El 25, pusimos la bandera argentina en el balcón, nos colocamos la escarapela, actitudes éstas que responden a la tradición lo que -sin diccionario en mano- se nos ocurre como el sostenimiento de nuestra cultura, como el soporte dinámico limítrofe, todo ello enhebrado por el uso de la lengua común, costumbres, fortaleza anímica para vivir el suelo amado, un sin fin de estados espirituales que permiten hacer de la tradición la raíz que nos afirma en la búsqueda de nuestra identidad nacional.
Ante el brote de tales pensamientos, creímos oportuno desgranarlos en esta cita semanal, pero confesamos que esa bandera argentina, esa escarapela y por sobre todo, inmersos como estamos en el 25 de Mayo de 1810, hay otros pensamientos históricos que pueden aparecer y como si hay algo que es pasajero es la fijación del pensamiento de un momento (aunque puede ser reiterativo) sucedió lo que sucedió y así fue como, hurgando nuestra biblioteca, nos dimos de cara con el algo peculiar libro «Diario de la Historia Argentina» cuyo autor es Jorge Perrone y un título sugestivo «La línea Nacional»: La soberanía pasa por la tierra y sus habitantes. Y sobre ese eje pivotea la historia de los pueblos-comienza Perrone- y agrega: «…Ni la Patria comenzó en 1810 ni nos fundó el liberalismo…»
Es muy probable que tanto usted como nosotros hayamos sido testigos de la aseveración de estos conceptos que el autor descarta de plano en función de nuestra historia patria, por lo tanto la curiosidad nos hizo proseguir la lectura para lograr alguna explicación la que llegó unos renglones después: «Ya en el siglo XVIII andaban guaraníes y frailes defendiendo todo ello en las misiones jesuíticas. Hacia 1776 Carlos III- sin falsas justificaciones de soledad y distancias- crea el Virreinato del Río de la Plata, último y mayor de América…»
Aquel virreinato -recordamos nosotros- de tal extensión que comprendía ocho Intendencias (Buenos Aires, Córdoba del Tucumán, Salta del Tucumán, Paraguay, La Paz, Cochabamba, Charcas y Potosí (estas últimas en el Alto Perú), y cuatro gobiernos subordinados (Moxos, Chiquitos, Misiones y Montevideo)
Poco nos dura la fruición del recuerdo que muestra un virreinato vigorosamente extendido que además de los territorios argentinos de hoy, comprendía los de Bolivia, norte de Chile, Paraguay, Uruguay y parte de Río Grande, en el sur de Brasil.»…casi la mitad del mismo se perdió al cabo de nuestra Independencia, esto cabe apuntarse en el «debe»de quienes en algún momento manejaron políticamente a la Nación, quebrando el eje de su soberanía.»
Interesadoscontinuamos la lectura:»Cuando en 1806 y 1807 tropas británicas invadieron Buenos Aires, el pueblo las rechazó, sin fracturas, mientras muchos de sus clases dirigentes festejaban con vinos y clavicémbalos al atacante, especulando ventajas comerciales y de las otras. Y en Mayo será el pueblo en armas quien, desde el Regimiento de Patricios, imponga la Junta de Gobierno…»
Esta mención del pueblo en los albores de nuestra nacionalidad debe ser tenida muy en cuenta al valorar el hecho histórico.
Ya vamos atando cabos:»Los responsables de estas desdichas coinciden con la ruptura de la soberanía argentina -territorial, económica o política-, identificados en minorías soberbias encaramadas en el poder, por asalto, a lo largo de nuestra historia. Redivivo fantasma con distintos nombres de profusa iconografía, que en última instancia «se frega» de los pueblos y la tierra.
Nuestro ojo «para adelante» avizora que las ideas del autor están en plena ebullición «Por inconvenientes o incomprensión, los resultados son idénticos: «Decente es todo hombre blanco que use fraque o levita»; Constitución de 1819, oligarquía unitaria del 26; entrega de la Banda Oriental, primero a los portugueses, para quitárselo de encima a Artigas, que planteara la independencia y el federalismo, y luego al Brasil, para aplastar a los caudillos federales; fusilamiento de Dorrego en el 28 «La gente baja/ ya no domina/ y a la cocina/ se volverá//; barcos y soldados gringos para luchar contra su propio país en 1834 y 1850, ofreciendo incluso segregaciones territoriales argentinas para asegurar esa ayuda, abogar por la entrega de la Patagonia a Chile como arma para combatir la»tiranía», soldados y patacones brasileros para voltearlo a Rosas.»
Nuestros longevos «pelitos» se nos erizan en función de patria y hasta quisiéramos creer en exageraciones, pero, como en otras ocasiones, surge esa vocecita que nos dice «acordarse de San Martín»…San Martín…. balbuceamos y damos en el blanco. La referencia tiene que ver con una carta de don José de San Martín dirigida a Rosas el 10 de junio de 1839 «Lo que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar su patria y reducirla a una condición peor que la que sufrimos en tiempos de la dominación española, una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer».
Dudamos en seguir. No tanto por nosotros, que al fin de cuenta como historiadores estamos curados de espanto, sí, por ustedes, pero… hacer eso no sería honrar esta columna, sigamos con Perrone:»Y desde entonces a nuestro siglo, separación de Buenos Aires en una condenable República del Plata, mitrista y liberal, hacia 1856, sometimiento del interior con coroneles orientales -Paunero, Arredondo, Flores- y eficientes armas ad hoc, degüellos de hasta generales de la Nación, como el de don Angel Peñaloza, buscando sosegar a «la chusma»; levas de frontera, despojo de bienes, derechos negados -lo cuenta Hernández-, total «el gaucho lo único que tiene de humano es la sangre; hagámosla buena para abonar el suelo», desamparo social, leyes de residencia, conventillos, desnutrición; mandatarios electos a dedo, según dice Ramón J. Cárcano, con fraudes a mansalva y pitorreando la ley Saenz Peña luego.
«En esta somera farándula se perdieron cuatro regiones que heredamos en Mayo -casi 1.700.000 kilómetros cuadrados-, se menospreció al argentino, se mintió el pasado, a la par que se ordenaban ferrocarriles, telégrafos, bancos, frigoríficos, en un opíparo «granero del mundo» como quería Inglaterra.»
Los siguientes renglones son más incisivos que los anteriores y reproducen ilustres opiniones que corroboran tanta rapiña con lo que a la postre va a ser nuestra herencia:»Próximo a su muerte Sarmiento atisbó el problema. «En algo hemos fracasado. Tenemos escuelas, vías férreas, Parlamento, Constitución, ¿Por qué seguimos derramado sangre como antes? Es que el atavismo pesa». Ya por 1864 había señalado Juan Bautista Alberdi: «La división argentina no es política, no son dos partidos, son dos países»
Uno, importando habitantes, leyes, principios, en reniego de nuestra heredad española y cristiana, desde el puerto que levanta orgullosas estructuras, materiales y economía mercantilistas, entendiendo a la Argentina como una sociedad anónima «crucificada en las pizarras de las cotizaciones de Bolsa», según apuntara Leopoldo Lugones. Otro, enraizado en ese atavismo que dijera Sarmiento -supervivencia de la sangre fundadora- con pueblos luchando obstinadamente por realizar su destino, una manera precisa de vivir o morirse, donde hombre y paisaje establezcan una comunidad justa y fraterna.
«Por este país cruza la línea nacional, la soberanía, lo que está sobre, por encima de todo lucro, interés, ambición o teoría sectorial.
«Tuvo sus grandes caudillos. Nunca le faltaron -en todo tiempo- voces augurales y enamoradas. Y esta Argentina prevalecerá.»
Ya como ciudadanos del siglo XXI y tras lo leído comenzamos a sacar cuentas del «debe» y el «haber» nacional a la par que nos quedamos pensando en el poder del pueblo cuando ha querido encarrilar las cosas y todos esos pensamientos nos llevan al 20 de diciembre de 2001.
Entonces la balanza se inclinó totalmente hacia el «debe» nacional y el pueblo forzó la salida del gobierno.
La sola idea de que éste 211 cumpleaños del 25 de Mayo…¡ más de dos siglos!, nos permite reflexionar en el sentido de que… sin embargo y como lo venimos repitiendo, se asoma en este tiempo histórico una fuerte lucecita verde quepretende querer trabajar la escena patria para que en lugar de dos países haya uno solo.