¡Qué horas difíciles las que están viviendo algunos países de América del Sur! … y no es para menos ya que el norte es un viejo mundo milenario que tiene su mochila de debe y haber cargada de problemas, si es que ha querido monitorear a sus pares para exhibir su tan preciado liderazgo  y desde él engrosarlo con buenos dividendos  económicos  y  está viendo atosigado hacia el futuro por el mal trato dado al mundo natural que lo cobijó por sobre y debajo de la tierra y rodeó de bonanzas  allá por sus inicios mundanos  y que no valorizó ni amparó de tal suerte que al ir cerrándose el grifo natural  se ve en la necesidad de ir abriendo nuevos mundos  que  compensen las pérdidas sufridas en tan desafortunada andanada de progreso que exhiben , muy justificable y elogiosa por cierto, a ese mundo plácido de mayores comodidades y bienestar , algo tampoco injustificable,  pero que en parte emulando al norte y en parte deslumbrado por las normas que se exhiben desde afuera está olvidando lo elemental: que los recursos  que los suelos y productos de afuera y dentro que le proporciona la tierra seguirán el mismo curso del norte: se irán agotando ¿y entonces? estos pueblos del sur irán sufriendo el mayor de los males: el hambre que ya se está instalando, producida por  la entrega hacia afuera de parte de su reservorio bicentenario  estigma de los nuevos tiempos socio políticos que se corren.
Ante tantos males que acosan a algunos países latinoamericanos se destaca el nuestro que ha podido continuar sin mayores inconvenientes su serie de gobiernos democráticos que arrancara con la presidencia de Raúl Alfonsín y es así como el próximo 10 de diciembre la fórmula del Frente de Todos encabezada por Alberto Fernández  como presidente electo y Cristina Fernández de Kirchner  tendrán la nada fácil misión de bregar por la unidad nacional,  bastión imprescindible para encarar estos tiempos  en que muchas veces la razón se la trata de empujar por la sin razón.
Repasando el archivo  y como corolario de que la historia se repite, halle  una nota editorial  del 9 de noviembre de 2010 que creí interesante reproducir:

Individualismo utilitarista y hedonista        
“…La difusión de un relativismo cultural confuso y de un individualismo utilitarista y hedonista debilita la democracia y favorece el dominio de los poderes fuertes. Es necesario recuperar y reforzar una sabiduría política auténtica, ser exigentes en lo que concierne a la propia competencia, servirse críticamente de las investigaciones de las ciencias humanas, afrontar la realidad en todos sus aspectos, superando reduccionismos ideológicos o pretensiones utópicas, mostrarse abiertos a todo diálogo y colaboración verdaderos, teniendo en cuenta que la política también es un complejo arte de equilibrio entre ideales e intereses, pero sin olvidar que la contribución de los cristianos es decisiva únicamente si la inteligencia de la fe se convierte en inteligencia de la realidad, clave de juicio y de transformación. Es necesario una verdadera revolución del amor”
En esa incesante búsqueda por hallar aportes que contribuyan a esclarecer un tiempo que aparece confuso en cuanto hace a lograr equilibrio en juicios, actitudes, aptitudes y acciones en todos los campos de la actividad humana, así como acercarnos a la real dimensión que debe darse a la palabra cambio, tan utilizada en tiempos sociales y políticos, y a la que se pretende hacer actuar como latiguillo que una vez lanzado nos permite escapar de mayores preocupaciones sin trepar el camino de la realidad, nos encontramos días atrás en la sección “Comentarios” del diario Primera Edición, con una nota opinión del obispo emérito de Viedma, Miguel Esteban Hesayne, titulada “Políticos auténticamente cristianos” donde reproduce las afirmaciones del Papa Benedicto XVI con las que iniciamos esta nota, quien, con palabra sabia  e intelecto agudo aparece como analista de un tiempo político y deja esbozado en el ámbito de Iglesia, el papel del laico acompañando normas de recreación espiritual y de amor en materia política , tema por demás inflamable para el hombre de hoy.
Volviendo a la nota que nos ocupa, en ella dice el obispo Hesayne: “Es hora de comprender que no estamos simplemente en época de cambio, sino en un cambio de época.”
¿Un juego de palabras?, por supuesto que no, pero para comprenderlo  lo primero que se nos ocurrió fue indagar el significado  lato de “época” y nos encontramos con que por época se entiende “cierto espacio de tiempo determinado de alguna manera” y, como para cerrar concepto se acude a un ejemplo: “en aquella época viajábamos por Europa, fue en la época de la Revolución Francesa”, seguido por este otro: “Cierta parte del año designada de alguna forma: la época de la siembra”
De lo que sacamos en conclusión que para signar una época es imprescindible determinar el o los hechos de trascendencia que hacen posible que un tiempo se encasille en una época.
Por cierto que algo similar a la Revolución Francesa de ayer, ni la época de la siembra hoy pueden ser suficientes para cerrar una época y abrir una nueva en estos días en que el hombre origina y debe atender la más variada vertiente de ideas, pensamientos y comportamientos.
De entre la revolución social que todo aquello provoca, se pueden señalar hitos que sí, sean suficientemente absolutos.
Nos referimos concretamente a los grandes cambios que están transformado tiempos y por cierto que con los avances que se han logrado en el campo científico y técnico,  ya no cabe referirnos a una época de cambios y sí comprender que vivimos un cambio de época o, en todo caso, asistimos a un final de época y un principio de otra.
Aparece como lógico y simple, pero consustanciarnos con ello nos va a permitir ubicarnos mejor en el tiempo y sobre todo ir comprendiendo su realidad.

Historia Nacional
Presidencia de Alvear
El 4 de octubre de 1868 nació en Buenos Aires el doctor Marcelo Torcuato de Alvear. Se doctoró en el año 1890, época en la que actuó y se destacó en la revolución que estalló ese año para derribar al gobierno del entonces presidente de la Nación doctor Miguel Juárez Celman. Fue uno de los fundadores del partido político Unión Cívica Radical que, posteriormente, lo eligió como candidato y triunfó en las elecciones presidenciales del año 1922. Exaltado a la primera magistratura del país, asumió el cargo el 12 de octubre de 1922, recibiendo el poder de manos de don Hipólito Irigoyen. Gobernó hasta el 12 de octubre de  1828. Ocupó otros puestos de jerarquía, fue diputado nacional por la Capital Federal y ministro plenipotenciario de la República Argentina en Francia. “Su carácter y su cultura, su conocimiento de los hombres y de las cosas, lo llevó al difícil sentido del equilibrio durante el desempeño de sus funciones de gobernante, no creyendo en ningún momento que un hombre debe gobernar para su partido político sino para todos os habitantes del país que gobierna”. La presidencia dejó satisfechos aun a sus opositores. Desde el punto de vista  internacional el país se colocó en una altísima posición. La República Argentina concurrió a conferencias internacionales y se crearon embajadas en la Santa Sede, en Italia, en Francia, en Gran Bretaña, en México, en el Perú, en la República Oriental del Uruguay y en el Brasil. Por tal causa, y por su democracia sincera, muchos estadistas lo admiraron y lo aclamaron como un hombre talentoso. Falleció en Buenos Aires el 23 de marzo de 1942. Su muerte conmovió a la opinión pública, que vio desaparecer a uno de los últimos representantes de las familias tradicionales, ya que él había dio hijo del afamado intendente municipal de Buenos Aires don Torcuato de Alvear y nieto de general de la Independencia don Carlos de Ituzaingó.

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Categorías: Columnas de Opinión
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