Hoy nos ocuparemos a reproducir párrafos y notas de nuestro libro a futuro más o menos inmediato que utilizamos en las dos entregas anteriores, párrafos correspondientes a la función de mujeres -educadoras de final del siglo XIX y principios del XX cumplieron la importante misión de educar al sector infantil adolescente- desprotegido y carente de recursos como para cumplir con lo establecido en la ley 1420 se educación pública, en un mundo gubernamental que no contaba con posibilidades de hacerlo y, a la par de este notable esfuerzo de maestras que encontramos allá por el camino de los fortines de frontera lo que nos puede ubicar mejor en cuanto hace a la corresponsalía de un tiempo en el que se hilvanó a futuro un panorama donde a lo militar se le dio trascendencia superior que a lo social o acaso se haya pensado en el resguardo de lo segundo.
«Los fortines de la frontera fueron testigos de la formación de incipientes poblados, que con el tiempo y la afluencia de inmigrantes (que se intensificó en las décadas del ’70 y ’80 del siglo XIX), dieron lugar a la aparición de pueblos que hacia fines del siglo se transformaron en ciudades, como fue el caso (entre
otros) de Tandil y Azul, hacia allí vamos.
Cabe señalar que adscribimos a un concepto de frontera tributario de aquellos estudios renovadores que resaltan lo complejo y variado de las relaciones blanco-indios, abandonando la idea de dos mundos en constante enfrentamiento. Tal como plantea Mandrini (1987-1992), períodos de paz y guerra alternaban a lo largo de la frontera. La sociedad blanca y la indígena, no constituían mundos aislados y la variedad de las relaciones entabladas que excedía lo meramente comercial, nos lleva a pensar en una frontera que no implicaba separación, sino contacto.
La mujer sin voto pero pilar de caridad y beneficencia partiendo de la docencia en tiempos del malón.
Las mujeres en el espacio público a fines del siglo XIX y principios del XX: un camino alternativo para garantizar el orden. Yolanda de Paz Trueba IEHS (UNICEN)- CONICET
En estos espacios de frontera, encontramos que ciertas mujeres (principalmente maestras y familiares de los notables y autoridades del pueblo), cumplieron un rol protagónico en la atención de las necesidades de los sectores más pobres de la sociedad local, de conseguir vestido y medicina para niños y mujeres solas, así como de la salud y de la educación.
Su condición social (esposas, hijas, hermanas de los notables locales), y su carácter de educadoras les otorgaba un prestigio doble que les permitió traspasar las fronteras de su hogar e instalarse en el espacio público formando parte de una extensa red asociativa en el marco de la sociedad civil. Fueron la educación y la beneficencia sin dudas las dos actividades que más las congregaron fuera del hogar y en pos de lo cual pusieron en práctica una serie de aparatos organizativos.
La educación era una preocupación propia del período, y fue motivo para que las damas se organizaran. La obra civilizadora de la escuela pública, devino en una cuestión de Estado, una vez que se concretó la unidad nacional.
La intención de la elite gobernante era clara: educar como medio para civilizar y para alcanzar el tan ansiado orden político y la estabilidad social, necesarios en pos de la construcción de la Argentina moderna que se proponía la generación del ’80. En tal sentido, y tal como lo había anticipado Sarmiento, la modernización en la Argentina de fines de siglo fue entendida como el triunfo de la civilización. De acuerdo con Lucía Lionetti (2007: 44), «La educación del soberano remediaba los males y precisaba las fronteras de inclusión en la civilidad.» En síntesis, lo que este modelo perseguía era integrar al ciudadano, civilizándolo por medio de la escuela pública, al nuevo orden en formación.
Ahora bien, debemos tener en cuenta que desde las intenciones de estos discursos plasmados en la letra de la Ley de Educación 1420 a la realidad de la concurrencia escolar, existió una distancia que llevó en múltiples oportunidades a pensar en reformas del sistema de educación e incluso a hablar del fracaso del modelo. La cantidad de niños que quedaron fuera de la escuela pública, o de lo que Carolina Zapiola (2007) señala como el binomio «niño/alumno», y fueron estigmatizados dentro de la amplia categoría de menor, fue el centro de las preocupaciones de múltiples sectores de la sociedad, entre ellos las maestras y las instituciones de beneficencia que nos ocupan en esta oportunidad. De tal preocupación da cuenta la formación de Sociedades como La Protectora de Niños Pobres en Azul o la Sociedad Belgrano Amigos de la Educación en Tandil, que resultaron de la congregación de hombres y mujeres en torno al fomento de este cometido.
Cabe antes señalar que la prensa local transmitía la preocupación que al respecto manifestaba la sociedad y las autoridades locales. La alta inasistencia escolar era un tema recurrente. En 1885, a poco de la aprobación de la Ley de Educación 1420, decía El Eco del Tandil que existía una alarmante diferencia entre la cantidad de niños existentes en la localidad en edad de educarse y los que efectivamente asistían a la escuela.( Este artículo deja traslucir claramente una serie de discursos predominantes en la época acerca de la educación. (Esta categoría incluía a niños solos, abandonados, huérfanos, vagos, o trabajadores callejeros que en el contexto de fin del siglo XIX fueron identificados como criminales en potencia.)
En este sentido, decía que bastaba una recorrida por las calles del pueblo para darse cuenta de esta «estadística» a la que antes hacía referencia y habla de la existencia de un número de 150 a 200 niños que no asistían a ninguna escuela y que al indagar a las madres acerca del motivo de esta situación, hacían referencia a su indigencia. Esta sería la causa por la cual no podían calzar ni vestir a sus hijos adecuadamente para que asistieran a la escuela, así como manifestaban que éstos debían ocuparse en alguna «changa» para aportar económicamente al sostenimiento del hogar. Era por esta razón que el periódico local se preguntaba «(…) No podrían las señoras del Tandil organizar una asociación de damas para allegar y crear recursos que salvaran esta diferencia? (…) ¿Podía haber nada más grato ante Dios y la religión cristiana que el sacar a esos niños de la abyecta indigencia a que los condena esa ignorancia para elevarlos a la condición moral de ser útiles a sí mismos, a la sociedad y a la patria?». Seguía así planteando la necesidad de la educación en pos de la formación de buenos ciudadanos para el futuro de la patria y convocando a las damas del pueblo a cumplir con esta misión que, decían, les correspondía por naturaleza. Finalmente, consideraba el periódico que una vez formada, esa comisión podría pedir ayuda a la Municipalidad y al Consejo Escolar, para hacer así «(…) que la difusión de la enseñanza primaria que obliga la ley fuese un hecho entre nosotros (…)». Sin embargo, habría de pasar un tiempo hasta que la misma fuente nos informe sobre la conformación de una institución de este tipo en Tandil. Mientras, observamos que las dificultades que antes planteaba el artículo, se perpetúan en el tiempo.
Así, en febrero de 1887, e l diario transcribía una nota de la directora de la Escuela de Niñas del pueblo ,Josefa de Venegas, quien por medio de un llamado a los padres de niños en edad escolar pretendía «estimular» a estos para que enviaran a sus hijos a la escuela, así como pedir a las autoridades que a quienes miraran con indiferencia la importancia de la educación, «(…) les recordara el artículo de la ley que hace obligatoria en esta república la educación Común». Un año más tarde, el Consejo Escolar había amonestado a los padres de los niños que no eran enviados a la escuela por medio de la policía, lo que el diario consideraba muy oportuno ya que estos se habían comprometido a no incurrir mas en la falta de no cumplir lo que la ley mandaba. 10 Una referencia más que extensa pero que da cuenta de la preocupación de diversos sectores de la sociedad en pos de la educación así como de la reticencia de los padres de familia a cumplir con una ley que hacía ya varios años que había transformado en obligatoria la enseñanza, al menos en la letra de la ley. Las circunstancias locales nos presentan una realidad más compleja, a la que debemos atender, y en la que la indigencia alegada podría también interpretarse como una competencia entre los ámbitos público y privado, entre un Estado que pretendía imponerse y las familias que decían no contar con los recursos para enviar a sus hijos a la escuela, ya que ésta competía con la necesidad del trabajo para generar ingresos complementarios en el grupo familiar.
Recién en diciembre de 1900 la misma fuente nos habla de la existencia de la Sociedad Belgrano amigos de la educación, pero no precisa la fecha de su fundación.