El paisaje de este 17 de agosto en nuestra Plaza San Martín, enclavada en el corazón de la ciudad, este año en particular es diferente. Hoy no nos pueden acompañar los niños del Nivel Inicial que desde el año 2004 en que la Asociación Cultural Sanmartiniana Oberá se constituye, son los invitados especiales que se acercan a saludar al abuelo José de San Martín y a dejarles flores como muestra del afecto y admiración.
Sin embargo esta fecha en particular no pasa desapercibida para quienes reconocemos en San Martín, el Santo de la Espada, Libertador de América al hombre que sintetiza los valores del patriotismo que trasciende toda época.
Del Padre de la Patria tanto se ha dicho y se seguirá diciendo, y aunque sea una tarea difícil sintetizar su vida, obra y legado, hoy la invitación es a reconocer la grandeza de este hombre en la sencillez de sus actos, a través de las anécdotas de las que quedan registros. Pues si hay algo que lo hizo inmortal fue su vida de entrega, austeridad y coherencia, evidente en sus pequeños gestos.
Una vuelta por el Yapeyú de 1778
Josefina Acosta, docente y escritora publicó un libro titulado Historia del Libertador. Vida del general San Martín para los niños reeditado por el Instituto Nacional Sanmartiniano en el año 1978, en el marco del bicentenario del nacimiento de Don José Francisco. En sus líneas recorremos casi como una invitación a la aventura, los momentos en que la familia de José Francisco es destinada a trasladarse a Yapeyú, donde su padre Don Juan de San Martín, es designado teniente gobernador de los pueblos de los Indios de las Misiones. El Yapeyú que tenemos representado en este mural aquí en la plaza, que nos recuerda el escenario en el que transcurren los primeros años de José Francisco.
“Un caserón cómodo y sombreado es la cuna en la que la tarde del 25 de febrero de 1778, Don Juan de San Martín llama a sus hijos María Elena, de 6 años; Manuel Tadeo de 5; Juan Fermín de 4; y Justo Rufino el menor y les da la noticia: Tienen un hermanito nuevo, que está en la cuna. ¿Quieren verlo?” (…) “Entreabrióse el leve tul y los niños se asomaron para conocer al infante, que dormía profundamente. Manuel pregunta: -Padre, ¿cómo es su nombre?
-José Francisco
-Me gusta que sea varón –sostuvo el hermano -, así seremos más para jugar.
– ¿Para jugar a los soldados? Interrogó María Elena
-Sí – intervino Manuel Tadeo-, a los soldados de verdad, como los que sirven al rey, no es así padre?
A Dios y al rey – repuso Don Juan.[1]
Ya desde sus primeros días, el destino le estaba señalando un camino que pocos imaginaron tan pleno de Libertad e Independencia. Ser soldado, pero aunque al comienzo fuera al servicio de la corona española, finalmente y por convicciones profundas propias de un hombre con gran carácter y convicción, servirían a la emancipación de la América Unida.
Y es la cuna donde aprende de sus padres, Don Juan reconocido por una actitud modesta y sobria, voluntad infatigable y honradez sin mancha. Doña Gregoria, inculcando siempre el fervor cristiano y el respeto hacia todos.
La familia vuelve a España, ante la preocupación de don Juan y Doña Gregoria por la educación de sus hijos, por lo que a los 6 años José viajaba a España junto a su familia.
Y ahora nos trasladamos a Buenos Aires de 1812
27 años había durado su ausencia. Volvía solo sin más fortuna que su espada. No era un soñador ni un ambicioso; sino un caballero. Hijo del Espíritu de España. Adelantado de la Libertad.
Se cuenta que en una de las salas del Fuerte de Buenos Aires, dos funcionarios discutían de este modo:
“Lo grave es que se le ha concedido de golpe demasiado mando. ¡Cómo es posible que se entreguen a una persona sin arraigo las fuerzas y las armas! – Tengo entendido que Don José de San Martín es un hombre de honor.
¿Qué se proponía? No era un misterio, ya lo había declarado con sencillez y firmeza: ponerse al servicio de la revolución. Traía en su frente el lauro de los que luchan por la libertad de los pueblos. “Voy en pos del destino que me llama”
Ocho días llevaba en Buenos Aires el teniente Coronel Don José de San Martín. Se había empeñado en convencer a las autoridades y personas notables sobre la importancia de proclamar cuanto antes la independencia y decir al mundo que un ejército de hombres libres estaba en pie para sostener esa proclamación.
“Hasta hoy las Provincias Unidas han combatido por una causa no proclamada… preciso es que nos llamemos independientes para que nos conozcan y respeten”.
Y así el gobierno dispuso que se organizara el Regimiento de Granaderos a Caballo, nombrándolo Comandante al teniente Coronel Don José de San Martín”.
“Don José de San Martín era un militar y un patriota, No quería cobardes entre los suyos, sino leones. No quería jóvenes serviles, sino altivos y celosos de su fama. Así se forjaron los Granaderos de San Martín”[3].
Una anécdota: En los cuarteles del Retiro un recluta monta guardia. Es Serapio Taperoví, de Yapeyú. La voz del sereno que anuncia las horas, rompe a la distancia la soledad del centinela.
De pronto aparece un embozado.
– ¡Quién vive! – y el fusil relampaguea en la noche.
– Hombre de paz. Escucha soldado, déjame pasar sin que me vean y esto será tuyo.
Así diciendo, el desconocido hacía rebrillar una onza de oro. La sangre se agolpa en el rostro del recluta:
Al grito del centinela, que estremeció los aires como un clarín, la guardia acude en auxilio. Pero el embozado, sin perder un minuto, monta sin estribar y huye en las sombras.
Esa mañana el Comandante del regimiento mandó comparecer a Serapio Taperoví.
Así probaba el Comandante de los Granaderos, el temple de sus hombres.
También el granadero Juan Bautista Cabral es otra prueba del heroísmo de sus hombres. Un granadero a pie y la muerte. Y muy alto precio pagó por su nobleza el joven de Corrientes.
Contrae matrimonio con Remedios de Escalada, el 12 de Septiembre de 1812[4]. Fruto del matrimonio nace Mercedes Tomasa, el 24 de agosto de 1816, en Mendoza. Única hija, que le diera 2 nietas que lo acompañaron en su vejez en Europa.
Y comienza así la gran misión, convencido de que la derrota a los realistas debía darse desde Cuyo, por Chile y Perú.
En 1814, al recrudecer los síntomas de una antigua enfermedad obtuvo licencia del gobierno para reponerse en Córdoba, y expresaba a sus amigos:
Y así sucede, es nombrado Gobernador Intendente de la provincia de Cuyo. Y allí comienza su obra inmortal.
Tuvo un papel preponderante en la independencia declarada en San Miguel de Tucumán, y puso en marcha la construcción de los cuarteles del Plumerillo, pues era necesario forjar los héroes que habrían de cumplir tamaña empresa.
San Martín en persona se encargaba de los reclutas.
Cuentan que…
(…) se acercaba a las tropas negras, constituidas por libertos de la Capital y del interior.
Las tropas negras eran muy estimadas por el jefe, debido a su disciplina, entusiasmo, aplicación y lealtad.
También cuentan que antes del toque de silencio, se rezaba el Rosario. Los domingos y fiestas de guardar, el General en jefe con su Estado Mayor, los oficiales y regimientos formaban con el propósito de asistir a la Santa misa y el sacerdote debía predicar sobre los deberes militares y patrióticos.
El aseo, la prolijidad, la compostura del soldado merecían especial atención en el Ejército de los Andes, Reclutas andrajosos, tímidos, negligentes y desgarbados, sufrían transformaciones increíbles. Y no sólo exteriormente. Pues la causa de la dignidad del ser humano, la defensa de sus derechos, la doctrina del honor y del valor, obraban en los humildes jóvenes este milagro de la patria naciente que los redimía en el ara de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad.
Lo demás, ya lo conocemos … Y esta libertad que hoy disfrutamos mucho se la debemos a él, a sus penurias, al renunciamiento permanente que sólo es entendible cuando se conoce la profundidad de la personalidad de José de San Martín.
Sólo un hombre con su templanza podría tolerar el desprecio de su patria que lo llevó a buscar en Europa un hogar para educar a su hija.
Bartolomé Mitre relata en el libro Las cuentas del Gran Capitán[6] no solamente la rigurosidad de las cuentas que acompañaron su austera vida pública y privada, sino la crudeza del olvido de un pueblo que desconoce a sus verdaderos patriotas: “San Martín no sólo fue un gran hombre, sino principalmente un gran hombre de bien”. “Este hombre, que remendaba su ropa y su calzado, y cosía personalmente los botones de su camisa, notó un día que su secretario don José Ignacio Zenteno (que después fue general y ministro de Chile) llevaba unos zapatos rotos: inmediatamente ordenó a su capellán le ofreciese un par de botas, que costaron 2 pesos. Y a su escribiente Uriarte que estaba casi desnudo, le mandó dar 25 pesos para vestirse”.
También relata Mitre que luego de la gran epopeya libertadora, al abandonar para siempre las playas del Perú en 1822, acusado por sus enemigos de haberse robado tesoros, lo único que tenía en su bolsillo eran 120 onzas de oro como todo valor que poseía. Llegó a Chile, triste, vomitando sangre, y fue saludado con una explosión de odio por parte del pueblo que había libertado. Postrado por la enfermedad, y lastimado por la ingratitud pasó 66 días en cama. Y escribía a su amigo O´Higgins: Estoy viviendo de prestado. Es bien singular lo que me sucede, y sin duda pasará a usted lo mismo, están persuadidos que hemos robado a troche y moche! Ah pícaros! Si supieran nuestra situación, algo más tendrían que admirarnos”.
Y de su patria natal, al abandonar para siempre el Río de la Plata, realizó la venta de la casa donada por la nación. Esta casa y 5 mil pesos abonados por el estado para conservación de ella según una cláusula de la donación, es todo lo que San Martín recibió de la república Argentina además de la pensión a su hija, en premio de históricos servicios.
Solo un hombre de valor, a pesar de haber pasado estas penurias, sería el autor de un legado que permanece tan vigente y cada vez más, como los son las Máximas[7] para su hija Mercedes Tomasa.
Por todo esto … Honor y Gloria a Don José Francisco de San Martín
ANEXO:
Así se describía en una muy breve Autobiografía, fragmento de una carta enviada por el Libertador al mariscal Castilla, desde Boulogne-sur-Mer el 11 de septiembre de 1848[8]
“Yo serví en el ejército español, en la Península, desde la edad de 13 a 34 años, hasta el grado de Teniente Coronel de Caballería. Una reunión de americanos, en Cádiz, sabedores de los primeros movimientos acaecidos en caracas, Buenos Aires, etc., resolvimos regresar cada uno al país de nuestro nacimiento, a fin de prestarle nuestros servicios en la lucha, pues calculábamos se había de empeñar. Yo llegué a Buenos Aires, a principios de 1812, fui recibido por la Junta Gubernativa de aquella época, por uno de los vocales con favor y por los dos restantes con una desconfianza muy marcada; por otra parte, con muy pocas relaciones de familia, en mi propio país, y sin otro apoyo que mis buenos deseos de serle útil, sufrí este contraste con constancia, hasta que las circunstancias me pusieron en situación de disipar toda prevención, y poder seguir sin trabas las vicisitudes de la guerra por la Independencia.
En el período de 10 años de mi carrera pública, en diferentes mandos y estados la política que me propuse seguir fue invariable en dos solos puntos, y que la suerte y circunstancias más que el cálculo favorecieron mis miras, especialmente en la primera, a saber, la de no mezclarme en los partidos que alternativamente dominaron aquella época, en Buenos Aires, a lo que contribuyó mi ausencia de aquella capital por espacio de 9 años.
El segundo punto fue el de mirar a todos los Estados Americanos, en que las fuerzas de mi mando penetraron, como estados Hermanos interesados todos en un santo y mismo fin. Consecuente a este justísimo principio, mi primer paso era hacer declarar su independencia y crearles una fuerza militar propia que la asegurase.
He aquí mi querido general, un corto análisis de mi vida pública seguida en América”.
Ivonne S.M. Aquino
[1] Acosta, 1978 – pág 5
[2] Acosta, 1978 – pág 12
[3] Acosta, op cit – pág.13
[4] Galván Moreno, C. (1950) pág 61.
[5] Acosta, op cit pág 23
[6] Mitre, B (reedición de 1979) Las cuentas del Gran Capitán. Instituto Nacional Sanmartiniano, Bs As.
[7] Instituto Nacional Sanmartiniano (1979) Máximas redactadas por el Gral. San Martín para su hija Mercedes Tomasa, comentada por Manuel Nicandro Arriola.
[8] José de San Martín (1978) – Comisión Nacional Ejecutiva de homenaje al Bicentenario del nacimiento del General San Martín – Instituto Nacional Sanmartiniano. Bs. As.