Nuevamente nos encontramos buceando, recordando fechas, personajes que hicieron historia a lo largo de los años. Y es así que como todos los abriles, en la memoria de la literatura argentina, aparece su nombre: Victoria Ocampo. Una de dos hermanas que supieron ser figuras femeninas e ilustraron, con sus obras, el campo del saber.
Ramona Victoria Epifanía Rufina Ocampo, nacida en Buenos Aires el 7 de abril de 1890, de una familia de la alta burguesía.
El padre, Manuel Ocampo, era ingeniero, constructor de carreteras y puentes y la madre, Ramona Aguirre, pertenecía a la alta sociedad porteña. La pareja tuvo seis hijas: Victoria, Angélica, Francisca, Rosa, Clara y Silvina.
En el 1891, la familia inauguró la Villa Ocampo en San Isidro; además poseían grandes campos en Córdoba, y el abuelo había fundado, en 1867, Villa María.
Después del nacimiento de Francisca, Victoria realizó, con su familia, el primer viaje a Europa, donde nació su hermana Rosa.
En 1897, de vuelta a Buenos Aires, Victoria, empezó a sentirse atraída por el mundo literario y en 1901 comenzó a editar sus primeras poesías en francés, que era el primer idioma que supo leer y escribir como era costumbre, en aquella época, en la alta sociedad argentina. Además aprendió con sus hermanas: italiano, inglés, historia, religión, ciencias naturales y aritmética.
Victoria amaba mucho el teatro y sintió no poder tomar clases de arte escénico con Constant Coquelín, que había llegado a Buenos Aires con su compañía.
En 1907 conoció a Bernardo de Estrada, de familia dogmáticamente católica y conservadora y, después de un viaje de tres años por Europa, en el 1912 se casaron y volvieron a Europa en viaje de boda, donde estuvieron casi un año.
La relación nupcial no fue muy tranquila, además ella conoció personas muy interesantes como Julián Martínez, Mujica Lainez, Ricardo Güiraldes y su mujer Adelina del Carril. De su estadía en Francia adquirió el gusto por la literatura europea, que se reflejó en la revista «Sur» y también invitando a personalidades europeas en su residencia.
En 1914, en vísperas de la Primera Guerra Mundial, volvió con el marido a Buenos Aires; vivieron en la misma residencia de la calle Tucumán pero en pisos distintos, y él bajaba solo cuando ella recibía algún personaje interesante.
En 1920 editó su primera nota periodística en el diario La Nación, titulada «Babel», un comentario del XV Canto del Purgatorio de Dante, donde escribió sobre la diversidad de los seres humanos.
En el mismo año se divorció de su marido y, alentada por su amante Julián Martínez, escribió su primer libro: «De Francesca a Beatriz», publicado por Ortega y Gasset en la «Revista de Occidente».
En 1929 se mudó a un nuevo domicilio en la calle Rufino y Elizalde, construido por Alejandro Bustillo. Esta vivienda, desde el 2002 es sede del Fondo Nacional de las Artes.
A pesar de tanto trabajo continuo en Buenos Aires no dejó de viajar y hacer planes para sus trabajos y los de sus amigos, hasta que el 1º de enero de 1931 apareció el primer número de la revista «SUR», que se mantuvo vigente a lo largo de cuatro décadas.
La revista tuvo colaboradores de gran nombre en el mundo literario como: Jorge Luis Borges, Waldo Frank, Alonso Ochoa, Ernesto Sábato, Andrés Marlaux, Octavio Paz y muchos otros.
Esta primera edición alcanzó la publicación de 371 ejemplares, su orientación fue antifascista y antifranquista, antinazista y antiperonista.
Julio Cortázar dijo: «Sur nos ayudó mucho a los estudiantes que en la década del ´30 y del `40 tentábamos un camino…», mientras que Octavio Paz escribió: «Victoria es algo más: es la fundadora de un espacio espiritual. Porque Sur no es sólo una revista o una institución: sino es una tradición de espíritu».
A la muerte de su marido, Bernardo de Estrada, empezó a escribir su testimonio en diez tomos (desde 1935 a 1977). En 1934 Victoria viajó con Eduardo Mallea a Europa y en Roma fue recibida por Benito Mussolini en el Palacio Venecia.
Entre los personajes del mundo de las letras y del arte en general hay que recordar en modo particular: Stravinsky, Aldo Huxley y Virginia Wolf.
En 1936, ya Vicepresidenta Honoraria Internacional del Congreso de los Pen Club, publicó «La mujer y su expresión», donde reflexiona a cerca de la imaginación de las mujeres en el contexto matriarcal y sobre su dificultosa relación con la cultura moderna, aspectos que de algún modo sintetizan el problema de la búsqueda de una expresión femenina autónoma.