Apagada que ha sido la lámpara votiva de la XXXVIII Fiesta Nacional del Inmigrante y hecha pública la euforia de los directivos de la Federación de Colectividades encabezada por su presidente, Juan René Hultgren, en el sentido de anunciar, con toda razón, que la Fiesta de este año ha sido un éxito, euforia que también han vivido todas las colectividades, las que en cada edición de la Fiesta ponen “al asador” todos los recursos humanos con que cuentan desgranando ese abanico generacional con aporte infantil, adolescente- juvenil, adultos y mayores en cada actividad de la que participaron y que incluye, emotivamente, su gran mundo, en que por diez días se transformó su casa típica y el Parque de las Naciones.
Sin embargo sobraron fuerzas para la integración total de esas colectividades que al hacerlo utilizan algo más del tiempo de su tiempo, ocupándolo en hacer brillar a sus jóvenes en el escenario mayor del predio ferial, consustanciados en sus bailes enmarcados en la tradición, en algunos casos de tierras más allá del gran mar; en la presentación de sus reinas, compitiendo por el título Nacional del Inmigrante, así como también de las princesas que las acompañan; en la elección infantil y mayor de príncipes y reyes; en la participación atlético-deportiva a través del maratón del inmigrante y juegos deportivos varios, así como en la invocación religiosa.
Cierto es que este año todo ha sido un poco más viable merced al apoyo económico del gobierno de la Provincia, algo que sumado a la colaboración municipal -es justo reconocerlo- cabe por cierto ante la magnitud que ha adquirido la Fiesta y a la vez da cuenta de la sensibilidad gubernativa para atender también esa necesidad de recrear su tiempo en tiempo ya que la gente, generalizando el término y sin exclusiones, no es ni puede ser un taquímetro o algo similar, contabilizando en su haber social únicamente su labor rentada diaria.
…y aunque se suela decir que segundas partes nunca fueran buenas, permítasenos seguir recreando nuestra pequeña “minerva” literal (ah! que antigüedad!)
Finalizada ésta como las anteriores ediciones de la Fiesta la gran pregunta asoma aquí ¿Cuál es el secreto que hace que esta Fiesta que se iniciara en 1980 mantenga incólume ese sortilegio que hace que el obereño la lleve latente en su mochila ciudadana y se sienta como anhelante por recibirla cada año que vuelve a ¿protagonizarla? que eso se siente con solo caminar por esas callecitas a cuyos lados asoman las casas típicas como invitando a visitarlas y permitiendo el encuentro familiar y social en ese marco de “su Fiesta”, así como que el visitante quede prendido a esa suerte de culto mayor hacia aquellos inmigrantes rendido en entrega total por sus descendientes y por quienes no lo son?
Esas preguntas, esa necesidad de desenredar la madeja de la intimidad social, y suerte de pivote generador del progreso obereño calando hondo en su identidad nos llevó a meditar y luego concretar explicaciones que nos fueron apareciendo, las que grabamos en un escrito literario que se publicara como Editorial en la revista editada por la Federación de Colectividades en oportunidad de la XXVII edición de la Fiesta y que reproducimos.
“El recuerdo inmigrante. La selva despertaba inquieta, el insistente gorjeo de los pájaros lo anunciaba, los habitantes del monte invocaban a sus dioses ante la noticia que, incesante, repetía el telégrafo ”tacuapí”, acunado por el viento, mientras la cantarina cascada de los arroyos se unía en un coro realmente cautivante.
Un día y otro día, aquí o allá, las hachas, machetes, “foisas”, “troceadoras” y arados abrían huequitos entre los árboles y los hombres blancos, venidos de ignotas regiones, iban descubriendo la intimidad aborigen de Yerbal Viejo e incluyéndose en su paisaje ; un paisaje que, hasta entonces, solamente de alteraba por el transitar de los guaraníes, caravanas de mulas con “bruacas” y alguno que otro contrabandista de caña y yerba que recorría la única “picada”, mientras que por los senderitos casi invisibles, se desplazaba la más heterogénea gama de animales de todo porte.
Peleándole al monte se fue colonizando Yerbal Viejo- hoy Oberá- que aparece así como el vaso receptor de ansiedades e ilusiones forjadas desde la raíz misma que los vio nacer y que un buen día los despidió hacia la zozobra de un incierto porvenir.
Y aquí llegaron, aquí sufrieron, aquí amaron, aquí se prolongaron en sus hijos y a la vuelta del camino, esa que señala la hora del recuerdo, aquellas primeras lágrimas derramadas ante la supuesta impotencia de vencer a la indómita selva, se transformaron en un sentimiento cariñoso a esta buena tierra que los recibió sin preguntarles de donde venían ni por qué lo hacían, abriéndose a sus requerimientos y haciéndolos partícipes y forjadores del progreso alcanzado por esta cautivante ciudad.
Aquella familia inmigrante fue comprobando que en paz y libertad las posibilidades de realización –entrega personal mediante- era posible en esta joven América que, en el juego de los tiempos comenzaba a levantarse prometedora ante la vieja tierra que mostraba su progreso, pero a la par vivía tiempos de aguda crisis política y social que provocaron el escape de su gente en busca de horizontes más promisorios.
Con el correr de los años, sus hijos nacidos argentinos, con profunda convicción encerraron en sus recuerdos tristezas y alegrías compartidas con sus mayores en aquella entrada colonizadora, pero en sus corazones perduró el cariño y el reconocimiento por el rostro ajado y patriarcal de aquel inmigrante que, en su juventud azarosa, les forjó el destino sudamericano.
Aquellos muy bien guardados recuerdos se brindaron generosos a toda la comunidad obereña la que, a través de la Fiesta Nacional del Inmigrante que se realiza anualmente y que desborda los límites lugareños, ha pasado a ser la mayor Fiesta de la Provincia de Misiones convocando al país todo.
Así, cada septiembre obereño es el tiempo de rendir homenaje y disfrutar la nacionalidad de sus mayores, atesorada en cada una de las colectividades. Así como permitir el transporte imaginario a otras tierras, por lejanas que fueren, adivinando sus suelos que muchos aún no conocen, sintiéndose tomados de la mano por los pocos inmigrantes que aún perduran y que son, por tal motivo, el testimonio viviente de esa epopeya colonizadora que va adquiriendo con el tiempo ribetes de leyenda.”
La Cita Histórica
Nación: Filántropo
1932- Falleció William C. Morris Filántropo- Educador. Nació en Elly, Cambridge. Inglaterra, el 15 de febrero de 1844. Llegó a la República Argentina en 1874, iniciándose al poco tiempo en actividades comerciales en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe. Más tarde en 1866, se radicó en Buenos Aires, trabajando como empleado en el Barrio de la Boca. En esta zona inició su obra en beneficio de la infancia indigente. En un local de la Avenida Almirante Brown instaló dos escuelas diarias y servicios religiosos (era protestante), en inglés y castellano. En 1998 fundó en el Barrio de Palermo una escuela con servicios anexos, donde concurrían los niños carenciados y de condición modesta. Esa clase de escuela, cuyos beneficios espirituales, morales y culturales se multiplicaban día a día en pro de la niñez y la adolescencia, se fueron diseminando en distintos puntos del país con el nombre de Escuelas e Institutos Filantrópos Argentinos. También por esa época fundó el Hogar del Alba que era a la vez albergue prodigando sus benéficos alcances. El 25 de Mayo de 1928, se inauguró la estación ferroviaria William C.- Morris, del Ferrocarril General San Martín, y el 25 de Mayo de 1959 en Agustín Ferrari, partido de Merlo (ferrocarril Domingo Faustino Sarmiento”), se efectuó la imposición del nombre de Williams C. Morris a una calle de la población, en memoria del recordado educador.
Oberá: Efemérides
(Junta de Estudios Históricos)
13/09/1971: Ateneo de Oberá
Con el auspicio del Círculo de Periodistas “Ignacio Ezcurra” comenzó sus deliberaciones en la Guardería de Niños “San Antonio”, el Ateneo de Oberá, creado por el semanario “Pregón Misionero”. La rimera reunión tuvo como tema central “Sacerdotes del Tercer Mundo”
Misiones: El Dato
*1er. gobernador del Territorio Nacional de Misiones: Cnel. Rudecindo Roca- Decreto del 1/1/1882- Capital Corpus (Ciudad de San Martín)- 5 dptos. San Martín, Piray, S. Javier, Monteagudo e Iguazú- Al federalizarse Misiones contaba con 11.149 hab. en 1893 con Posadas capital (Gob. Benjamín Moritán 1890-93) había 20.027 hab.