Agenda cultural
El título del libro que tengo en las manos, y el día de hoy, 30 de agosto, Santa Rosa y su esperada tormenta, me hacen pensar en lo imprevisible, en lo mudable de los “climas” de ambas naturalezas. Cuál es el secreto de esta sorpresa diaria que nos deparan ya que no podemos asegurar que “al sol de la mañana” no le siga un estrepitoso temporal. Misterioso devenir, secretos que alguien conoce pero que mientras buscamos entender, nos entretienen. Nuestra lectura de hoy, de la escritora y docente posadeña SONIA MELO asegura desde su título que “TODOS TENEMOS SECRETOS” Y así lo hace saber en los treinta y cinco cuentos breves que conforman su libro editado en agosto del 2015 y que no pudo ser presentado en la edición treinta y ocho de la Feria por problemas de fechas. Pero la autora merece ser leída en cualquier tiempo. Sus textos son impecables, su imaginación nos lleva a fortalecer la nuestra que parece demasiado quieta, demasiado apegada a la realidad. Nos cuesta volar y desplegar alas.
La edición del libro es excelente, en cuanto a su presentación e imágenes. Son varios cuentos o relatos, pero voy a copiar uno que tiene la cadencia de prosa poética, pero que sin embargo podemos transformarlo en bella poesía al leerlo.. Y encontrar su secreto. Pág. 100 “ESE AMIGO.” “ Como cada tarde preparé la masa de harina y de ajo y busqué las lombrices allá en el fondo, donde la Juana tira la basura. Agarré la vieja canasta, refugio de anzuelos, lineadas, plomadas y como cada anochecer reinicié el camino. La canoa fiel esperaba dócil, hamacada suave por mi amigo el río, que hoy estaba quieto, más lento que nunca.. Remé sin prisa ajustando tiempos a su andar tranquilo. El, yo y la noche, vestida tan linda como una muchacha domingo de fiesta. En el horizonte luces enfermizas marcaban el límite de las aguas éstas. Los remos jugaban por turnos su apuesta. Tiré la carnada y esperé en silencio sin un pensamiento vagando allá adentro, el corazón latiendo casi por costumbre, las manos dormidas, el cuerpo en reposo, la paz infinita de Dios en mis hombros. Pasaban las horas, no había pique. Pensé en la Juana y en los tres gurises y casi como un ruego le pedí a El su ayuda. Otra hora lenta. Serían las cuatro: la lineada tensa me avisó que algo había picado. Un pacú no muy grande, pero ya era algo. Otros tironcitos, cayeron dos bagres. Puse más carnada y esperé, el río estaba cambiando, se movía agitado como en turbulencia. Respiré profundo, el tirón ahora fue más fuerte y brusco, tembló la canoa. Con todas las ganas tensé la lineada, recogiéndola con presteza: era un gran dorado, brillando en la noche que ya adormilada cerraba los párpados. Remé como siempre de vuelta a la costa, la fe en el pecho, cansancio en los ojos que no se volvieron a mirar al río”

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Categorías: Columnas de Opinión
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