“… su salvajismo ha de rendirse frente a la mansedumbre incomparable de un sacerdote salesiano el cura misionero Milanesio a quien se entrega Namuncurá prometiendo rendirse, pero con honor. La mediación surte efecto, y en un día de tristeza para la tribu- el 21 de mayo de 1884- Namuncurá, seguido por unos 500 hombres, desnutridos y casi desnudos, llega al Fortín Romero (ver foto). El parte oficial rezaba así: “El soberano de todas las tribus que poblaban la pampa, acompañado de 28 indios de lanza y toda la chusma de su tribu, ha sido despachado al Fuerte Roca” y añadió “Va satisfecho, aparenta tener unos 50 años”… y había cumplido 73. La última esposa se llamaba Rosario Burgos y tenía 18 años.
Ese mismo año visita al entonces presidente de la República, general Roca, con quien cambia frases de original argucia. Dicho general le obsequia unos dineros y Namuncurá, el terrible jinete y lanceador, como un niño, dispone gastarlo, hasta el último centavo, en dulces para sus camaradas… Toma  luego camino a su lejana querencia de Neuquén, Chimpay, colmado de promesas… allí, a los dos años,, en 1886, la nombrada Rosario Burgos lo hace padre de su último hijo, Ceferino,  quien habría más tarde de glorificar su raza, convirtiéndose  en mártir de la doctrina del Redentor de los hombres.
En 1894, al cumplir 83 años, insiste para que el gobierno cumpla la promesa de entregarle las tierras que le  pertenecían y en esta oportunidad ante otro primer mandatario, el doctor Luis Sáenz Peña. Con éste las cosas le van mejor. Por ley se le otorgan ocho leguas, en San Ignacio, territorio de Neuquén. Y fue mientras trataba esta reivindicación de lugares que habían sido de su raza, que Buenos Aires lo veía pasar con extrema pulcritud en su traje de militar rojo y azul- quizá la línea roja del quepí le evocó la vincha de cuero que conoció el embate de mil leguas a todo correr. Lo saludaban todos, y, naturalmente los payadores le dedicaron versos y los niños flores. Un día visitó a poeta Guido y Spano y conversaron largo. Guido patriarcal y Namuncurá –por medio del intérprete- se interesaba por las acciones de los gestores de la nacionalidad. Le decían coronel, aunque por decreto era mayor, pero ello no hace al caso. Sus galones eran de una fibra distinta: de tiento crudo, de tempestades. Tenía voz sonora y caminaba recto como una lanza. Hacía, sin cansarse, viajes desde sus tierras a Buenos Aires en largos galopes y se acercaba a los 100 años…
En uno de los viajes trajo a su hijo Ceferino el cual luego de un fugaz paso por la Escuela de Marina y por mediación del presidente Sáenz Peña fue becado para ir a Roma para estudiar con los salesianos. Su padre decía: “Va a estudiar para bien de su raza.”
Y aquel niño, la postrera esperanza paterna del bravío Namuncurá, ya en Roma, y demasiado cerca del cielo por su bondad infinita, dejó de existir a los 19 años de edad, el 11 de mayo de 1905. Hoy, ya casi santo argentino, descansa en la tierra que lo vio nacer.
Su padre nunca achacoso, por los años, sino agobiado por el dolor, pues nuestro hermano de anterraza es sufrido como pocas estirpes de la tierra, fue quedando en largos silencios, allá, en la ladera de los Andes, donde sus mayores habían sido soberanos de vida y campos. Así se iba apagando la vida –ya había cumplido 97 años- de quien fuera bautizado “enviado de Dios”, original nombramiento que pareció- por ley divina- heredar su hijo Ceferino.
Pleno invierno en la montaña, dentro de su casa amplia, el 31 de julio de 1908 cayó de golpe –dicen las crónicas- como un viejo árbol rey de selvas, este casi centenario rey de tribus mientras afuera la nieve- toda la nieve de la cordillera- se hacía sudario para cubrir su gran fama de valiente cuando fue preciso defender la heredad, y de sumiso cuando descubrió que su raza se alzaba a gloriosos destinos civilizadores.
No se sabe dónde están sus restos. No debe preocuparnos ello. Como en las razas primitivas,
Namuncurá debió quedar con sus despojos junto al más recio árbol de la selva andina y junto al alma del más cerril  sus caballos de pelea”. Fuente:  Revista “Caras y Caretas” – Año: 1936. Autor: Arturo Carranza Casares.

7 de junio “Día del Periodista”
-¿Por qué ese día?
-A pocos días de la Revolución de Mayo, más exactamente el 7 de junio de 1810 aparece el primer número de la “Gaceta de Buenos Aires” que se extenderá hasta 1821. Su fundador: Mariano Moreno.

¿Cómo se organiza el periodismo en Oberá?
-El 4 de diciembre de 1959, se creó el Círculo de Prensa por iniciativa de los señores Santos Moreira (Noticias Gráficas) Abraham Slucki (Vanguardia), Iondo Passalacqua (La Nación), Juan Ruiz (La Prensa), Oscar Martínez (Tribuna), Oscar Fontaine (El Pueblo) y la señora Teresa Morchio de Passalacqua (Corrieri Degli Italiani).
-Principios: 1) Intercambio de noticias. 2) asistencia y protección de la familia periodística 3) Hacer conocer Oberá y Misiones bajo cualquier punto de vista.
-Con motivo del ingreso al Círculo de representantes de medios audiovisuales (L.T.13 Radio Oberá y Oberá TV Canal 2) se modificó el nombre original por el de “Círculo de Periodistas”
-La muerte en Vietnam del corresponsal de guerra del diario “La Nación”, Ignacio Ezcurra, hizo que los integrantes del Círculo de Periodistas, reunidos en Asamblea, decidiesen por unanimidad se aditara el nombre de Ezcurra al Círculo de Periodistas, por lo que a partir del 23 de mayo de 1968 su denominación fue la de “Círculo de Periodistas “Ignacio Ezcurra”
Como editorialista de Pregón Misionero -sin falla desde 1966 a la fecha (unos 2590)- no es sin emoción que cada año en esta fecha la rememoro con cariño y agradecimiento a quienes han aceptado esa pléyade de conceptos que hemos vertido lo que ha permitido que superemos los 53 años de periodismo activo extendiendo esa emoción a la cantidad de medios periodísticos obereños que se destacan por su labor constructiva y sus visiones de bien común de los periodistas que la integran y así, simplemente a todos los periodistas en su día y en especial a los obereños “Muy feliz día del periodista!”

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