En tiempos en que lo emotivo detiene el pulso de lo social, difícil resulta emitir opiniones que pretendan equilibrar situaciones en ese campo.
El nuevo año llegó con traje nuevo como no podía ser de otra manera en un país democrático en el que todo el calendario político se cumplió sin fisuras y entre los preparativos del primer semestre y lo acaecido en el segundo, vivimos un 2015 politizado a tambor batiente, las PASO en agosto, la presidencial en octubre y el balotaje en noviembre, podríamos graficarlo diciendo que el argentino politizado vivió la segunda mitad del 2015 en una vorágine que hizo eclosión en el balotaje y ello así es debido al fogoso temperamento latino con que se cubrió a la política alejada por ello de practicar el consenso y proclive a vivir el disenso voluntariamente riguroso en el que los personalismos “in extremix” dejan recaer sobre sus espaldas las luces y sombras del poder por lo que cuando se produce un cortocircuito en el organigrama adoptado carecemos del fusible que pueda atemperar las cosas (léase un primer ministro que preserve el rol presidencial)
De todos modos nuestra idiosincrasia política parece vivir a las anchas con este repetido juego del gato y el ratón encarado por oficialismo y oposición, cierto que urge una madurez política en la que el exabrupto de disentir por disentir, con sus secuelas de graves desavenencias nacionales, y debiera darse paso al consenso o al disenso que contempla el ideal democrático, utilizando su raíz constitucional que es el Congreso de la Nación, integrado por diputados y senadores que se sientan y actúen como lo que son, representantes del pueblo que lo votó, más allá de sus muy respetables ideologías y compromisos que lo promocionaron al cargo.
Y en hablando de la función presidencial valga como ejemplo democrático recordar que este 18 de enero se cumplieron 33 años de la desaparición física del ex presidente Arturo Illia, paso a la nota periodística
“El ex presidente Arturo Illia falleció el 18 de enero 1983, pocos meses antes de la vuelta de la democracia. Transitó sus últimos días trabajando en la panadería de un amigo, ya que había renunciado a su jubilación. Entre sus pertenencias sólo se encontraba un par de zapatos. Antes de llegar a la presidencia en 1963, se desempeñó como médico en Cruz del Eje, Córdoba, donde era apodado el «Apóstol de los Pobres», por dedicarse a atender a pacientes sin recursos, para lo que se trasladaba a caballo, en sulky o a pie, y compraba él mismo los medicamentos. Su gestión se destacó por la Ley del salario mínimo, vital y móvil, la política petrolera, la ley de medicamentos y su política económica de disminución de deuda pública e industrialización. Durante su gobierno se destinó el 23% del presupuesto nacional a la educación, la mayor cifra en la historia del país. Además, llevó a cabo un plan de alfabetización y bajó la desocupación. Illia fue derrocado en 1966 por el Ejército en lo que se denominó la «Revolución Argentina», al mando de Juan Carlos Onganía. Ante el Escribano Mayor de la Casa de Gobierno, declaró que tenía su casa y su consultorio; tres trajes grises; un traje negro; dos sacos sport; tres camperas; cuatro pulóveres; ocho camisas de vestir; cuatro camisas de manga corta; diez pares de medias; tres pares de zapatos negros; un par de chinelas; un desavillé; una salida de baño; ocho juegos de ropa interior; diez corbatas; tres pijamas; un par de anteojos negros y un portafolio. No tenía auto, ya que lo había tenido que vender durante su presidencia.
El diputado nacional Ricardo Alfonsín lo recordó en las redes sociales y lo calificó como un hombre «sencillo, austero, campechano, humilde, sereno. Y radical hasta los huesos».
«Pero si de algo podemos estar orgullosos es que fue mucho más que eso: su presidencia fue un ejemplo de coraje y decisiones firmes que recuperaron y defendieron el patrimonio nacional, enfrentando a poderosos monopolios de afuera y a grandes sectores de aquí que se comportaron con deslealtad, no al gobierno sino a la democracia».
Tras la reproducción no podemos dejar de recordar la oportunidad en que conocimos a don Arturo, durante su visita a Oberá. El escenario, LT13, Radio Oberá, la fecha podría situarse entre los 80 o los 90, vaya la emoción y más aun la admiración que sentíamos cuando humildemente, sin protocolo y sin custodia se acercó a la cabina de transmisión donde estábamos y comenzó a contarnos su historia, deteniéndose un momento y mirando hacia el suelo comentó “estos zapatos (acharolados y con punta) son un regalo de un amigo…”
Volviendo a nuestros días de enero 2016, los obereños que no salimos de vacaciones estuvimos pendientes de las noticias políticas que emanaban del nuevo gobierno de Mauricio Macri a través de internet y los diarios, así como de las reacciones que ellas producían en la oposición, y, por cierto de las primeras acciones del gobernador Hugo Passalacqua en esta provincia bendecida por sus riquezas naturales que no tienen parangón y hacen del turismo un campo fértil y en la que el cambio de traje gubernamental no provocó mayores escozores, por el contrario, pero que sí se consternó por la invasión del dengue que avanza en varias provincias a punto tal que el gobernador declaró a Misiones en emergencia sanitaria habiéndose registrado más de 860 casos y todo ello acompañado con días de calor hoguera que está achicharrando plantas que por un tiempo estuvieron súper regadas con tantas lluvias, mientras el agricultor que depende de la naturaleza y sus caprichos, rogando estaba para que no lloviera más, rogando está para que vuelva a llover.
¡Vaya enero que nos sacaste del plácido tereré, colocándonos la epidemia y nos mataste de calor haciendo correr a los misioneros a los muchísimos emprendimientos turísticos, balnearios y a todo lugar donde hubiera agua y a pesar de todo… ¡qué bien la pasamos!