La misericordia es el modelo habitual con el que Dios llega al corazón de los hombres con su abrazo paternal de vida. Estamos viviendo el año Jubilar de la Misericordia.  El Papa Francisco nos ha invitado a este Jubileo Extraordinario donde la misericordia sea el centro de atención de nuestra mirada religiosa y también en nuestra tarea como ciudadanos.
   El desafío es abrir los ojos para identificar las dificultades y los sufrimientos en aquellos que nos rodean. Acogerlos con un corazón abierto, disponible para acompañar, sostener y alentar en sus necesidades, como Dios misericordioso acompaña y sostiene a cada uno de nosotros. Así podremos ir descubriendo en nuestras vidas que el Dios de la Misericordia no da la oportunidad de compartir el amor que de Él recibimos y con el que nos cuida.
   La misericordia, no es solo un atributo de Dios, sino una propuesta de vida para todos sus hijos. Nos dice el Papa Francisco en el inicio de la Bula Jubilar «Misericordiae Vultus»: «Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre»[…] El Padre, `rico en misericordia` (Ef. 2,4). Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios». Nos mueve a contemplar la admirable misericordia de Dios por nosotros y nos mueve a dejarnos transformar por Él y a manifestar en nuestra vida la misericordia con todos los que nos rodean… Este Año Santo, al que nos ha invitado el Papa Francisco es una oportunidad de responder personal y comunitariamente a esta invitación de Jesús. La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como discípulos suyos. Redescubramos las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos».
   Desde la Comisión Episcopal de Catequesis y Pastoral Bíblica, nos proponen considerar el significado de cada una de ellas y acciones sencillas que podremos intercalar en nuestra vida cotidiana, personal y comunitaria. Dar de comer al hambriento: propuesta para asumir: 1- Visitar solidariamente algún comedor vecinal o parroquial; 2- Colaborar con alimentos para ser distribuidos por Cáritas parroquial; 3- Preparar alguna comida y compartirla con personas en situación de calle…; 4- Invitar a una familia o persona necesitada a comer en casa; 5- Ayunar de algún modo (golosinas o frutas, o solo arroz, etc.) y ofrecer lo ahorrado como ofrenda a algún vecino o a través de Cáritas; 6- En la compra del Supermercado separar parte de la compra para compartirla con alguna familia
   «Si ofreces tu pan al hambriento y sacias al que vive en la penuria, tu luz se alzará en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía» (Is. 58,10). (Conferencia Episcopal Argentina, Oficina del Libro, Misericordiosos como el Padre, 2015).
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Categorías: Columnas de Opinión
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