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La Feria Provincial del Libro presenta: «Roguemos por la paz…»

Agenda cultural
Siempre es agradable leer historias del pasado, con personajes que por alguna razón conocemos o recordamos aunque sea al pasar. Especialmente cuando los años se nos vienen encima y los recuerdos también. Una vez más el autor y editor Dr. Ramón Delgado Cano recopila varias historias reales, con algún dejo de ficción, porque su oficio de escritor se lo permite, en su nuevo libro “Cuando Florezca El Lapacho. Cuentos – Relatos – Poesías”. Con la agradable impresión de que ornamenta su tapa, con un óleo de su autoría ( que nos recuerda a los paisajes de Kowalski),, donde la naturaleza misionera se muestra en uno de sus momentos más hermosos como es su floración en el monte. El libro tiene 30 textos, entre narraciones y cuentos, con una separata al final del libro dedicada a la poesía, típicamente misionera, con paisajes y nostalgias misioneras. Su currículum y biografía nos pone frente a un hombre de las letras misioneras y comprendemos su gusto por las historias reales -breves, con algunos personajes casi desconocidos, porque su formación y actuación en la Junta de la Junta Histórica de Misiones le dio esa posibilidad que brinda la documentación y su archivo. El autor, dice de este su último libro que se puede leer desde cualquier página y en cualquier lugar y momento. Y así me ha sucedido una vez más, porque a veces se busca la sorpresa a través de un título sugerente. Por ejemplo no pude obviar el relato de los hechos previos a la muerte trágica de Manuel Antonio Ramírez, donde un periodista se encuentra por primera y última vez con él en un estadio de fútbol. Me conmovió una vez más recordar esa muerte inútil y, a la vez, porque tengo un relato de alguien que vivió ese día con él, con la idea de prevenir un desenlace que todos preveían. Este relato lo tengo aún en mis manos. Y también Manolo es inolvidable por una poesía dedicada a Oberá, que hizo en una mesa de bar, entre amigos, “de un plumazo” cuando el centro estaba lleno de barrancos, por donde aparecían pequeños senderos caminados por la “gente rara”, los aborígenes que se acercaban calladamente a contemplar ese nuevo mundo que invadía su lugar.
Pasando a otras historias del libro, me detengo en un Horacio Quiroga casi desconocido, viajando en tren, atraído por una joven a la que invita a festejar su cumpleaños, justo un 31 de diciembre. Un Quiroga amable, galante, seductor, elegante… y una joven aparentemente seducida por este caballero. Siempre nos hablan de un Quiroga hosco, hasta grosero, entregado a sus misteriosos pensamientos. Y Quiroga vuelve a aparecer en otro relato, unas cuantas hojas más en el libro y compruebo, que si bien fue un hombre solitario en muchos momentos de su vida, también compartió a su modo, la amistad con otro escritor casi desconocido, que Delgado Cano rescata con gran interés, a Germán de Laferrere, y le dedica un libro.

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