Finalizados han los juegos Olímpicos Brasil 2006, los mismos que tiempo atrás fueron hostilizados vaticinando que la violencia (palabra mayor en estos tiempos) podría desatarse durante su transcurso, máximo teniendo en cuenta que participaron países de distintos continentes, pero que, felizmente, brillaron en todo sentido, no podemos escaparnos de realizar un comentario al margen de lo deportivo y es la alegría que notamos en la gente ante la cordial amistad y buen entendimiento de tantas y tantas personas que participaron de los mismos, incluyendo por cierto al público que, ocasionalmente, pudo haberse desmadrado un poquito pero ese desmadre es justamente lo que permite la realización de este tipo de competencias que rivalizan  y compiten contenidas en un  fuerte sentimiento de brindarle a su país las medallas que podían lograr y bajo cuya bandera actuaron.
   Así es como vimos llorar a unos, festejar emocionados a otros, y hasta haciéndolo lesionados a los que en su empeño por brindarse sufrieron las consecuencias del trajín deportivo.
    Postales como las que describimos y que se nos acercaron merced a la pantalla nos permitieron alejar por unos días las imágenes de indeseada cotidianeidad en las que con toda crudeza y hasta mal gusto se muestra la otra actitud de la gente para con su prójimo y nos escandalizamos aunque hasta nos acostumbramos a ver el avance sostenido de escenas de inaudita impiedad reflejadas de la vida real dentro y fuera de nuestras fronteras, todo un abanico espeluznante que incluye a gente de cualquier sexo y edad por lo que no escapan siquiera los niños.
      Así llegamos a una conclusión que seguramente compartimos. No se trata de que antes todo fuera mejor (y ese antes puede tomarse a distancia) sino que la inteligencia del hombre ha permitido que la técnica avance de tal manera que -al menos en nuestro mundo occidental- estemos al tanto y de inmediato de todo lo que sucede
y  en el caso del aquí mencionado anteriormente, la pantalla mayor y los medios de comunicación nos ofrecen dentro de ese cúmulo de informaciones de todo orden – y del que hoy tomamos lo crudo y escabroso- imágenes y comentarios de hechos similares a los que se viven hoy en el ayer, sin que trascendieran, salvando las distancias de ese hoy y ese ayer en que esos hechos pueden  multiplicarse debido al incremento poblacional.
Sí, se puede
   Nos pusimos a meditar en el -sí, se puede- ante la necesidad de convivencia pacífica y confiada, mezclada con alegrías que tiene la gente, así como estrecharse en un simbólico abrazo de polo a polo entonces bajo el  brillar de la llama olímpica «descubriendo» pueblos y naciones en algunos casos hasta desconocidos para muchos.
    Es evidente que la gente, en un horizonte que cada día se extiende más está ansiando poder vivir en paz, frase retórica y que puede aparecer como utópica en estos tiempos en los cuales no resulta fácil recomponer un  tablero social que viene sufriendo los embates de una consecuente prolongación de actitudes políticas repitientes, que influyen negativamente en el espectro socio-financiero de nuestros días y, más allá de las ideologías, soporte que fuera imprescindible para la construcción de un mundo que -aunque  no sin dificultades- fue logrando el progreso de los pueblos, a la par que un crecimiento poblacional creciente que acentuó la franja de desigualdades que hoy alcanza en mayor  grado a la clase media, bastión imprescindible que hoy está en jaque ante «tarifazos», inflación, desocupación.
   En síntesis, y a lo que queríaemos llegar es que las recetas de conducción política de los pueblos ante el meteórico crecimiento de la ciencia y de la técnica, la superpoblación y el lógico avance de los nuevos tiempos necesitan un urgente sinceramiento que incluya a las partes en juego en el tablero nacional. Tarea nada fácil por cierto pero que  está resultando más que necesaria para que los carriles de la administración pública antes de tomar una medida que involucre de una u otra manera al pueblo, se oxigene consultándolo a través de los instrumentos previstos por la Constitución Nacional.
La marginalidad
   Volviendo al sí, se puede digamos por el momento, es algo más ilusorio o más un deseo que una afirmación positiva y eso es así mientras no se pueda resolver el problema de la marginalidad social «… se ha colocado todo el énfasis en la dimensión política de la ciudadanía, mientras que se daba por descontada la dimensión civil y se le prestaba una atención casi exclusivamente retórica a la dimensión social» (T-H. Marshall, cita efectuada por José Nun en «Marginalidad y exclusión social» (2003)
   A lo que agregaba el autor mencionado «en primer lugar, la población latinoamericana goza muy incompletamente de los derechos civiles, como lo evidencian en la mayoría de los países la crisis, la insubordinación política de los sistemas de justicia; la privatización y feudalización de los aparatos legales según regiones, los repetidos intentos de coartar las libertades de prensa…» Cierto es que existe importantes progresos en cuanto a estos puntos, pero sin embargo no alcanzan siquiera a mitigar la marginalidad a la cual se refirió el Papa Francisco recientemente solicitando «ser sensibles ante el grito de dolor de tantas personas marginadas y descartadas, que postradas en su pobreza  buscan una mano amiga que los ayude»
   Por su parte el presidente Mauricio Macri expresó que trabajará en conjunto por un país con pobreza cero, es de desear que lo logre, sin embargo la pobreza a la que consideramos una de las causantes de la marginalidad en lugar de bajar, sube y las recientemente conocidas cifras de su índice nos muestra a las claras que cada día se hacen más pobres en nuestro país.
Historia
«Fray Mocho» (1)
Es posible que no se sepa mucho sobre quien fue «Fray Mocho» valga recordarlo en el aniversario de su nacimiento.
   Nació en Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos, José Ceferino Álvarez el celebrado y aplaudido Fray Mocho, su seudónimo. Fueron sus padres, Desidalderio Álvarez y doña Dorina Escalada, ambos de origen uruguayo.              Poco antes del nacimiento de quien iba a honrar las letras  argentinas, Desiderio Álvarez se radicó en aquella ciudad entrerriana, dedicándose al comercio.
   En edad conveniente, su hijo José Ceferino Álvarez, ingresó al histórico colegio de Concepción del Uruguay, fundado por el general Justo José de Urquiza y aún flota en el ambiente el recuerdo del aristócrata de la pluma en la Fraternidad, la legendaria institución del mismo lugar. Fundó una de las revistas más notables, no solamente por su jerarquía literaria sino por su difusión y su modalidad, Caras y Caretas que apareció el 8 de octubre de 1898. ¿Quién no recuerda sus famosas caricaturas de personalidades nacionales y extranjeras? Además sus colaboradores fueron  de gran vuelo. Fray Mocho fue autor de Memorias de un vigilante; viaje en el Mar Austral y Viaje al país de los matreros. Este último libro sirvió de inspiración al pintor rosarino Raúl Domínguez quien tomó los sitios donde transcurre la acción del mismo para ejecutar una obra de mérito, la que obsequió a doña Arminda Álvarez de Banasch, hermana del famoso escritor entrerriano.
   Murió el 23 de agosto de 1903.
   (1) En nuestra biblioteca contamos con  un ejemplar de «Cuentos de Fray Mocho», próximamente reproduciremos alguno para que se conozca esa literatura criollo-italiana por lo que no se escapa el lunfardo. Lo prometemos ¡Ah, promesas!
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Categorías: Columnas de Opinión
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