles, así como deseando escapar a la influencia natural que podía ejercer la ciudad capital, distante a solo cien kilómetros, y que por tener una idiosincrasia de ciudad burocrática basada en su fuerte, el empleo público, pudiese alterar la personalidad avasalladora que ostentaba Oberá, tan necesaria para un pueblo, personalidad que se nutría por imperio de su agro y su agro-industria y eso le permitía el lujo, no de declamar, sí de ejercitar un bastarse a sí sola que le dio nombradía y mentas provinciales.
Así desgranando con él aquellos tiempos del ayer obereño en décadas que eclosionaron con dos fenómenos, la Feria del Libro en 1978 y la Fiesta del Inmigrante en el 1980, que no han perdido su liderazgo provincial expresó su admiración por el espíritu de convivencia que en éste, su regreso transitorio a la que fuera su ciudad por años y a través de la Fiesta del Inmigrante, pudo advertir entre los obereños, apuntando a esto como una de las mejores señales de proyección a futuro que podemos mostrar.
En el análisis de la afirmación, entendimos que la convivencia existe y está, no en papeles escritos por un amanuense, sí en una realidad palpable de esta sociedad de la Capital del Monte que, cada día más, da muestras de querer superar antinomias, resentimientos artificiales, opiniones mercenarias para dar paso a la solidaridad que se tuvo entonces y a la que los hechos recientes locales muestran que se está volviendo, con mayor fuerza aún, así como valorar debidamente, sin tutores ni «sponsors» la idoneidad de actitudes y aptitudes individuales y colectivas para construir a partir de ellas.
Siempre hemos sostenido el legado de calidad humana con que contamos los obereños que es sin dudas nuestro fuerte, nuestro caballito de lucha y nuestra meta. Habrá que superar de una buena vez los miedos que pudieron tener su origen en la delación y falta de compromiso ético y moral en las que se entró con la noche negra de la democracia que comenzó a influir en la segunda década que anotamos y que fue debilitando rápidamente nuestra piel social y que, aunque incomprensible, comenzó a crear cotos de caza individuales, acrecentados en un materialismo a ultranza, en una suerte de grieta social que se ha venido tratando de cerrar, y que logró hacernos olvidar de asistir pobrezas y miserias que pululaban alrededor y que hoy, ante el derrumbe de esos cotos, vuelve sus ojos hacia ellas en una suerte de autodefensa.
Como solemos hacer nos pusimos a pensar «en obereño» y en este momento tan difícil que vive el país (2002), todo violencia, todo inseguridad, ese pensamiento de Flodell, nos reconforta ya que la convivencia está latente y si algo nos faltara para apuntalar tal juicio, las palabras de la embajadora sueca referidas a la Fiesta del Inmigrante muestran que ésta, nuestra Fiesta Mayor, que muchas veces relativizamos, como suele suceder ante éxitos familiares, es la resultante de una confluencia de voluntades y sacrificios que aparecen ante un mundo convulsionado, en un ejemplo de convivencia que -más allá de rencillas menores- es la admiración de gente de otros lares.
Oberá ha encontrado su símbolo, su bandera, su gente ha mordido con fuerza la pasión por la Fiesta, es el momento oportuno para que este posicionamiento positivo se extienda a todos los campos de la actividad comunitaria, entendemos que ello sería la resultante de comprender que, alentando cotos individuales, no haremos sino multiplicar nuestros males. Valorémonos, valorando nuestra vida y para ello volvamos a practicar las enseñanzas que nos legaron nuestros pioneros, sabiendo como lo sabemos, que contamos con muchas mayores facilidades que la que ellos encontraron.
Hacerlo nos permitirá vivir una vida mejor, algo necesario como para que nuestros hijos o nuestros nietos aumenten su bagaje de esperanzas en un mundo que trata de que no las tengan.
Puede quedar así explicado el porqué contra viento y marea «produce un cúmulo de sensaciones que por ello mismo la colocan al frente y más allá de los rutinarios pensamientos»
Tal vez hagan falta más opiniones, ocupemos las de los diplomáticos invitados entonces que, entusiasmados por la edición Nº XXIII que solamente en las dos primeras noches reunió a 30.000 personas opinaban: «estoy impresionadísima de lo que puede hacer una ciudad con menos de cien mil habitantes, con una profesionalidad que le permite hoy celebrar los 23 años de la Fiesta» Madelaine Ströje-Wilkens (embajadora de Suecia que inauguró coincidente con la XXIII edición de la Feria, la Muestra en conmemoración del Centenario- de la firma del acuerdo denominado «Trienio de cooperación Antártica- Sueca en el Museo del Parque de las Naciones); «esta Fiesta de las Colectividades de la paz y la convivencia está marcando la Argentina que todavía existe y que rescatamos frente a todas las dificultades que tenemos» (Néstor Perl, viceministro del interior); «sentí la obligación de estar y me encontré con una sorpresa muy grande, porque está muy bien organizada, no me imaginaba que cada colectividad tenía su casa y es algo que hay que difundirlo más en el país y el mundo porque es una fiesta de nivel -dijo- comentando también que ha prometido a la Federación de Colectividades hablar con el secretario de Turismo y Deportes de la Nación, Daniel Scioli y todos los funcionarios del Ministerio del Interior para expresarles lo que he visto acá para ver de qué manera podemos contribuir para que esto realmente tenga el resultado que merece tener» Juan Manuel Llavar (Director Nacional de Migraciones); si, cierto, en este último caso, puede que todo haya quedado en buenas intenciones sin embargo bien vale la pena repetirlas como para que tras las XXXVI ediciones, las nueva generaciones que tendrán a su cargo resguardar el patrimonio inmigrante adviertan que esta Fiesta contiene un material emotivo tan especial que la hace distinta a las otras por lo que su futuro debiera ser cada vez más promisorio no ya por la diversión solamente, sino porque su originalidad obliga a pensarla y repensarla y, como prioridad se planifique para que se superen las precariedades de todo tipo que desde un tiempo se viene pensando solucionar.
Se quiera o no se quiera esta promisoria Fiesta Nacional del Inmigrante, sin siquiera soñarlo en sus orígenes, entre otras virtudes ha desatado nudos de paz y convivencia con lo que pasa a ser un ejemplo en un mundo materialista y proclive a la violencia.

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Categorías: Columnas de Opinión
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