Agenda cultural
El 26 de marzo pasado, tuvimos la grata oportunidad de festejar con una cena, el 38 Aniversario de la creación de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) en Misiones. El reencuentro con escritores misioneros significó momentos de alegría y de emoción, que la pandemia del corona virus, había postergado. La SADE Misiones fue creada el 22 de marzo de 1984, a instancias del Dr. Marcial Toledo que fue su primer presidente. De esa primer Comisión, Numy Silva hizo un muy agradable recuerdo, donde ella y nuestro querido escritor Hugo Wenceslao Amable, fueron fundadores. Muchos escritores conocidos, que aún están presentes, fueron sus Presidentes, entre ellos la misma Numy, y todos realizaron una labor generosa, sostenida por la fuerza de los socios que reconocen el valor de este voluntariado.
La actual Presidenta Belén Silva y su Comisión Directiva, hacen una labor muy prestigiosa, pensada para alentar el trabajo silencioso del escritor, para que llegue a su mayor deseo, que es poder editar. En esta reunión cada escritor dirigió unas palabras al público presente y mostró la producción realizada antes y después del año 2020, año de la virulencia de la Pandemia. De esos libros, recibimos el regalo de tres, que luego serán presentados en la 45 Edición. De ellos destaco en esta columna una Antología Misionera con conocidos autores misioneros. Esta Antología fue hecha en el marco del programa cultural “Yacyreta Nos Une”, editada por BEEME, con la Coordinación General de Lionel Dahir, de Unión Cultural del Libro y presentada por el Director Ejecutivo de la Eby, Martín Goerling. La Antología cuenta con 17 escritores narradores, misioneros, inspirados en la naturaleza, en la cultura mixta de criollos y extranjeros, en historias reales, en leyenda y ficciones en general. Como la que encontré encabezando la lista de narraciones, que mezcla ficción con realidad, logrando un resultado de muy buena calidad. Son las Aventuras de un barrilete en el litoral. Este barrilete, que desde niños conocemos, de distintos colores y sencillas facturas, al alcance de cualquier bolsillo, siente que es hora de cumplir con su cometido, que es volar, volar el Litoral, nuestro Litoral… Empieza a contar que «sobrevolé arroyos cristalinos, saltos y cascadas, camalotes florecidos cubriendo espejos de agua dulce. Conocí las maravillas del mundo, las Cataratas… donde casi encontré mi final, de no haber sido por una bandada de vencejos que en picada libre se lanzaron para rescatarme. En momentos más apacibles pude meditar mirando el ancho río Paraná, calmo y majestuoso, cuna de tanta biodiversidad y testigo mudo de tanta historia narrada, escrita y olvidada. En las noches, mirando el mismo río, allá cerquita de Itá Ibaté, fui testigo del amor imposible de un dorado, joven y obstinado que nunca se cansaba de saltar queriendo besar la luna… Las mañanas en el Iberá adquirían otro encanto… ser testigo de una marcha de carpinchos… o de una convención de yacarés mansos bajo el sol. También sus aguas son más claras y encierran un misterio difícil de descifrar…»