En el clima de alegría que es propio de la Navidad, celebramos en este domingo la fiesta de la Sagrada Familia. Celebrar esta solemnidad en la Octava de Navidad es contemplar el ideal de familia que debe tener a Jesucristo en el centro de nuestras casas. Nos decía el Papa Francisco, en el día de la Sagrada Familia: «El núcleo familiar de Jesús, María y José es para todo creyente, y en especial para las familias, una auténtica escuela del Evangelio. Aquí admiramos el cumplimiento del plan divino de hacer de la familia una especial comunidad de vida y de amor. Aquí aprendemos que todo núcleo familiar cristiano está llamado a ser «iglesia doméstica», para hacer resplandecer las virtudes evangélicas y llegar a ser fermento de bien en la sociedad. Los rasgos típicos de la Sagrada Familia son: recogimiento y oración, mutua comprensión y respeto, espíritu de sacrificio, trabajo y solidaridad». Dios quiso manifestarse a los hombres integrado en una familia humana. Él quiso nacer en una familia, quiso transformar la familia en un precepto vivo.
Leemos en la carta de San Pablo a los Colosenses (3,12-21) aquellas virtudes que deben reinar en la familia: revístanse de sentimientos de compasión, de bondad, de humildad, mansedumbre y paciencia. Sopórtense unos a otros con amor, perdónense mutuamente. Revístanse de la caridad y sean agradecidos. Si una familia no estuviese edificada en el amor cristiano, será muy difícil su perseverancia en armonía y unidad de corazones. Cuando ese amor existe, todo se supera, todo se acepta; pero, si falta ese amor mutuo, todo se hace sumamente pesado. Y el único amor que perdura, no obstante los posibles contratiempos en el seno de la familia, es aquel que tiene su fundamento en el amor de Dios. «Del ejemplo y del testimonio de la Sagrada Familia, cada familia puede extraer indicaciones preciosas para el estilo y las opciones de vida, y puede sacar fuerza y sabiduría para el camino de cada día. La Virgen y san José enseñan a acoger a los hijos como don de Dios, a generarlos y educarlos cooperando de forma maravillosa con la obra del Creador y donando al mundo, en cada niño, una sonrisa nueva. Es en la familia unida donde los hijos alcanzan la madurez de su existencia, su personalidad, viviendo la experiencia significativa y eficaz del amor gratuito, de la ternura, del respeto recíproco, de la comprensión mutua, del perdón y de la alegría» (Papa Francisco). El Beato Pablo VI nos recuerda las lecciones de Nazaret: «Nazaret es la escuela donde se comienza a comprender la vida de Jesús: la escuela del Evangelio. Podemos aprender una lección de silencio. El silencio de Nazaret nos enseña el recogimiento y la interioridad, la disposición para escuchar las buenas inspiraciones y las palabras de los verdaderos maestros».
Aprendemos una lección de vida familiar. Que Nazaret nos enseñe lo que es la familia, su comunión y amor, su belleza simple y austera, su carácter sagrado e inviolable…». Que aprendamos en este Año Jubilar de la Misericordia a ser familias misericordiosas, escuelas de perdón y compasión. Que Jesús, María y José bendigan y protejan a todas las familias del mundo. Que el Señor nos conceda imitar en nuestros hogares las virtudes de la Sagrada Familia, para que, unidos por lazos de amor, podamos llegar un día a las alegrías de la casa celestial.

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Categorías: Columnas de Opinión
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