Agenda cultural
Hay escritores que nos atraen desde que los recordamos, que se presentan por sí solos con solo nombrarlos y cuyos libros son seguramente un enganche para su lectura. Ana Barchuk de Rodríguez, se presenta por sí sola, nombrarla es conocerla desde su tarea de prolífica escritora y , desde hace tiempo, itinerante involuntaria librera , divulgadora de la literatura misionera. Recorre toda la Provincia con los libros de autores misioneros, visita ferias de libros, escuelas, plazas. Hoy, en este espacio nos acerca “Relatos de Colectiveros”, un título que nos movió a conocer como nacen estos relatos escritos por Ana, cómo los consiguió… porque es un título que parece más para un trabajador del transporte, que de una docente, licenciada en letras, intelectual por donde se la mire. O tal vez justamente por todo esto es que Ana ha logrado traducir las vivencias más interesantes que escuchó de labios de dos colectiveros, esos amigos o conocidos que confiaron en la comprensión y en el humor de su interlocutora. Unos 22 relatos van surgiendo, dramáticos, sentimentales, risueños, algunos breves pero llenos de simbolismos. Los “ protagonistas” son el chofer, el guarda, el pasajero/a, el vecino que viaja; y los lugares que forman parte de los recorridos de los colectivos. Lugares como el cementerio, tienen un protagonismo especial, el velorio, la presencia de viuda, viudo, otros deudos, son motivos para que el recorrido diario, obligado hacia el cementerio, pueda traer complicaciones . Y cuando el colectivo forma parte de un cortejo fúnebre, al que lo obliga el patrón, es más complicado, se deben respetar ciertas reglas sociales, la espera en el cementerio, para que se cumplan todos los requisitos del último momento con el muerto, los rezos, las despedidas, hasta que se le entierra- Este tiempo de espera es de templanza para el chofer, que en silencio empieza su mate, se sienta en su habitáculo, y no tiene más remedio que mirar desde lejos, las despedidas al difunto. Es un lugar casi sagrado, no puede sustraerse al dramático silencio, ni a todo lo que le rodea, cualquier cosa fuera de lugar (como le sucedió al chofer) es motivo de terror que le impiden disfrutar el momento para terminar con los ojos desorbitados saltando fuera del colectivo. ¿Que había pasado?… una intriga para el lector. La autora cuenta varias situaciones en otros relatos, algunos jocosas, otros muy de ficción como cuando el chofer, en su calidad de “fallecido”, oye cómo su familia ( y los abogados) pretenden resolver que harán con él. Y en otro relato, el colectivo lleva un muerto a un pueblo del interior, junto con los pasajeros comunes, que terminan aterrorizados cuando el cadáver “resucita” con un golpe del colectivo y queda sentado en el asiento del chofer… Otras historias de pasajeros, extraterrestres, que se duermen en el viaje, y se despiertan sintiéndose parte del sueño. En fin, la autora ha trabajado mucho los contrastes, las equivocaciones, las ironías, y la última ficción, que es “El baúl de Olga”…

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Categorías: Columnas de Opinión
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