Un cristiano no recorre «caminos oscuros» porque allí no está «la verdad de Dios». Pero incluso si cayera, puede contar con el perdón y la dulzura de Dios, que lo restituye a la vida de la «luz».
Limpios, como Dios. Y sin pecado, porque no hay error reconocido que no atraiga ternura y perdón del Padre. «Esta es la vida cristiana», esa en la que el apóstol San Juan, en su primera carta, pone a los creyentes frente a la seria responsabilidad de no tener doble vida -luz de fachada y tinieblas en el corazón- porque Dios es solamente luz. Asimismo, «si decimos que no tenemos pecado, Dios sería un mentiroso»,
«¡Si tú dices que estás en comunión con el Señor, camina en la luz! ¡Pero no en la doble vida! ¡Esa no!» Esa mentira que estamos tan acostumbrados a ver y también a caer. Decir una cosa y hacer otra ¿no? Siempre la tentación… La mentira sabemos de dónde viene: en la Biblia, Jesús llama al diablo ‘padre de la mentira’, el mentiroso. Y por eso, con tanta dulzura, con tanta mansedumbre, este ‘abuelo’ dice a la Iglesia ‘adolescente’, a la Iglesia joven: ‘¡No seas mentirosa!’ Tú estás en comunión con Dios, camina a la luz. Haz obras de luz, no digas una cosa y hagas otra, no a la doble vida». Cuando pecamos no tenemos que desanimarnos, porque «tenemos un paráclito, una palabra, un abogado, un defensor ante el Padre: es Jesucristo, el Justo. Él nos justifica, Él nos da la gracia».
La misericordia y la grandeza de Dios es que Él sabe que «somos nada», que solamente «de Él» viene la fuerza y por tanto «siempre nos espera». Caminemos en la luz, porque Dios es Luz. No ir con un pie en la luz y otro en las tinieblas. No seamos mentirosos. Por otro lado, todos hemos pecado y nadie puede decir «este es un pecador, esta es una pecadora. Yo gracias a Dios, soy justo». El único Justo es Él, que ha pagado por nosotros. Así, si alguien peca «Él nos espera, nos perdona, porque es misericordioso y sabe bien de qué estamos hechos y recuerda que somos polvo». Que la alegría que nos da esta Lectura nos lleve adelante en la sencillez y en la transparencia de la vida cristiana, sobre todo cuando nos dirigimos al Señor. Con la verdad. (Papa Francisco, Homilía Cap. Santa Marta, Ciudad del Vaticano, 29 de abril de 2016).
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