Agenda cultural
Oberá respira cultura. Como recordamos en nuestra columna anterior, se inauguró la Biblioteca Del Centro Del Ciego “Lidia Sanabria”, En esa oportunidad tuvimos las visitas de escritoras misioneras de la Provincia. Este evento nos trajo, entre otras , una preciada visita que la Feria ha reconocido por su destacada trayectoria y su fidelidad a nuestra institución. Rosita Escalada Salvo es la gentileza en persona y nos regaló su último libro que habla mucho de sus emociones y sus convicciones. El libro “Se me ha perdido una niña” es un claro ejemplo de cómo el tiempo no desgastó su sensibilidad ni naturalizó aberraciones de lo que significa el sufrimiento en los niños y adolescentes, la pobreza e indigencia que los estigmatiza sin remedios a la vista. En las primeras páginas rebela que “estos cuentos -que no son cuentos- los fui escribiendo a lo largo de varios años. Los protagonistas existieron y son reales sus historias”. Lamentablemente son reales , sucedieron en varios países latinoamericanos que ella tuvo la oportunidad de visitar, no sólo son de nuestro país . Sin decirlo expresamente constituyen un llamado de atención a la sociedad de los hombres que ha endurecido sus corazones, tal vez por miedo a reconocer un hecho doloroso, como es la niñez desvalida, o por creer que no puede revertir los destinos de los protagonistas. Como si fuera un determinismo irreversible. Todas las historias tienen un nombre, tienen edades, tienen un rostro pequeño, seguramente han padecido y padecen angustias, tristezas, carencias elementales como el hambre física y espiritual. Las frustraciones los empujan a ser viejos desde niños y a aceptar un destino que les viene impuesto. Rosita va descubriendo estos rostros, sin agregados, sin buscar culpables con nombre y apellido, simplemente del relato literal, surgen los daños que evidentes acompañan a los protagonistas que no están en edad de reclamar. ¡Cómo puede hacerlo Calito, con sus 4 años , “preso” en la Comisaria, esperando un rescate que no vendrá; o Sandra de 12 años que no va a la escuela porque tiene que vender diarios: o Zulma de 12 años acosaba por “el señor del kiosco”; Ramoncito con 9 años, ignorado hasta en su casa …” su voz de murmullo de agua de arroyo”; Michael de 3 años y su perro Sultán que alivia el dolor de torturas domésticas; y muchas historias más que la vida va ofreciendo a estos niños. En un acápite, Rosita recuerda una canción que muchos cantamos jugando “Se me ha perdido una niña/ Cataplin, cataplán, catapleiro/ Se me ha perdido una niña/ en el fondo de un país”. En el Diccionario de Escritores Misioneros de la Biblioteca de las Misiones del Centro del Conocimiento, el currículum de Rosita habla de su magnífica trayectoria cultural, que no se puede reproducir por el espacio en esta columna, pero que la proyecta como la escritora misionera más prolífica y trascendente, que encabeza nuestro Parnasso intelectual. Es nuestro orgullo tenerla tan activa y presente.