“…el reino de la apariencia, el autosuficiente y fugaz, el reino del pecado y la corrupción; las guerras y el odio de siglos y de hoy, se estrella en la mansedumbre de esta noche silenciosa, en la ternura de un niño que concentra en sí todo el amor, toda la paciencia de Dios que no se otorga a sí mismo el derecho de decepcionarse…” decía, Jorge Bergoglio , entonces Arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina, hoy Papa Francisco, en un pasaje de la tradicional misa de Nochebuena 2005, tras la lectura, saquemos fuerza de flaqueza y comencemos a espantar los fantasmas (“visión quimérica como la que se da en los sueños o en las figuraciones de la imaginación”) que nos perturban.
Primeramente nos molestan como puede molestarnos la picadura de un mosquito, pero que a fuerza de repetírnosla va conformando un cuadro que se agrava y que nos puede llevar a la depresión, al abatimiento, lo quiere más claro, que nos va inutilizando psíquicamente.
¿Qué porqué nombrar a los fantasmas? Cosas vederes pícaro Sancho, le haría decir Don Quijote a su escudero por inspiración de Cervantes y es que nosotros también hemos recibido el influjo navideño todavía vivo despidiendo al año y, por ello, en lugar de ponernos soberbios y dictadores de normas de conducta, queremos reflexionar en algún sentido determinado y este es que sin ayudas no hay posibilidades de abatirlos.
Inútil resulta entonces esperar que el 2016 nos solucione los problemas, ahora, si lo ayudamos entre todos puede ser, claro que para ayudarlo es necesario espantar los fantasmas, que sacándolos a ellos nuestros corazones puedan volver a desparramar bonanza, convivir pacientemente y, por sobre todo, libres de peso muerto, desterradas las aflicciones que nos perturban y listos para pensar fuertemente en cómo podemos hacerlo.
Felices y contentos de cerrar un año para nada ingrato periodísticamente y tal vez por ello con toda la fuerza para desear a nuestros lectores un muy feliz y próspero año nuevo, agradeciendo a lectores, colaboradores y avisadores que hicieron posible, junto a nosotros, que este producto “obereño de punta a punta” esté todos los viernes en la calle desde hace cuarenta y nueve años… ¡Caramba! Que se nos viene encima el CINCUENTENARIO de Pregón Misionero, aquella quimera juvenil de julio del 66 que se quedó en Oberá
Y, como queriendo darle un toque de sentimiento profundo a la expectativa que nos provoca el 2016 y, a la vez, compartirlo con ustedes, damos paso al Mahatma Gandhi:
“Señor: Ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles. Si me das fortuna, no me quites la razón. Si me das éxito, no me quites la humildad.
Si me das humildad no me quites la dignidad. Ayúdame siempre a ver la otra cara de la medalla. No me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo. Enséñame a querer a la gente como a ti mismo y a no juzgarme como a los demás por no pensar igual que yo. No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación, si fracaso. Más bien ayúdame, que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo.”
“Tiempos y Calendarios”
Aquellos primeros hombres para determinar su tiempo, se basaban en hechos naturales tales como el viaje de algunas aves en ciertas épocas del año, la caída de las hojas, las nevadas, el deshielo, las lluvias…
Es que después de basarse en fenómenos naturales para medir su tiempo, el hombre tuvo dos grandes referentes, la luna y el sol, primeramente fue la luna la que con sus cuatro fases que se repiten regularmente hace que, de una luna llena a otra luna llena pasen veintinueve días y medio.
Por ello dividieron el tiempo en unidades de veintinueve días: los meses lunares y todo en paz, hasta que, considerando jerarquías y en la seguridad en ese entonces de que era el sol quien se movía alrededor de la luna, se contabilizó ese movimiento aparente en que el astro recorre una franja del espacio y pasa por distintas constelaciones de astros o zonas, que son doce en total y constituyen el zodiaco y el tiempo que tarda en recorrer todo el zodiaco es un año solar y el que tarda en atravesar cada zona del zodiaco es un mes solar. Esta nueva determinación temporal les complicó la vida ya que el año lunar y el año solar no coincidían.
El solar apuntaba trescientos sesenta y cinco días y el lunar, once días menos, doscientos cincuenta y cuatro ¿cómo hacer? fue cuando intercalaron de tanto en tanto días auxiliares o bien meses auxiliares.
Los griegos, que se basaban en el año lunar de doce meses de veintinueve y treinta días alternativamente, se veían obligados a intercalar tres meses auxiliares cada ocho años para no diferir demasiado con el año solar.
El calendario romano era en un principio lunar. La luna llena caía entre los días trece y quince de cada mes y a esas fechas se las denominaba “idus”. El primer día del mes se llamaba calendas.
El año romano tenía también doce meses: cuatro tenían treinta y un días, febrero tenía veintiocho y los demás veintinueve, lo que les obligaba a intercalar meses cada dos años para no diferir demasiado del año solar.
Los egipcios, en cambio, habían adoptado un calendario solar –el más antiguo, desde el siglo XXVIII a.C.- con 12 meses de 30 días cada uno y agregaban 5 días que no pertenecían a ningún mes.
Como se ve la medición del tiempo era todo un rompecabezas para las sapientes cabezas de entonces.
Fue Julio César (año 45 a.C.) quien reformó el calendario romano, no lo hizo personalmente, no, sino que consultó a Sosígenes, ilustre astrólogo de Alejandría, implantando los doce meses de treinta y treinta y un días y uno, febrero, de sólo veintiocho, cada cuatro años febrero tenía veintinueve días y a ese año se lo llamaba bisiesto.
Ese calendario recibió el nombre de juliano y lo adoptaron casi todos los pueblos europeos.
En 1582, el papa Gregorio XIII vino a sustituir el calendario juliano. La reforma tuvo lugar por la necesidad de llevar a la práctica uno de los acuerdos del concilio de Trento, el de ajustar el calendario para eliminar el desfase producido desde el concilio anterior, el de Nicea en 325 en el que se había fijado el momento astral en que debía celebrarse la Pascua y, en relación con ésta, las demás fiestas religiosas móviles. En el fondo el problema era adecuar el calendario civil al año trópico.
La reforma gregoriana, consistente en suprimir cada cuatrocientos años tres años bisiestos para que sea perfecto el equilibrio entre el calendario y el año solar, se adoptó prontamente en los países donde la Iglesia Católica tenía influencia, sin embargo en los países que no seguían la doctrina católica, tales como los protestantes, ortodoxos, y otros, no se implantó hasta varios años (o siglos) después.
Se determina en él que el año común consta de 365 días y el año bisiesto de 366 días, el día es la unidad fundamental de tiempo del calendario gregoriano. Un día equivale aproximadamente a 86.400 segundos del Tiempo Atómico Internacional (TAI). La semana es el período de siete días, difiriendo su comienzo que en algunos países es el domingo y en muchos otros es el lunes.
En cuanto al mes los hay de 31, los hay de 30 y un febrero de 28 o 29, es del caso rememorar aquí aquello que nos enseñaron cuando chicos y que aún se repite “treinta días trae noviembre, con abril, julio y septiembre, Veintiocho solo trae uno, los demás treinta y uno”
Fue necesario determinar a partir de qué año comienza el cómputo de años (las eras que estudia la cronología).
Los griegos comenzaron a contarlos a partir de la primer olimpíada, los romanos desde la fundación de Roma.
A partir del papa Bonifacio IV en 607, comienza a contarse la era cristiana con el nacimiento de Cristo. El matemático Dionisio el Exiguo basándose en la Biblia y otras fuentes históricas estableció el nacimiento de Cristo el día 25 de diciembre del año 754 aC. Dicho año pasó a ser el año 1 aD, anno Domine, año 1 del Señor.
A todo esto es evidente que el año 0 no puede existir. El 31 a las doce de la noche cerraremos el 2015 y al segundo siguiente comienza a contarse el 2016.