En el cenáculo de Periandro los siete sabios de Grecia se entusiasmaban cambiando impresiones y expresiones, platicando, dirían, acerca de cuál sería el mejor gobierno democrático y por ser una conferencia entre sabios y por ser el tema la democracia, muy democráticamente cada uno de ellos opinó así:
Para Solón  el mejor gobierno sería aquel en el cual la injuria inferida a un particular se considere lesiva a todos.
Para Bias, aquel en que la ley reinara en lugar del tirano (en Grecia el tirano no era el que regía el Estado contra derecho, si no el jefe enérgico e influyente).
Para Tales, aquel en que los ciudadanos no fueran ni muy ricos, ni muy pobres.
Para Anacarsis, aquel en que se venerara la virtud y se abominara el vicio
Para Pitaco, aquel en el que no se concedieran las dignidades sino a las personas honradas, no pudiendo obtenerlas los malos y no permitiendo excusarse de recibirlas la gente de bien.
Para Cleóbulo, aquel en que los ciudadanos temieran más la censura pública que el castigo.
Para Quillón, aquel que tuvieran más autoridad la leyes que los oradores.
Para Periandro, aquel en que la democracia se aproximara más a la aristocracia, ya que así la autoridad residiría en un corto número de personas honradas.
Cierto resulta ser que los cenáculos fueron muy anteriores a que el hombre pudiera templar su espíritu en otras fuentes tales como la luz del cristianismo, dejar atrás el oscurantismo de la Edad Media, advertir que la civilización estaba saliendo de su letargo…
Hay más percepciones que se adentran en el espíritu: Rafael y Miguel Angel le dan eternidad al arte y establecen la unión del antes, representado por las estatuas griegas luciendo armónicas y el después, del que fueron un punto de partida indiscutido. Aparecen la pólvora y la brújula que arrasan supersticiones frustrantes, casi cuando Colón nos entrega un nuevo mundo.
Aparece la imprenta y permite igualar el saber y desterrar la ignorancia, llega la Revolución Francesa con gritos de libertad, igualdad y fraternidad entre los hombres y surge el concepto de masa efervescente. El hombre empieza contar con auxiliares valiosos como el carbón, el vapor y la electricidad, el ingenio se manifiesta con el industrialismo, y  todo ese prometedor territorio material se vuelve terreno de caza codiciable engendrando las guerras mundiales, los gremios se fortalecen, los derechos civiles y políticos alcanzan a más y más gente, las poblaciones se decuplican, las riquezas naturales son arrasadas en función de necesidades básicas de subsistencia y de mejores rindes económicos, el dinero va ganando poco a poco un primer plano y de sus primeras incursiones de fomento agrícola pasa a financiar paz y guerras, tecnología y servicios de punta y la magnitud de sus operaciones obliga a absorciones y uniones que monopolizan cada vez más la banca, que promueven prioritariamente la inversión sin riesgo y como efecto catarata va “sacando” del sistema a particulares, ciudades, provincias y países que arañan con desesperación en la búsqueda de migajas que permitan sobrevivir a sus magras economías, las que solamente con la globalización asociativa o la global regional a través de mercados pueden alcanzar un mejor nivel de vida.
Los capitales, cada vez más voluminosos en el mundo, ávidos de rentabilidad, no tienen empacho en colocar desaprensivamente sus productos en mercados emergentes ya sea utilizando presiones insalvables o complicidad de los naturales con decisión política, de resultas de lo cual rapiñan el mercado nacional a través de la esquilmación de su gente que, deslumbrada con las cuentas de colores y los fuegos de artificio de una tecnología que acaricia la sensualidad y que promete ser accesible a través de créditos que a la postre llevan a la esclavitud, cuando no a la bancarrota y así es como a la corta o a la larga ofrece el triste espectáculo de pueblos devastados, rodeados de técnica y civilización inaccesible para muchos, debido a sus altos costos y utilizados a medias por los más y de gente que, al sentirse ignorada o estafada no encuentra sino métodos de irascibilidad y violencia para “soportar” esta caricatura de democracia que privilegia a unos pocos y anula a los más.
Un ser obnubilado solo atina a actitudes primitivas, ayer utilizaba el garrote, hoy, los más sofisticados métodos de violencia física o síquica y mientras en nuestras pantallas de P.C. acudimos presurosos a “bajar” informaciones del primer mundo en nuestro entorno reina la confusión violenta que no deja resquicio para una salida imprescindible del aparato social enervado.
Cuánto dijimos al relatar las vivencias que motivaron al hombre a través de los siglos y ¡vaya paradoja!, sin embargo, a pesar de ello, el hombre de hoy, que no se dará por vencido, sigue buscando el mejor gobierno tal como lo quisieron los sabios griegos, claro que ahora  – y nos referimos a nuestro caso argentino- cada vez más se alejan las posibilidades de cenáculos donde dialogar, una, por que el tiempo económico – que mostrándonos la zanahoria del burro carrero-, nos quita tal posibilidad en aras de un bienestar, porque nuestros tiempos democráticos tan atípicos, en lugar de hacernos practicar el diálogo, cada día más nos impide siquiera tomar en cuenta otra opinión que no sea la nuestra, “nuestra verdad” más forjada por el resentimiento y el desengaño pero que, lamentablemente, en la mayoría de los casos es un  amargo lamento, reñido a muerte con la realidad…
La polémica de si somos o no somos culpables de lo que nos acontece no vale la pena seguirla, en todo caso conformémonos con ser la resultante de un  disloque mundial, de exacerbación de pasiones que anula intelectos, que destruye propósitos, que aniquila pueblos, utilizando las armas convencionales de destrucción unas veces y otras, -ahora se está transformando en moneda corriente-, armas sicológicas que nos pretenden confundir de tal suerte que nos coloca en situaciones infrahumanas.
Conformemos a los siete sabios de Grecia, padres de la democracia, esa panacea que legaron al hombre de nuestro tiempo y que éste se está encargando de echar por la borda, explicándoles que la injuria a la que se refería Solón hoy está envuelta en ropaje mucho más tétrico; que la ley que quería Bias en lugar de la tiranía, comienza a aparecer como letra no vinculante; que la pobreza y la riqueza en un término medio como lo aconsejaba Tales, se ha ido a las antípodas; que  la virtud y el vicio a que hacía referencia Anacarsis, sólo quiere reinar este último; que las personas honradas, únicas destinatarias a las dignidades, huyen despavoridas y se excusan de aceptarlas, algo que no quería Pitaco; que la censura ya no es muchas veces ni siquiera considerada sabiendo que reina impunidad al castigo, defraudando a Cleóbulo, y en cuanto a las leyes y oradores de Quilón, ya no cabe la comparación porque tanto unas como los otros han bajado alarmantemente su cotización en nuestros días incrédulos, y que la aristocracia honrada que defendía Periandro, está volcada hoy a rentabilidades poco santas.

¡Qué momentos!
Fueron, son y serán los que estamos viviendo y viviremos los argentinos si las cuerdas de la lira de la concordia y la paz dejan atrás grietas creadas sin miramientos persiguiendo la  luna de valencia en noche oscura y cerrada.
Tocan a rebato las campanas que estamos escuchando como lo están haciendo desde días atrás y no es para menos porque nos damos el lujo  de iniciar una etapa de un nuevo gobierno electo en comicios limpios, sin inconvenientes de ningún tipo que, además de ser una esperanza para el nuestro lo será de que los países de América del Sur, hoy convulsionados, conserven fuertes reservas socio políticas como para honrar su suelo y su gente, algo que entendemos, será está creciendo en este mundo que se perfila del siglo XXI en el que todos los pueblos que la componen se necesitan unos a otros para crecer, basados en la aptitud de sus gobernantes que comprendan que con la violencia que abre el camino a las guerras, fría o caliente en alguna de sus versiones, solo se logra frustración y dolor, lo que no significa que no se fortifique como previsión para su defensa, muy por lo contrario.
Y ese repiqueteo de campanas que estamos escuchando, tocan a rebato en nuestros oídos ante la posibilidad de que ahora sí tenga lugar un federalismo a ultranza tan solicitado por las provincias y al que apuntó en su defensa el gobierno misionero haciéndolo con énfasis y certeza de rumbo.
Sería largo de enumerar los temas en que bullen las esperanzas del pueblo tras la aguda crisis que está soportando,
Pero hemos vivido tantas y tantas que ya somos una parte de este laberinto de vida democrático y vemos que ya es hora de contribuir a que esta tabla de salvación pueda hacer lo que los argentinos esperan que haga.

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Categorías: Columnas de Opinión
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