El mundo televisivo nacional en consonancia con la tragedia que vive el país (mi país, con euforia para los más); mi país, para llenar la ficha viajera para los menos), esa es la sensación que despierta la lectura de los diarios y la mayoría de los canales de televisión porteños (puede haber algunos provincianos pero sin la resonancia de los “nacionales”) cuando ante la tragedia que está viviendo el mundo y por lo tanto “mi país” con la pandemia y cumpliendo con sensibilidad (en el caso de los canales de TV) están informando y trasmitiendo directivas sanitarias para ir llevando la crisis que provoca el virus y creando espacios en especial para que los televidentes “encerrados” y en cuarentena, alegren su día, lo que es muy bien recibido, pero, valga el caso, que esa predisposición que, por supuesto derrama cultura a nuestro país federal, sin embargo en sectores horarios del día los más importantes canales televisivos comienzan su odisea informativa la que, en estos momentos, se asemeja a un ring político en el que los informantes dejan de lado el federalismo, y, a veces hasta con fruición burlan, ridiculizan, injurian y hasta faltan al respeto unos y  otros, según sea la cosmovisión partidaria política, llegando hasta reírse del adversario (no enemigo) que “escracharon”, pasando luego a dar consejos –tras considerar un éxito sus palabras rellenando el espacio didáctico político comunicativo con un sermón.
Y así, como el pensamiento de que el mundo argentino comienza y termina en Buenos Aires van y vienen por el trillado camino de que lo único que nos puede interesar es lo que sucede en la Capital Federal epicentro político por excelencia y en el mundo extranjero, casi exclusivamente, y aún que así fuera, al menos debiera ser con un vocabulario y un actitud adecuada en un país que, como el nuestro, las autoridades que lo dirigen han sido electas en elecciones limpias tal como lo pregona la democracia. Es tiempo de construir y no destruir lo que se ha logrado, y que pretende será aniquilado por la pandemia que pareciera no dejarnos razonar debidamente y nos persigue como un acreedor impaciente queriendo cobrar nuestras vidas; será cierto que volvemos a reflotar aquello de que el país termina en la Av. General Paz y ¿el resto? Bien, gracias.
Tenemos en cuenta, sí, que la Capital Federal, acoge en su seno al gobierno nacional y, por supuesto desde allí se genera el cúmulo de información que es material sublime para los informantes y para nosotros, los que la recibimos y está allí mismo y cuanto más espinosa sea está sirviendo para subir el famoso rating buscado para cubrir publicitariamente sus emisiones, lo que es lógico, y también lo es que las informaciones pueden lograr ello, utilizando aquello de “palo porque bogas, palo porque no bogas”
No es que nos centremos a devaluar lo producido por esos medios, todo lo contrario, siempre hemos considerado, como periodistas que somos esa la de informar como una profesión irreemplazable, y evaluamos las críticas como un material idóneo para nuestro trabajo y así como no estamos para nada contra las críticas fundamentadas, a lo que vamos es a todos esos desplantes que atentan con lo que debiera ser la cordial vida ciudadana en el epicentro político del país rompiendo las reglas de la concordia y atentando contra la democracia que sin embargo, aún en los show mediáticos es exaltada como si ese fuere el camino de la convivencia.
Hasta aquí llegamos y cuando vemos desbrozado a nuestro criterio ese camino nos asalta una duda y tras de él un recuerdo en la preocupación que oportunamente lo llevó a Arturo Capdevila (sí, si nos responde la memoria aquel de “21 cañonazos se dio en la mañana, 21 cañonazos que a Misa llamaban, llamándonos a Misa de fe ciudadana…) y lo encontramos preocupado a través de un escrito de 1965 para el diario La Prensa, por “definir bien al hombre, algo que quieras o no tiene íntima relación con lo que estamos escribiendo:  “Todo esto pertenece a la lógica… pero hay un punto dramático, radica en un sentimiento como de cierta degradación de la idea del hombre a no poner de resalto en la definición sus prodigiosos atributos. Lo cual tiene raíz y continuidad de cultura a lo largo de innumerables generaciones. Acostumbrado este rey a pompas de adjetivación, ahora, sin quitarle la realeza, se las desnudan de pompas; y le parece menoscabo, rebajamiento, injusticia de lesa majestad. Es su drama. ¿De qué valieron los teólogos, místicos, poetas, filósofos, poetas de los que supieron hablar con la Divinidad? No valieron. No pudieron valer. No pudieron entre todos, sacar un punto más allá de donde el lexicón les coloca el lugar de hombre en medio del universo de los vocablos.
El rey, sigue siéndolo despojado de sus insignias y atributos de su dignidad. Ni el cetro ni el tronco hacen al rey. Y menos habrán de parecer principales para ese rey de reyes que se llama hombre, los dones accesorios de su categoría, peor mejor es declararlos. Y más en tiempos de tanto menoscabo para él como los que apesadumbran por ahora a tantas naciones.
Hombre, Homo, Humus. Es tierra no solo tierra viviente, que los son los vegetales y la fauna toda. Tierra pensante. Tierra hacedora
Con  manos, con pies. Con ojos que siempre miran al cielo. Dotado de bipedestación. Y de todas suerte de capacidades tal como se expresa en una clásica definición. Tierra que anda; Tierra que siente, quiere, piensa y habla, es, ante todo el hombre….”
¿Desde cuándo está el barro de la creación? El tercer día de la creación ya está descubierta la tierra seca. En rigor ya está el barro para hacer al hombre. El día quinto aparecen los peces, los reptiles y las aves, día del impulsor animador. Todos estos seres se levantan, mas no el hombre. Necesitará él del día de Venus –el viernes- y del amor. La fauna cubrirá los campos. Pero habrá todavía un florecimiento singularísimo: el del hombre. Solo entonces, en el sexto día que vino a llamarse Vienes o día de Venus (y no por casualidad sino para significar el día del Amor) estará listo el barro para plasmar al hombre.

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