Agenda cultural
Desde Capioví, Misiones, nos llega una autora y un libro especial, que nos plantea, en términos generales, que la docencia es más un arte que una profesión… o que es una profesión desde donde enseñar puede volverse un arte.. María Cristina Alonso es quien nos va a comentar todo esto en su libro «Disfrutar la clase. Experiencias y reflexiones sobre el arte de enseñar».
Es correntina de nacimiento pero vive en Misiones desde el año 1992, y a pesar de su juventud es docente jubilada después de más 30 años de trabajo. Son muchos los cargos importantes que ejerció en esta actividad desde su título de Profesora de Filosofía, Psicología y Ciencias de la Educación obtenido en Corrientes. Actualmente está finalizando una Maestría en Educación en la Universidad Nacional de Quilmes, porque como ella dice, se retiró del aula pero no de la docencia. En estas páginas ha elegido calificar de “arte” la labor docente, siempre y cuando sea ejercida con vocación y amor hacia el educando. De su indubitable vocación nos habla en las primeras páginas pero luego, en los capítulos siguientes desarrolla sus ideas para demostrar que esa vocación sin empatía no llega, no sirve. En el capítulo 2 reflexiona sobre “ Educar con el corazón” y nos sorprende con su contenido: “Entrar al aula con una sonrisa”; “Mirar rostros, no caras”; “Sentir simpatía por los adolescentes y jóvenes”; “Escuchar a nuestros alumnos” y “No se educa desde las carencias del otro”. Todas estas actitudes requieren del docente una visión sensitiva acerca de la enseñanza . En el capítulo 3 la autora se enfoca en el tema “Ser docente en el siglo XXI”, preguntándose si todo tiempo pasado fue mejor, o si solo fue diferente. “Lo único constante es el cambio” decía hace siglos Heráclito. O sea que debemos participar del cambio , y éste se va dando a medida que la ciencia y la técnica avanzan. No se puede quedar atrás mientras los alumnos y los jóvenes sienten el cambio, lo padecen, lo viven. Por eso hay que abocarse a encontrar nuevas formas de enseñanza para evitar los fracasos escolares que tal vez no sean tales sino producto de los vertiginosos descubrimientos científicos que nos sacan de la rutina y nos obligan a buscar experiencias alternativas para “…seguir creyendo en que la tarea de educar transforma y nos transforma, en que el destino de nuestros chicos no es inmutable ni prefijado..”. La tecnología ya es una parte invalorable de nuestra cultura actual y es una notable herramienta para ambos, docente y alumnos, que nos muestra que el conocimiento se obtiene también a través de lo virtual y no solo en la escuela.
La autora está convencida de que hay que comenzar a ver de otro modo lo cotidiano escolar, flexibilizar el pensamiento reflexivo y cambiar las prácticas escolares de enseñanza. En los capítulos siguientes encontramos el desarrollo de estos temas, donde la docencia puede ser un arte y el docente un artista. Muy recomendable.
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