Dentro de la casa la Policía encontró un cuaderno con poco más de diez mil pesos en efectivo. Se afianza la hipótesis de que las víctimas se resistieron al robo y fueron cruelmente ultimadas.
Los habitantes de la colonia están conmocionados, dolidos y temerosos. Nadie entiende el porqué de tanta brutalidad para con Lidia Bezus (69) y su hijo Diego Kosaczuk (29), quienes el jueves fueron asesinados a balazos en su chacra de paraje Samambaya.
La Policía trabaja en la zona para dar con los autores del terrible hecho, aunque al cierre de esta edición no había novedades al respecto. En tanto, la hipótesis de un robo se afianzó a partir de que allegados a las víctimas confirmaron que a principios de mes vendieron un lote de pinos. La transacción se habría realizado por alrededor de 30 mil pesos.
Ayer la principal novedad en la escena del crimen fue el hallazgo de un cuaderno en cuyo interior había poco más de 10 mil pesos en efectivo, lo que hace suponer que los delincuentes se escaparon sin ningún botín o que las víctimas tenían el dinero dividido en diferentes sectores de la vivienda.
En este punto no se puede descartar que doña Lidia y su hijo se hayan resistido ni que los delincuentes apuraran su escape con las manos vacías.
Desde primera hora de la mañana personal de Criminalística se hallaba tomando muestras en la casa, al tiempo que efectivos de diferentes dependencias recorrían la zona en cuatriciclos y a caballos en busca de alguna pista.
Personal de la División Investigaciones de la ciudad de Posadas colaboraba con las pesquisas que están a cargo de la Unidad Regional II.
Las víctimas residían solas en la propiedad, situada a unos ocho kilómetros del casco urbano de la localidad de Los Helechos, donde eran apreciados por vecinos y conocidos. Asistían a la Iglesia Evangélica y eran muy colaboradores con la comunidad.
Si bien disponían de algunas hectáreas de té, yerba y pino, eran pequeños colonos que vivían con lo justo. Muestra de ello es que se movilizaban en un Renault 12.
Trató de pedir auxilio
En diálogo con El Territorio, fuentes policiales que trabajan en el lugar apostaron a la hipótesis del robo y no descartaron que las víctimas se hayan resistido. Tampoco se puede subestimar que hayan reconocido a los delincuentes y eso les costó la vida.
Según se pudo reconstruir hasta el momento, los delincuentes habrían sido entre dos y tres y arribaron a la propiedad alrededor de las 9 del día jueves.
A esa hora Kosaczuk se encontraba trabajando en el vivero que está ubicado frente a la casa y habría sido sorprendido por los asesinos.
Su madre se encontraba adentro y habría visto la escena o escuchó gritos, por lo que alcanzó a tomar su teléfono celular y trató de contactarse con un vecino. En ese lapso uno de los desconocidos logró evitar que pida auxilio y se supone que fue cuando recibió un fuerte golpe en la cabeza.
Habría sido entonces que su hijo corrió para asistirla y fue ultimado de dos balazos. El cuerpo del muchacho fue encontrado en la escalera de acceso a la casa. Su celular fue hallado sobre un cajón en el vivero donde estuvo trabajando esa mañana, como también su billetera con 800 pesos en efectivo.
Esta última circunstancia, más el hecho de que la casa no estaba demasiado desordenada, son motivos de incertidumbre para los investigadores, aunque estimaron que los delincuentes pudieron dar con el botín que buscaban -o no-, y luego se dieron a la fuga.
“Los asesinaron porque se resistieron o porque los reconocieron. El vecino más cercano está a 800 metros y dice que no escucharon los disparos. Todos los vecinos están lejos, pero es raro que nadie haya escuchado los disparos. Y fueron cuatro disparos. Pero también es entendible que la gente tenga miedo”, reconoció un oficial.
En las últimas horas los investigadores tomaron testimonios a vecinos, colonos y peones que se desempeñan en la zona, aunque no obtuvieron mayores datos para dar con los autores materiales del hecho.
Un baño de sangre
Si los asesinos eran conocidos de las víctimas podrían ser lugareños y manejarse a pie por los montes y chacras, pero si son foráneos debieron utilizar un vehículo y tampoco, hasta el momento, hubo nadie que haya identificado algún rodado extraño en las cercanías.
El jueves hubo una persistente neblina, lo que facilitó el escape de los asesinos en una zona de por sí bastante despoblada. En caso de que los malvivientes se hayan movilizado en un vehículo, la lluvia caída en los últimos días afectó el estado de los caminos y la posibilidad de dar con huellas en las inmediaciones. Hasta el momento, el testigo clave del caso es el vecino a quien la señora Lidia trató de llamar en medio del horror. Según su declaración, cuando atendió el teléfono escuchó un leve ruido de fondo y creyó que la interferencia fue producto de la escaza señal que hay en la colonia. Luego fue imposible devolverle la llamada. Fue así que después del mediodía decidió pasar por la casa de sus vecinos y se encontró con el baño de sangre. A lo lejos, porque los perros no le dejaron acercarse demasiado, observó el cadáver del muchacho tendido en la escalera. El joven presentaba dos disparos, uno en el pectoral izquierdo y otro en el ojo derecho. La señora dos disparos en la cara y hundimiento de cráneo. Se presume que las víctimas fueron ultimadas con un revólver calibre 22. Entre las hipótesis, no se descarta que hayan sido torturadas para que digan dónde tenían guardado el dinero que pretendían los delincuentes.
(Territoriodigital)