…peligro de quedarnos sin agua potable y lucha cuerpo a cuerpo y tantos otros factores que surgieron amenazándonos en este año, que van de lo material a lo espiritual dejando, claro está ese temor inconfesable de la gente para no ingresar al rubro pobreza- se nos fue pasando este 2020 que obligó a intendentes y gobierno provincial a hacerle chapa y pintura a este ejercicio fiscal y restañando aquí y soldando allá, todo ello envuelto en un pellizco eufórico de un “más” que pegajoso y oportuno “ahora…” que envuelve al ciudadano en una pequeña cuota de ilusión tan necesaria como para seguir remando su barco de vida con ese ya característico sudor de ingenio y fortaleza creativa que le estamos reconociendo desde aquel 1940 en que pusimos los pies en esta Capital del Monte, entonces un pequeño poblado al que se llegaba desde la capital misionera utilizando aquellas rutas-caminos apodados por algunos como “sendero de cabras” pero que no arredró a los primeros pobladores los que poniendo el hombro primero hicieron los “piques” en el monte que transformaron en picadas y luego, ya con aporte a oficial en caminos que se transformaron, con el correr del tiempo en rutas transitables haciendo del poblado joven una ciudad con empuje material y psíquico de un deseo de hacer de Oberá, ahora próxima al centenario, un polo de desarrollo provincial que ha dado pautas y pautas de un acendrado progreso que le permite ser noticia por su potencial cultural , contando con el aporte inestimable de la Facultad de Artes y ese no sé qué engendra esta flora y esta fauna juntamente con esta ubérrima tierra colorada y la contribución de ese entorno guaraní que aún sigue inspirando a nuestra gente.
No, no pretendemos sino relatar lo que sucede solamente en Oberá entendiendo que en muchos pueblos-ciudades misioneras, puede darse iguales desvelos y triunfos, pero sí tratar de diseñar un camino como para que este paraíso poblacional que sigue siendo Misiones la gente comience a advertir, si aún no lo ha hecho, que en tiempos de dificultades tremendas como las que se están viviendo, también los pueblos deben seguir insuflando motivaciones y esperanzas en su gente y en lugar de lamentos, críticas y salidas de cauce, se recuerde que el bienestar colectivo nacional recorre caminos montado sobre unidad y creatividad.
Ya cortamos el hoy para celebrar un año más de aquella vuelta a la democracia para lo cual exaltamos como símbolo la figura de Ricardo Alfonsín adalid con participación activa y convincente como para restañar heridas lacerantes de nuestras instituciones allá por los 80.
En su recordación escribíamos en 2009 con motivo de su fallecimiento: “Ha muerto el primer presidente de la democracia tras la dictadura. Ha muerto Raúl Alfonsín y más allá de la congoja que provoca el fallecimiento del preclaro político y ex presidente de la Nación, queremos detenernos un momento en nuestra tarea periodística para -y como un póstumo homenaje- referirnos a la conmoción que provocó entre los argentinos esa muerte.
Muy probablemente- y recordando ese, su perfil de respetuosa humildad, que solo se veía alterada cuando con palabra firme y frontal se refería a hechos y personas que podían dañar el proceso de democratización que tuvo la oportunidad de liderar a partir de aquellas memorables jornadas que lograron alumbrar el país tras la dictadura y que culminaron con su asunción como presidente constitucional en 1983, iniciando un ciclo democrático nacional que ya lleva veintiséis años de vigencia para brindarle un último adiós- no imaginaría en vida esta respuesta masiva de gente que desfiló ante la capilla ardiente en el Congreso de la Nación.
Ha muerto Raúl Alfonsín a quien un pueblo todo lo señala como adalid de la democracia y ese solo título, avalado por una conducta política honesta y sin dobleces, es más que suficiente para que el pueblo argentino- sin distinción de banderías políticas- forme fila ante sus exequias para agradecerle íntimamente que podamos los argentinos mostrar al mundo el perfil de un hombre público que lució esas condiciones y, al mismo tiempo para llorar su partida
Edificante y aleccionador, porque es moneda corriente y hasta resulta conveniente repetir la muletilla de cargar sobre las espaldas del pueblo la falta de discernimiento cuando, ejerce su soberanía y echarle todas las culpas de los males que en materia política nos aquejan.
Es indudable que la misma gente, mediante ese postrer adiós ha mostrado su ferviente deseo de que la política transite por el camino democrático, con honradez y humildad como para que de una buena vez se limpien caras y conductas que permita extirpar toda impureza y habilitándolo para que hombres y conductas políticas construyan el país que tanto anhelamos, utilizando este atisbo de convivencia y clima de paz que su memoria ha logrado mostrar en estos días de duelo nacional.
Se ha ido un líder de la democracia y su lección política resuena más fuerte aún con su partida, multiplicando su eco a lo largo y a lo ancho del país. Que sea aprovechada.
Pero la democracia debe ser comprendida en lo profundo de su acepción y origen, de lo contrario su implementación, fuerza y vigor permanente se irá anulando y si bien el espacio de hoy no es suficiente para ello, bien cabe trazar un laberinto de intenciones que finalmente se sintetiza en el logro de la sucesión de gobiernos electos por el pueblo sin manchas ni protestas y, seguidamente, como viene sucediendo desde 1983 con relación al poder ejecutivo, permitir su vigencia dejándolo trabajar sin considerarlo enemigo como puede pasar cuando las ideologías que no alcanzaron el poder se colocan en censores del trabajo oficial sin recordar que elecciones habrá muchas y prontamente y, dejar gobernar es ni más ni menos que fortificar el aparato democrático que mañana puede quedar en manos de otra ideología que encontrará así el camino allanado para sumar consenso en su función, con el agregado de que si bien nada puede llegar a ser perfecto, sí, puede ayudar al ciudadano en esta difícil lucha que pareciera abrirse en ocupar tiempo para la destrucción en lugar de ayudar en tiempos creativos.
De todos modos entendemos que el disenso es necesario, siempre que conserve la ética imprescindible como para no perjudicar al ciudadano que bien vale tener presente «1981, 82 y 83. Estos afiebrados años» que nos motivaron para escribirlo con el título de ¡Sálvese quien pueda! Ediciones Pregón de nuestra autoría que editamos en 1983.