Agenda cultural
La vida de ANDRES GUACURARI Y ARTIGAS, a pesar de su realidad histórica, tiene ribetes de ficción, como para incursionar en una literatura imaginativa sobre un indio adoptado por un caudillo, con sus mismos objetivos de lucha contra invasores y defensa del federalismo, educado, culto, hablaba y escribía castellano, portugués y guaraní, habiendo llegado a Comandante Gobernador de Misiones. En estos días que la Provincia lo recuerda por su nacimiento podemos recordar su trágico final a los 35 años a través de un autor, que se animó a novelar su vida, MIGUEL VICTOR MARTINEZ, Miembro de la Sociedad de Hombres de Letras del Uruguay. Y su libro, editado en 1949 en Montevideo, “ANDRESITO. CAUDILLO GUARANÍ” Drama de su raza. Drama de su vida” . Rescatamos la historia probable que el autor hace del trágico momento de Andres, al caer en una emboscada de los paulistas y de su posible final. En su último capítulo (XVII) , el autor reproduce – lo que hasta hoy se sabe – sobre la captura y la emboscada: “….así, a fines de Mayo, Andrés Guacurarí llegó al escondido paso de las islas de San Lucas, en el Uruguay, a tres leguas de San Nicolás. Mientras armaban una jangada para cruzar el río, Andrés sintió de pronto que fuertes sogas de cuero crudo maneaban sus manos y sus pies. Simultáneamente, los indios caían, bañados en sangre, entre los troncos cortados. Fue una emboscada tendida por la gente de Abreu (que los esperaban con 800 hombres de infantería y caballería). Andrés comprendió que había llegado su hora. Pero no exhaló el más leve quejido cuando las sogas empezaron a lastimar sus carnes ligeramente rojizas. Tampoco tembló. No le tenía miedo a la muerte. Desde niño…aprendió a considerar la muerte como una verdad que viene a poner fin a nuestra vida…con esta convicción -y ajeno al martirio de las sogas- dió en examinar su vida pasada… Recordaba los mandamientos de la ley de Dios contenidos en el catecismo escrito en guaraní por el padre Antonio Ruiz de Montoya, durante su niñez, en el pueblo de san Borja…Mientras las sogas abrían la piel y se encarnaban, Andrés se dispuso a morir. Entrevió que de un momento a otro la daga filosa, llevada por mano experta, iría a hundirse con acierto en su garganta… Y con su conciencia limpia, esperó…sintió que le aplicaban hierros en las muñecas y en los tobillos…con esos hierros abandonó el paso de la isla de San Lucas. Con ellos entró a Porto Alegre. Y de acá, una cañonera lo condujo a Rio de Janeriro, Estuvo encerrado en los calabozos subterráneos de la isla de las Cobras hasta mediados de 1821, cuando Artigas, derrotado definitivamente en las nacientes del Tacuarembó, y abandonado de sus caudillos federalistas, y combatido por ellos, consumía su tristeza de proscripto voluntario en el Paraguay. Desde mediados de 1821 en adelante, todo lo que concierne a la vida de Andrés Guacurarí, es confusión, contradicción, oscuridad….”