El mar se encrespa, estalla y luego se calma ¡qué semejantes al mar somos los hombres!… contribuyamos a la calma. Aparece como necesario.
En un tiempo en que los atardeceres se alternan entre el infierno y el paraíso, en uno de estos últimos recibimos la confesión del amigo ¿confesión?, no, más bien el lamento que puede producir el pensar que está cayendo toda una estructura socio cultural enancada en el 2 x 4 que venía haciendo roncha desde que “el morocho del abasto”, el inmortal Carlos Gardel, lo popularizó en el mundo.
Pero ya desde décadas antes, aunque sin poder entrar todavía en el mundo “estanciero” porteño, ese mundo que pretendía clonar París en Buenos Aires, el tango, todavía con fuerza de candombe, pudo darse el lujo de impulsar, desde los arrabales porteños, ese baile con cortes y quebradas y muy sensual por cierto a Europa y a los Estados Unidos.
Lo que decimos lo avalamos con un ejemplar de la que fuera revista que bien pudo haber sido de cabecera de nuestros padres o abuelos y que se llamó “Fray Mocho”.
Ésta que vamos a utilizar hoy está fechada el 28 de julio de 1913, algo más de cien años atrás así que la hemos elegido reina de nuestra biblioteca y entregado el diploma “anti-polilla” que, sin duda lo tiene más que bien merecido por su longevidad en el anaquel.
Y allí, una página sin número, no porque se borrara, seguramente porque por su edad no lo recuerda, titula “El tango en Estados Unidos” “Lo que dice el actor Vernon Castle” que luce bailando con Julia Anderson el tango argentino en la opereta “The sunshine girl”, eso en la fotografía del ángulo superior izquierdo de la página, porque más abajo, en el centro, aparece nuevamente, esta vez muy apretadito ensayando un nuevo paso con una alumna ya que era “reputado profesor de tango de los Estados Unidos”.
Si tuviéramos algo de cultura en el rubro modas, describiríamos los ropas que mostraban las parejas fotografiadas pero como no, no.
Y sí, damos paso a la nota o a parte de ella que tampoco es del caso internarnos en un laberinto sin salida, todo para poder interpretar mejor la confesión lamento de nuestro amigo.
Y vamos al grano que aquí no hay desperdicio:
“¡Quién iba a pensarlo!. El candombe del tiempo de la Pajuela, aquel de las negradas federales, a la vuelta de los tiempos transformado en danza de orillero, ha ido a dar en París, Londres, Viena y Nueva York en carrera triunfal venciendo al mismo vals… a Strauss y a Cremieux, a los mismos zínganos también!…
Pero la cosa no se dio tan livianita, se impuso el tango en el Viejo Mundo pero no fue fácil, hubo prohibiciones eclesiásticas y castrenses y si no, pruebas al canto: léase el juicio que hace del tango el célebre actor y bailarín Castle, según un reportaje que hizo entonces el magazine yanqui “Metropolitan”.
“Preocupado por las denuncias hechas desde el púlpito sobre la inmoralidad del tango y la alarma consiguiente de las madres, he querido preguntar a Mr. Castle –que además de bailar el tango como nadie en Estados Unidos, ocupa todo su tiempo fuera del teatro en enseñarlo, -que piensa sobre la cultura, decoro y ataque a la moral de esta danza.
“La gente inculta, -contestó muy rápidamente- puede hacer vulgar cualquier baile. Tampoco el vals es bonito cuando la gente vulgar lo baila “Es cuestión de techo” -continuó- Quien haya realmente aprendido a bailar el tango, no le encontrará en adelante atractivo alguno al zarandeado vals, pero la gente, con raras excepciones, carece de paciencia para aprenderlo bien e imagina que lo sabe, pero no es así, porque es mucho más difícil que el mismo vals.
“La razón de esta dificultad consiste en que hay que bailarlo a contratiempo: se deja pasar una nota en tanto que usted no hace un solo paso y debe esperar un poquito la música hasta que en un momento dado se dan los pasos juntos, como en el “turkey trot” del vals.
“-¿Y de donde ha venido el tango?
“-¡Ah! viene de la Argentina. Fue verdadera danza nativa en sus orígenes. Allá solamente tiene tres pasos y se baila al compás del monótono candombe. Nosotros lo recibimos por vía de París. Un cierto llamado “Anchurina”, que es secretario o algo por el estilo de la legación argentina, es el mejor bailador de París y lo introdujo “chez Máxime”. Él lo bailaba con ocho pasos. Pero ahora tiene un número ilimitado –cerca de cien- y nosotros creamos nuevos pasos todas la semanas.
“-¿Cuál es la mejor música para él?
“-“La Paloma” es el mejor tango -¡Un maravilloso tango!…
“¿El tango puede considerarse un tanto sugerente de inmoralidad?.
“-No, cuando lo baila Mauricio o Vernon Castle.
“-L’Illustration” de París, de fecha 28 de junio, se ocupa también del tango, y al hacerlo deja constancia de que tiene sus partidarios y sus detractores encarnizados. Y para aportar al debate mayores luces, se refiere a la opinión ¿de quién?, del Dr. Infante, intendente de Rosario, al cual “La nueva Época” –tributa grandes elogios por haber impedido que se baile en sitios públicos en razón de que constituye una “danza de negros capaz de pervertir el gusto de la juventud”
Y mientras europeos y norteamericanos le abrieron la puerta, los argentinos se la cerraban. Nos ganaron el tirón.
Sin embargo, de discriminado que fuera, el tango va a constituirse, sobre todo en un poco más de la primera mitad del siglo XX, en la carta de presentación argentina en el exterior.
¿Qué es el tango en la opinión autorizada argentina?
Enrique Santos Discépolo, lo grafica como “un pensamiento triste que se baila”
Para Ezequiel Martínez Estrada “es el baile de la cadera a los pies. De la cintura a la cabeza, el cuerpo no baila, está rígido, como si las piernas, despiertas, llevaran dos cuerpos dormidos en un abrazo”
Los hermanos Héctor y Luis J. Bates, autores de una historia del tango, se refieren así de él: “tiene de la habanera la línea melódico- sentimental y la fuerza emotiva de la milonga la coreografía y de el candombe el ritmo”
Otro autor, Arturo C. Scianca en su historia de la música argentina, dice que entre 1885 y 1890 la milonga era el baile del arrabal y la habanera el de la clase media, y que en esa época se empezó a poner de moda un baile que se diferenciaba apenas de la primera y tenía algo de la segunda, el tango, cuya música en ese primer período, era igual al de dichas danzas, sin síncopas, y el modo de bailarlo algo oscilante “entre el cadencioso son de la habanera y el movido de la milonga”.
Ese nuevo baile fue difundido por los organitos y se bailó también en las veredas. Es el tango con “cortes y quebradas”, fenómeno este último no privativo de esta danza pues en realidad a fines de la pasada centuria, tanto la mazurca como la habanera y la polka se bailaban “con corridas, sentadas y quebradas” parecidas al tango.
Recién en 1924 y merced a Julio De Caro y también a Juan Carlos Cobián y Osvaldo Fresedo, se incorporan recursos técnicos musicales que exigen músicos de calidad y con preparación.
Luego llega la generación del 40 con Aníbal Troilo y esto es ya historia más reciente.
En sus orígenes se lo relaciona con una escala social entremezclada con la mala vida. Por algo se lo bailaba en los salones clandestinos de diversiones (las célebres “academias” y “peringundines”) antes de pasar a las veredas, los salones de baile y los hogares.
De allí que el tango clásico, ese de cortes y quebradas, haya sido considerado como una imitación del acto sexual o una imitación del duelo de cuchillo entre compadres originando figuras de complicados pasos: el paseo, el corte, la media luna, el ocho, el alfajor, la cepillada, el espejito, el volteo, la tijera, la rueda, la resbalada, la corrida garabito, la parada, el paso atrás, la corrida de chipé, figuras algunas de las cuales se las ha llevado el tiempo.
Con relación a lo que era la danza primitiva, cortada y quebrada, dice A. López Peña “las piernas se dislocan y entreveran, la pierna derecha hace como que avanza, pero se detiene bruscamente para retroceder de inmediato y retomar prestamente el avance. Luego sobreviene el ocho y después la sentada y después cien figuras más que nos producen la impresión de un desorden perfectamente organizado”
Y este “desorden perfectamente organizado”, esas letras que conforman el libro de oro del tango, esos bandoneones que gimen sus nostalgias y esos intérpretes del ayer, del hoy y del mañana, toda esa estructura socio-cultural que se mueve al son del tango no morirá.
Para tranquilidad de nuestro amigo.
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