El 24 de enero el Registro de las Personas rubricó el acta con el nombre del padre biológico. La madre del demandante jugó un rol clave en la extensa búsqueda de Justicia.
En un mar de negación, recursos legales y extrema burocracia navegó durante doce años la batalla judicial que entabló una docente obereña para obtener la identidad biológica de su hijo, hoy de 26 años.
Finalmente, desde el 24 de enero el joven dispone del acta oficial del Registro Provincial de las Personas donde figura como hijo de su padre biológico.
En una segunda instancia, avanzará en una demanda civil por daños y perjuicios, ya que en 26 años el demandado nunca cumplió con sus obligaciones legales.
Incluso, años atrás el hombre se radicó en Suiza y sistemáticamente se negó a someterse a los estudios de ADN, al igual que sus padres, lo que para la justicia significó un indicio probatorio que avaló el reclamo del hijo.
En ese contexto, ya en junio de 2018 el Juzgado de Familia de Oberá había dictaminado que el joven debía ser inscripto como hijo biológico del demandado, José Francisco D. L.
“Analizada la norma legal vigente, la negativa del demandado a realizarse los estudios de ADN constituye un indicio grave en contra del renuente y trasciende como una presunción idónea por sí sola para el progreso de la demanda”, se cita en la resolución de 2018.
Pero la defensa volvió a apelar y el proceso se dilató por otros tres años y medio.
“Incluso, en el juzgado perdieron el expediente y los intimé para que lo recuperen. Fueron doce años de mentiras, desprecio y una interminable burocracia que hicieron que muchas veces quisiera abandonar todo. Pero algo me mantenía firme y fue la fe en Dios.Ahora puedo decir que se hizo Justicia”, reflexionó Alejandra B. (45).
El mismo fallo judicial indica que el demandado tendrá que hacer frente a las costas del proceso.
Madre coraje
Según precisó Marcela B. en diálogo con El Territorio, el camino no fue sencillo, más bien todo lo contrario, puesto que se enfrentó una interminable serie de maniobras y recursos por parte del progenitor y su familia, quienes siempre se negaron a realizarse los estudios de ADN ordenados por la Justicia.
Es más, en su lucha por el derecho a la identidad de su hijo, la docente se vio obligada a solicitar un préstamo bancario para poder hacer frente a los análisis de todas las partes.
En el medio, el ahora confirmado progenitor del joven se radicó en Suiza y formó una nueva familia. Precisamente, entre otras maniobras para justificar su negativa a someterse los exámenes de rigor, el hombre argumentó que reside en el extranjero, aunque en el expediente se probó que todos los años regresa de visita y permanece en el país durante varias semanas.
Entre otros artilugios para evitar el ADN, los padres del demandado argumentaron que ellos también residían en Europa, siendo que a diario la demandante viajaba en el mismo colectivo que ellos.
“Cuando supo que comencé con el juicio pasó propiedades a nombre de su familia y de su esposa. Lo material no me importa, pero lamento los años que le privaron a mi hijo de recibir la cuota alimentaria que le correspondía”, mencionó.
Contó que su primer hijo fue fruto de un amor de juventud, aunque la historia no resultó como soñaba.
“Si bien estaba feliz por el embarazo, a partir de ahí comenzó un camino lleno de espinas que calaron hondo y lastimaron mis emociones y mi corazón”, graficó.
“Me sugirió abortar”
La docente recordó que en primera instancia su novio se mostró dispuesto a asumir la paternidad, aunque todo habría cambiado a partir de la intervención de su madre.
“Abrumado por los dichos de su familia, especialmente su mamá, me sugirió abortar a mi hijo. Le dije que no y él desapareció de mi vida. Es más, se mudó a Suiza. Mis padres se hicieron cargo de contenerme emocional y económicamente”, destacó agradecida.
Como si fuera poco lo que afrontaba, a los ocho meses de gestación su hijo nació prematuro y estuvo en riesgo de muerte.
Todavía resuenan en su mente las palabras que le dijo el médico: “Es un milagro que tu hijo no haya nacido ciego, sordo o con síndrome de Down por las complicaciones en el parto”, recordó.
Ese mismo año se recibió como maestra de grado y comenzó a trabajar para mantener a su pequeño.
“Después, Dios me bendijo con la posibilidad de estudiar otra carrera universitaria y titularizarme; conseguí una hermosa casa y tuve dos hijos más. Pero un día tomé la decisión de iniciar una demanda hacia el padre biológico de mi hijo mayor. Sabía que no sería fácil, pero estaba decidida a luchar por el derecho que le corresponde y el esfuerzo valió la pena”, subrayó.
Y agregó: “Después de tantos años y a pesar de tener todo en contra, con un sistema judicial lento y burocrático, llegó el gran día en el que Dios dispuso que se dicte sentencia a mi favor. No pretendo victimizarme ni que me tengan lástima, más bien mi intención es traer esperanza a esas personas que piensan que ya nada tiene sentido y decirles que quien persevera tendrá su recompensa”.