En Dresde, el encargado de negocios le da un pasaporte para continuar el viaje el 3 de octubre. De allí viajan a Praga, y cruzando el Danubio, el 14 de octubre llegan a Viena; donde Miranda consigue otro pasaporte en latín, donde figuraba como un hidalgo español que se dirigía a Estambul.
   El 26 de octubre, Smith vuelve a Londres y Miranda siguió viaje a Hungría y de allí a Trieste, de cuyo puerto sobre el mar Adriático pasa a visitar Italia y Grecia. Pero por un cambio continuo de sus planes de viaje, el 25 de octubre lo encontramos en Viena y de allí parece desaparecido a pesar de que cada tanto aparecían noticias de su presencia en los lugares más dispares, que siempre eran falsos. Y él seguía viajando, bajo falsos documentos, por toda Europa hasta visitando ciudades y naciones bajo nombres falsos. Hasta que consiguió un pasaporte para entrar en Rusia el 23 de septiembre de 1786.
   Las relaciones de Miranda con Rusia, abarcan toda una fase de su vida, desde octubre de 1786 hasta octubre de 1792.
   Queriendo se podría seguir paso a paso su vida y sus obras en forma detallada, porque él todo anotaba, aún los hechos más simples de la vida de los pueblos que visitaba, y a menudo comunicaba lo más interesante o novedoso a instituciones o amigos de todo el mundo.
   Todo esto explica por qué, conociendo mi amor por la historia, mi querida ex alumna me recibió en el aeropuerto de Moscú con este libro.
   En este viaje conocimos Moscú, siempre acompañados por guías que se turnaban y nos llevaban, en un tour, a conocer toda la ciudad y sus alrededores.
   De Moscú, en tren partimos por San Petersburgo, que es sin duda una de las ciudades más hermosas del mundo, y  cuyos palacios recuerdan a los de la París histórica. De todos estos palacios el más antiguo es el Palacio de Invierno, un modelo del estilo barroco-ruso. Su arquitecto fue el italiano Bartolomeo Rastrelli que, además de éste, construyó otros 5 palacios. Todos grandiosos y ricos en arte escultórico y pictórico.
   Pero el que nos interesa en este momento es el Ermitage, en el cual la cultura se funde con la brillante y trágica historia de la Nación Rusa.
   El museo formó parte de los palacios, juntamente con el Teatro, con el Ermitage propiamente dicho y con el Palacio de Invierno.
   «Ermitage» significa lugar de reposo.
   Hoy día es el museo más variado del mundo: en él se encuentran objetos de Oro de los Escitas, vasos griegos antiguos, cuadros de Matisse y Picaso, la principal Sala de Teatro de Rusia, la Galería Militar, Monumento de la Victoria sobre Napoleón, las piezas de Catalina II, el estudio donde murió Alejandro II, herido en un atentado, el pequeño comedor donde fue arrestado el Gobernador provisorio en 1917.
   Los espíritus de la historia rusa parecen vagar por las salas del Ermitage y esta sensación da al museo un cierto significado particular, que ejerce una influencia emocional en cada visitante.
   Entre las obras pictóricas del palacio-museo vi, por primera vez, el cuadro del pintor holandés Rembrandt: «El regreso del Hijo Pródigo», pintado en 1662 (foto).
   El cuadro se inspira en la parábola del evangelista Lucas (c. 15, v. 11-32) e inspiró al escritor Henri Nouwen para escribir el hermoso libro: «El regreso del hijo pródigo (Meditaciones ante un cuadro de Rembrandt)».
   La escena representa el momento cumbre del perdón del padre frente al hijo arrepentido de su propia conducta. Rasgo de arrepentimiento es que comparece con el cabello rapado y se arrodilla ante el padre. Viste «andrajos» con agujeros. El anciano lo acoge con un gesto amoroso y casi protector, expresando así sentimientos de Misericordia y Compasión. Coloca las manos amorosamente en la espalda del hijo.
   A la derecha observa la escena un personaje identificado como el hijo mayor: viste de manera lujosa y con un yelmo dorado. Al fondo hay dos figuras no identificadas.
   La luz incide directamente en la pareja padre-hijo, y en el rostro del personaje de la derecha. El resto de la composición queda en la sombra.
   Se ha relacionado el tema de la obra y su forma de expresarla en el momento personal con el momento que pasaba Rembrandt, viejo, solo y arruinado, ya próximo a su muerte. De allí que logra transmitir una sensación de tragedia llevada a un símbolo de significado universal.
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Categorías: Columnas de Opinión

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