Los juicios de valor no caben antes de que los hechos se hayan producido, si, sabemos que es muy de mediáticos venidos a politólogos esgrimirlos antes, actuando como una suerte de gurúes, sin advertir o, en casos advirtiéndolo, que mas allá del rating, las profecías sin profeta pueden accionar como un boomerang social y lo que es más lamentable, lograr que lo común y lógico pase a ser todo un problema que enturbia a la democracia y en el cual se involucran primeras, segundas y terceras figuras políticas del país, estas últimas dos con sus declaraciones a flor de piel, aparecen como tratando de ubicarse mejor en el tablero político partidario y elevar su piso político más allá de lo que ni imaginaban protagonizar.
En política descalificar al adversario circunstancial tras las ráfagas mediáticas que encienden el fósforo para iniciar el fuego es un juego absurdo y si bien es cierto que el fósforo no podría incendiar sin haberse previamente -a través de dichos y posturas que pueden aparecer desafortunadas- derramar el combustible imprescindible, pero cierto es que “prenderse” para tener audiencia es no comprender que cuando más se ataque a los dirigentes del país, más nos desprestigiamos como tal que nos encontró liderados por el norte, dependientes y subordinados en una América Latina a la que le siguen cortado las alas para que no se atreva a liderar a futuro un mundo que la violencia está desgajando, todo ello en un subcontinente donde un suelo rico y gente emprendedora no falta, pero cuando esa gente emprendedora advierte un camino que es como un posible hilo surgido del rico suelo que le puede servir para atar la unión de su gente en un frente común hacia el progreso y para el despegue regional, tal como el viejo adagio cooperativista de los dos burritos que rehúsan comer de la misma ración y uno come acá y el otro tensando la cuerda come de espaldas al primero, así nos ha venido sucediendo una y otra vez, cuando pareciera que vamos encaminándonos por la mejor huella nacional para engrosar el camino latinoamericano, somos proclives a caer en los lazos de la tentación antidemocrática en sus varios frentes que aparece como el canto de las sirenas que sufrió Ulises y a partir de allí cerramos fronteras internas, nos encerramos en un corralito ante la aparición de hilachas en el hilo de la unidad que, una aquí, otra allá cada día con más fuerza y atendiendo el suelo rico y la gente emprendedora, acariciados por el canto de las sirenas (Ulises), pretenden una hilacha, tras otra hilacha, conformar un nuevo hilo que en definitiva va a ser “anti” y que cuando logra su propósito pasará por los mismos bemoles que sus antecesores.
¡Caramba si son doscientos años de país, nada más! Cierto, puede parecer poco si lo comparamos con los países milenarios, sin embargo… no estará llegando la hora de respetarnos unos a otros, consensuando opiniones y puntos de vista y desterrando los “anti” de lo que al parecer somos propensos los latinos y por cierto erradicando violencias y frases desafortunadas como de barricada.
El jueves 10 debiera pasar a la historia política y constitucional argentina como el día de la transmisión del mando presidencial en ceremonias ya establecidas como lo dicta la Constitución y ha venido sucediendo desde la llegada de la democracia en 1983, sin embargo asistimos a una transmisión del poder a la que, para su realización se acudió una vez más a la justicia ante la imposibilidad de que el poder saliente y el entrante llegaran a un acuerdo sobre el tema.
Esto sucede tras una campaña proselitista rumbo al ballotage en la que las palabras unión y unidad de los argentinos fueran protagonistas, todo ello tras un día electoral, el pasado 22 de noviembre, en que elecciones transparentes y sin objeciones llenaron el país de una idea de consolidación democrática.
Cierto es que de todas maneras los actos de la asunción del presidente Mauricio Macri no se vieron empañados, tampoco se vio empañada la despedida de la presidente saliente, Cristina Kirchner, mediante un acto fuera de protocolo debido al adelanto de finalización de su mandato en 24 horas, medida cautelar de la justicia.
Sin embargo hay algo que estimamos no se tuvo en cuenta que podría suceder entre tantas idas y vueltas para el traspaso del poder y es la ausencia de algún sector político y sobre todo la presencia masiva de su gente contribuyendo a darle calor de piel y presencia a una de las más grandes fiestas que la democracia pueda presentar como lo es el recambio presidencial democrático que debe significar para un país bicentenario como el nuestro la asunción al poder de otro presidente constitucional que, ininterrumpidamente, desde hace más de 30 años se viene sucediendo en el gobierno de la Nación.
En lo que hace a nuestra provincia la fiesta del traspaso gubernamental se llevó a cabo en un marco de auténtica democracia en la asunción del gobernador electo por amplia mayoría, Hugo Passalacqua y su vice, Oscar Herrera Aguad y donde cabe señalar que 35 de los 39 diputados que conforma la Cámara de Representantes, votaron por la continuidad en el cargo del presidente de la Legislatura del ex gobernador en períodos anteriores, diputado Carlos Eduardo Rovira.
En un marco cordial la familia política misionera a través de sus voceros mayores en la emergencias se comprometió a bregar por un misionerismo auténtico, proclive a brindar apoyos a la gestión nacional pero acentuando como reciprocidad el trato republicano y federal para nuestra provincia.
Todo en paz y orden en la política misionera parecía querer mostrar el marco legislativo, sede del traspaso y si algo podía acentuar ese misionerismo redentor de sus raíces, la incursión ante el estrado mayor de la legislatura de un numeroso grupo de guaraníes tutelando el bastón de mando con el que se simboliza la señera figura del prócer misionero, comandante general Andrés Guacuararí y Artigas, luciendo en las manos del nuevo gobernador, es como un simbólico mensaje de trabajo, entrega y determinación a favor del pueblo misionero por las autoridades que desde el 10 de diciembre regirán los destinos de una provincia que vive en paz y progreso.
Y como propulsores de este “obereño de punta a punta” –decano de la prensa del interior y próximo a cumplir 50 años de vida periodística- no podemos dejar de señalar que la gran fiesta de la democracia escaló en Oberá con la asunción del nuevo intendente municipal, Carlos A. Fernández, realizada en sesión especial de Concejo Deliberante obereño en el que asumieron sus nuevas autoridades. Gente de trabajo, vecinos caracterizados, habrán de tomar con pasión la función y gobernarán una ciudad que, como la nuestra, ha sabido del empuje de su gente para llegar al sitial que hoy ocupa en el orden provincial.

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Categorías: Columnas de Opinión
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