Columna de opinión – El Guaicurú
Lo que pasó en el Senado con la ley de Ficha Limpia dejó mucho más que un proyecto rechazado. Lo que dejó fue una sensación amarga. La votación se cayó por un solo voto. Y ese voto llegó desde Misiones.
Los senadores Carlos Arce y Sonia Rojas Decut, del Frente Renovador de la Concordia, dijeron una cosa y terminaron haciendo otra. Habían adelantado su apoyo. Pero al momento de levantar la mano, votaron en contra. Esa jugada, silenciosa pero decisiva, fue lo que necesitaba el oficialismo nacional para dejar sin efecto un proyecto que tenía fuerte respaldo social.
La Ficha Limpia no era una ley perfecta, ni mucho menos. Pero tenía algo claro: impedir que personas con condenas por corrupción confirmadas por segunda instancia pudieran presentarse a cargos electivos. El principal nombre en la mira, claro, era el de Cristina Kirchner. Ese era el corazón político de la iniciativa. No se hablaba, sin embargo, de quienes endeudaron al país hasta el cuello. Tampoco de los que fugaron millones al exterior ni de quienes se beneficiaron con obras públicas sin pisar una oficina pública. Como Mauricio Macri, por ejemplo.
¿Transparencia selectiva? ¿Justicia para unos pocos? La ética no puede ser una herramienta de campaña. Si vamos a exigir limpieza, hagámoslo en serio. Para todos.
Y ahí aparece el otro costado de la historia: Misiones. El Frente Renovador lleva más de veinte años en el poder. Construyó una estructura fuerte, disciplinada, vertical. Carlos Rovira no aparece en escena, pero todo pasa por él. Y ahora, una vez más, el oficialismo nacional encontró en esa maquinaria provincial el voto que necesitaba para frenar una ley incómoda. Una vez más, Misiones jugó de socia silenciosa del poder central.
¿Qué se negocia? Nadie lo dice. Pero es evidente que se negocia. Porque esta no es la primera vez que el rovirismo le da una mano al gobierno de turno. Pasó con otros proyectos, y volverá a pasar. La paradoja es que los libertarios —que vinieron a “dinamitar la casta”— terminan apoyándose en una de las estructuras más sólidas y clásicas del poder territorial en la Argentina.
Y todo esto pasa en la antesala de un momento clave: el 8 de junio hay elecciones legislativas en Misiones. Esa votación, local en apariencia, podría transformarse en un termómetro político. ¿Cómo leerá el electorado misionero este giro en el Senado? ¿Premiará la obediencia al poder central o castigará la falta de coherencia?
La política argentina sigue atrapada en un juego de espejos. Se habla de república, pero se actúa con pactos. Se grita contra “la casta”, pero se abraza a sus operadores. Lo que se vio con Ficha Limpia no es solo un capítulo más en la novela del desencanto. Es una advertencia. Y también una oportunidad: para abrir los ojos, para revisar lealtades, y —por qué no— para cambiar el rumbo.