En ésta y sucesivas ediciones de verano de Pregón Misionero, tras el ocio vacacional, pretendemos satisfacer… la curiosidad que tengan nuestros lectores no ya solamente por conocer orígenes, comportamientos, y riquezas de este suelo misionero que desde un comienzo de su heterogénea población fue exhibiendo perfiles inéditos a través de aportes humanos de todo orden y sobre todo la necesidad de seguir tallándolo para así potenciarlo-.
Serán testimonios comprobables expresados con sabia simplicidad y en lenguaje diario, ese que no suele exprimir datos históricos rigurosos (tipo diccionario) sino aquello sucedido en la geografía provincial- y narrado siempre desde el punto de vista misionero y mejor aún si es fruto de la contemporaneidad del autor, más o menos cercana al acontecimiento que se divulga.
Nuestra primera entrega del pasado viernes se tituló: «Misiones: Origines, comportamientos y riqueza». Ahora nuestra segunda entrega:
Trincheras de San José (1)
1840. Las dificultades creadas por Rosas para la navegación del Paraná, obligaron al gobierno paraguayo a introducir las mercaderías recibidas del extranjero por vía del Brasil, desembarcándolas en Porto Alegre y cruzando Río Grande hasta San Borja para pasarlas luego a Paso Hormiguero y seguir por tierra hasta la costa del Paraná, frente a Itapúa, es decir, en el mismo lugar donde ahora se halla Posadas.
Para proteger este tráfico -dice un historiador anónimo el gobierno del Paraguay construyó un fuerte y extenso paredón de piedra en cal y arena, de dos metros y medio de alto por uno de ancho; el zócalo de más espesor que el resto de las muralla, formaba un escalón que servía para subirse en èl y hacer fuego por arriba del tapial que carecía de troneras y reductos para artillería; única entrada que se efectuaba por un ancho portón, de dos hojas, construido con gruesos tablones de lapacho, sobre marcos de urunday, estaba situado en el punto donde pasa ahora la calle Catamarca, entre las de Colón y Félix de Azara.
Este murallón, construido con materiales de las Ruinas Jesuíticas, arrancaba de un bañado que existía más arriba de la laguna y pasaba por la loma donde se encuentra el Hospital de Caridad, y, al enfrentar el monte del barrio denominado más tarde «24», en el empalme de la avenida Corrientes con la Avenida Mitre, formaba una gran curva que, tomando la dirección del Paraná, terminaba en los montes de la costa, más debajo de Punta Gómez, actualmente «polígono de Tiro. Esta curva cercaba un importa te perímetro lleno en su mayor parte de bosques, que empleaban frecuentemente como potrero para encerrar las arriadas de haciendas efectuadas en la vecina provincia de Corrientes y que, poco a poco, pasaban al Paraguay en pequeñas chatas a remo. Una gran parte de estas haciendas moría dentro de las trincheras por efectos del hambre, pues el número de animales excedía en mucho la capacidad del recinto destinado al pastoreo, o, a consecuencia del «mio-mìo», yuyo venenoso que se prodigaba mucho en estos campos, como se ha podido comprobar en la cantidad de osamentas encontradas en los lugares despoblados de los alrededores. Atempas, este murallón de dos o res kilómetros, llamado trinchera de los paraguayos, era el paso obligado a la exportación de haciendas y productos a Encarnación.
Este suelo se poblaba paulatinamente con brasileños y correntinos, con el movimiento continuo de carretas, llenas de productos y mercaderías de la región, antes desierta por los saqueos de Chagas, en la zona del Uruguay, y los de Francia (dictador paraguayo) en el Paraná. Hacían su recorrido desde Hormiguero, frente a San Borja y Paso Garruchos, argentino y brasileño- a ésta y viceversa. Los caminos empalmaban en Playadito, donde había constantemente una guarnición paraguaya. En 1849 los paraguayos volvieron a invadir la región nacional, hasta la barra del Aguapey, quemando todo cuanto encontraron en su paso y llevándose cerca de 300.000 cabezas de ganado vacuno y 20.000 caballos, dejando nuevamente desierto este codiciado suelo, con una guarnición constante en San José.
1864. El gobierno de López, al prepararse para la guerra, reclutó toda la gente que habitaba este lado del Paraná, reuniendo en Villa Encarnación, según el historiador, coronel Thomson, 17.000 hombres de 16 a 50 años, a quienes disciplinó rigurosamente, conservando una guarnición en Playadito y ocupando aún toda la costa argentina del Uruguay, desde el Aguapey hasta las tranqueras de Loreto (Ituzaingò), donde tenía cuartel y guardia militar.
1865. A fines de este año, el gobierno del Brasil empezó a enviar elementos bélicos a estas reglones casi desiertos debido al reclutamiento efectuado por el gobierno paraguayo. La primera división brasileña
acampó cerca de San Carlos en la costa del Aguapey, donde quedó por espacio de cinco años en observación, recibiendo refuerzos que mandaban a incorporarse al ejército aliado, en el Paso de la Patria y en otros puntos.
1869. A principios de este año, la cuarta división comandada por el general José Gómez Portinho, que traía a la vanguardia al coronel Isidoro Reguera Paiva, después de pelear en Capón Paraguayo (Playadito) y retomado 20.000 cabezas de las haciendas que los paraguayos pasaban por Candelaria, invadió el Paraguay por el punto llamado entonces Itapúa.
El cuerpo de caballería «24»habìàse instalado dos meses antes de la llegada de la división Portinho, fuera del mencionado murallón en una loma boscosa, conocida hasta hace poco con el nombre de «Barrio Veinticuatro».
Toda la división de referencia pasó a Encarnación, previo reconocimiento por medio de las cañoneras «Grinhe», «Fernández Vieira», «Enrique Dìaz» y dos lanchas remolcadoras armadas con un cañón a proa.
En la trinchera quedó de guarnición un escuadrón de caballería compuesto de unos ciento cincuenta hombres, a las órdenes del intendente Ismael Menezes, como comandante de la frontera de Alto Paranà.
Poco después del paso del ejército brasileño, según informes suministrados por uno de los fundadores sobrevivientes, todo el pueblo radicado en Aguapey que había venido desde San Borjas, Santo Tomé y sus alrededores como proveedor de la tropa una parte, otra en busca de trabajo, garantías y medios de vida, en menos de ocho días trasladase a ésta en caravanas de carretas, formando en un mes una calle de ranchos aproximados que se extendían desde el puerto, en diagonal, hasta el portón de la trinchera, estableciendo en ellos los distintos ramos de comercio a que cada uno se dedicaba.
Todos establecieron sus comercios, tiendas, almacenes, fondas,
panaderías, proveedurías, casas de préstamos, etc. sobre la parte del puerto, echando así los cimientos del futuro pueblo llamado Itapúa, nombre de la antigua reducción jesuítica que sirvió de base al pueblo de Encarnación.
1870. Terminada la guerra con el Paraguay varios oficiales del ejército brasileño, comprendiendo las ventajas comerciales que reunía este punto, para emprender trabajos de resultados positivos, resolvieron establecerse definitivamente liquidando sus intereses y haciendo venir a sus respectivas familias del Brasil.
Con los referidos elementos radicados ya y otros ambulantes que suministraban productos y mercaderías a los pueblos del empobrecido Paraguay, Itapúa alcanzó activo movimiento y aumento de población considerables, presagiando la estabilidad de los habitantes.
1871- El gobierno de Corrientes, conociendo la importancia e incremento comercial, número de sus habitantes, su ventajosa y estratégica posición, para el intercambio de progreso con el Paraguay porcel puerto de Encarnación, resolvió la desalineación y deslinde del futuro pueblo de acuerdo con el siguiente decreto: «Corrientes. Abril primero de 1871″Debiendo procederse a la mensura y deslinde del terreno en que debe fundarse el pueblo, Capital del departamento de Candelaria el vicepresidente 2º de la H.C.L., en ejercicio del P.E., Decreta
Art. 1º-Encàrgase al agrimensor don Francisco Lezcano con la remuneración de quinientos pesos fuertes, la delimitación y amojonamiento del área del pueblo, «Trincheras de San José» y sus ejidos. (continúan los artículos hasta el 11º)
«El señor Francisco Lezcano dio inmediatamente principio a su trabajo el que fue ratificado más tarde por el agrimensor Juan de Irigoya. Ambos agrimensores han tenido dificultades, decían, en tirar las líneas por la constante variación de la brújula, suponiendo que fuera debido a la fuerte cantidad de hierro en el terreno a mensurar. También dificultaba la mensura la topografía del suelo, con fuertes declives y en su mayor parte cubierto de monte y zarzales, probando así que la mensura fue hecha por agrimensores muy competentes por cuanto Posadas es una de las ciudades bien delineadas.
Aprobada la mensura de, pueblo, su población aumentó considerablemente con nacionales y extranjeros, comerciantes y empleados públicos.»
(1)-De: Revista del Centro Universitario Misionero de La Plata -junio de 1944-. En ocasión de celebrarse el cincuentenario de la fundación oficial de Posadas, el 18 de octubre de 1922, doña Clotilde M. González de Fernández, antigua vecina de la ciudad y distinguida educacionista, escribió esta breve reseña histórica).
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