El 13 de septiembre de 1810 la Primera Junta de Gobierno dispuso la creación de una Biblioteca Pública que con el tiempo se convertiría en Biblioteca Nacional. En esa fecha, 13 de septiembre, se celebra el Día del bibliotecario, qué mejor, estando como estamos próximos a vivir la XXXIX edición de la Feria Provincial del Libro que se desarrolla anualmente en nuestra ciudad que sumergirnos en las páginas de la historia y recordar el surgimiento de la escritura y la Biblioteca de Asurbanipal como punto de arranque de esa necesidad que ha tenido, tiene, y tendrá el hombre de ampliar sus horizontes, de abrirse al mundo a través del conocimiento revelado en los instrumentos que, como el libro, inunda las bibliotecas ofreciendo la recompensa sin parangón de hacer posible tales deseos.
Información y entendimiento
   «Yo, Asurbanipal, comprendí la sabiduría de Nabú, aprendí comprensión de todas las artes de la escritura de tablas. Aprendí a disparar el arco, a montar en caballos y carros y a sostener las riendas. Marduk, el sabio entre dioses, concedióme el don de información y de entendimiento, Ernurt y Nergal hiciéronme viril y vigoroso, de fuerza incomparable. Comprendí el arte del sabio Adapa. Los ocultos secretos de todo el arte del escriba (*); en edificios celestiales y terrenos, leí y medité, estuve presente en la reuniones de letrados, observé los presagios, expliqué los cielos con los doctos sacerdotes y recité las complicadas multiplicaciones y divisiones. Los bellos escritos en sumerio, llenos de oscuridad, los en Acadio, difíciles de retener en la memoria, era mi gozo recitarlos. Monté potros, cabalgué en ellos con prudencia, de modo que no fueran violentos, lanzaba el arco y lanzaba la flecha, signo de guerrero. Arrojaba las vibrantes jabalinas como cortas lanzas… Sostenía las riendas como un auriga… Tuve las ciencias que todos los escribas de buena suerte poseen cuando están en la época de la madurez. Al mismo tiempo lo que corresponde al señorío y seguía mi rumbo real» (Enciclopedia Británica- Tomo I)
La Biblioteca de Asurbanipal
   Entre las más importantes colecciones de documentos descubiertos, es digno de mención la llamada «Biblioteca de Asurbanipal» rey asirio (669-627 a.d.C, integrada por unas 22.000 tablillas (**) en perfecto estado de conservación y hallada entre las ruinas del palacio de este monarca en Nínive. En ellas se tratan los más diversos temas: gramática, diccionarios, listas oficiales de ciudades, tratados de matemáticas y astronomía, libros de magia, tratados religiosos, ciencias, arte, mitología, literatura y crónicas históricas. Entre las obras de Literatura se destaca el antiquísimo «Poema de Gilgamesh», el gran héroe sumerio. Este gigantesco y bondadoso pastor dotado de valor indomable, sufre toda clase de aventuras y persecuciones de los dioses, por su afán de conseguir la hierba que  lo hará inmortal. Finalmente, ante el fracaso de sus esfuerzos, Gilgamesh se resigna a su triste condición humana.
La escritura cuneiforme 
   Como los mesopotámicos desconocían el papel, desde los más remotos tiempos de su historia, representaban sus ideas por medio  de dibujos grabados con punzones de caña o hueso sobre tablillas de arcilla que luego hacían cocer en hornos.
   Los sumerios («Período Sumerio- Escritura cuneiforme. Año 3000 a.d.C.) idearon un sistema de escritura denominado cuneiforme, porque en ella predominaban las forma de clavos o cuñas, y en el que cada signo representaba -al estilo jeroglífico- un objeto o una idea. Este sistema fue adoptado luego por casi todos los países de Oriente.
   Más adelante, los asirios y caldeos simplificaron grandemente la escritura cuneiforme, de modo que cada signo representaba una sílaba o sentido compuesto, así se los podía combinar y formar palabras.
   No llegaron, con todo, al abecedario. O sea a la representación de los sonidos fundamentales por signos separados, como lo harán los fenicios.
Los escribas
   Los escribas gozaban  de gran consideración social y sus servicios eran frecuentemente reclamados. Las tablillas halladas contienen testimonios de testamentos, contratos de compraventa, matrimonios, etc. Además de los términos del documento, el escriba siempre consignaba el nombre del rey y el año de su reinado.
   En 1847, Asusten Henry Layard, descubrió bajo un montículo de la ciudad antigua de Nínive las ruinas del palacio de Senaquerib, entre las que se encontraba la biblioteca de Asurbanipal. Por su parte el arqueólogo Henry Rawlinson encontró una inscripción en la roca de Behistún con un texto políglota de la época del rey persa Darío en antiguo persa, elamita y babilonio. Su estudio sirvió para poder traducir e interpretar la escritura cuneiforme de los textos de las tablillas de la biblioteca.
Ex libris e incunables
   Los bibliófilos integrantes de la élite de la Edad Media, privilegiados ellos, ya que tenían acceso a los escasos manuscritos y códices miniados, encantadoras piezas de colección que se elaboraban pacientemente en los conventos, decidieron utilizar una marca de propiedad para resguardar sus tesoros y como se trataba de gente de alcurnia lo hacían hendiendo hierro ardiente sobre la cubierta de sus ejemplares. Así, los «ex-libris» quedaban identificados y se sabía a quién o a que biblioteca pertenecía,  para evitar que los pícaros se apropien de los libros prestados. Estos ejemplares de colección que habrían nacido en Alemania en el siglo XV, al mismo tiempo que la imprenta, tenían la particularidad de presentarse con los más variados motivos: religiosos, eróticos, macabros, infantiles, femeninos, recurriendo sus propietarios, ricos burgueses, a encargarlos a dibujantes y pintores de renombre.
   Como colofón de la rara especie que narramos valga decir que no faltó el español, ya del siglo XVIII, que anotó así :»Toma, lee, estudia, aprende/ y a Juan Carvallo Vera/ vuelve el libro, pues del era/ su biblioteca lo pretende.
    En toda biblioteca se precia ¡y cómo! al libro «incunable». Se trata de ediciones hechas desde la invención de la imprenta hasta principios del siglo XVI. Recordamos que nuestra biblioteca familiar tenía un incunable, tal vez por no haber utilizado el método  empleado por Carballo Vera desapareció y con ello se nos fue esta orgullosa «rara avis».
    Encargamos releer el «Yo, Asurbanipal…» entendemos que allí se sintetiza todo lo que puede, todo lo que alcanza, todo lo que descubre un libro y la importancia que tiene la Biblioteca, en especial la pública, que, como nuestra Domingo Faustino Sarmiento, ahora secundada por otras populares amén de las muchas privadas de colegios o facultades, son verdaderos faros que irradian cultura y ayudan a través de sus libros a darle sabor a la vida.
(*) La escritura cuneiforme era extremadamente complicada. Sin embargo vivió en Asia Occidental hasta la era cristiana. Se hacía muy difícil el arte de leer y escribir. Ello hizo surgir una clase social que pasó a ser sumamente preciada  por dedicarse a esa tarea, los escribas, posteriormente cuando los mesopotámicos llegaron a concebir las sílabas y a separarlas en las palabras, distinguiendo ciertas vocales: a, i, u, este descubrimiento, que ponía a la escritura, hasta entonces privilegio de los escribas, al alcance de mayor cantidad de gente, lo que parece haberse realizado en la costa siria.
(**) Para escribir no utilizaron el pergamino ni el papiro, sino unos moldes de tierra blanca en forma de tablillas, que luego horneaban, quedando los caracteres grabados en forma indeleble. Por ese procedimiento cada tablilla o ladrillo, que también estaba numerado, era en la práctica la página de un libro. Fácilmente podemos entender que se necesitaban varias pilas de tablillas para componer un libro como el que ahora leemos. Una serie de libros o volúmenes  formaban una biblioteca.
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Categorías: Columnas de Opinión
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