Continuamos nuestro camino de Misericordia, para ir aprendiendo cada día más a ser «Misericordiosos como el Padre». En la misericordia tenemos la prueba de cómo Dios ama. Él da todo de sí mismo, por siempre, gratuitamente y sin pedir nada a cambio. Viene en nuestra ayuda cuando lo invocamos. Así también, en este Año Santo, seguimos viendo este camino en el cual podemos ejercitarnos en las obras de misericordia. Consideremos ahora, dos obras más de misericordia y las acciones sencillas que podemos intercalar en nuestra vida personal, cotidiana y comunitaria. Vestir al Desnudo: Dios, en aquella noche del pecado original, hizo para Adán y Eva unas túnicas de pieles y los revistió ya que ellos sólo tenían taparrabos, entretejidos con hojas de higuera (Gn 3, 7.21) y le recuerda a su pueblo, a través de Moisés, su amor providente, que no hace acepción de personas ni se deja sobornar […], ama al extranjero y le da ropa y alimento (Dt10, 17-18). Así los miembros del Pueblo de Dios son invitados a vivir esta solidaridad con sus hermanos más necesitados (Is 58,6-7) como expresión de un corazón convertido al Señor. Propuestas para asumir: 1- Donar ropa limpia y arreglada para que Cáritas la distribuya. 2- Ofrecer mi tiempo y habilidad para arreglar o mejorar ropa que haya sido donada. 3- Tejer frazadas «sociales». 4- Tejer escarpines, etc., para bebés de familias indigentes. 5- Apadrinar algún ropero comunitario o de alguna familia de la comunidad. 6- Ofrecer mi tiempo y disponibilidad para ordenar el ropero de Cáritas. «Este es el ayuno que yo amo dice el Señor […]; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne (Is 58,6-7) Visitar al Enfermo: La visita a los enfermos y la oración por ellos es ponderada y reconocida por el mismo Dios, tanto en el Antiguo (Eclo. Como en el Nuevo testamento (St 5, 14-15). En esta obra de misericordia no se trata de visitas eventuales sino de una verdadera atención al que está enfermo o debilitado, por la indigencia o el paso de la edad. Vemos algunas propuestas de acción: 1- Participar con los miembros de la Pastoral de la Salud, de visitas voluntarias a hospitales. 2- Colaborar en áreas de sanidad, barrial o municipal, como voluntario. 3- Visitar a vecinos ancianos o enfermos, sistemáticamente durante el año o el tiempo que dure su aflicción. 4- Asistir/ayudar en sus necesidades a algún anciano o enfermo del mismo edificio o del barrio donde vivo. 5- Organizar y participar de alguna visita a Hogares, sean geriátricos, psiquiátricos, etc. 6- Colaborar, con mi tiempo y disponibilidad, con la Pastoral de la Salud.
   Así leemos en la Sagrada Escritura «Un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo» (Lc 10,33-34).
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Categorías: Columnas de Opinión
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