Agenda cultural
El texto al pie del comienzo del libro: “Puerto Yguazú 2018”, nos dice de donde viene este libro descubiertando versos y crónicas de barro, y buscamos a su autora Blanca Estela Pan, misionera, nativa de Jardín América, pero residente en Puerto Iguazú. El editor, Theodosio Barrios, de “th barrios ediciones” de Eldorado, nos acercó este libro durante la 42 Edición de nuestra Feria, en ausencia de la escritora. Fue un placer el reencuentro literario con Blanca Estela Pan, a quien conocimos hace años en uno de los memorables encuentros literarios de Puerto Iguazú, liderados por ella, Aurora Bitón y Alicia Segovia, tres ases de la poesía. De ella vamos a repasar algunos de sus atributos personales. En los años 1997 al 99 fue Directora de Cultura de Puerto Iguazú donde tuvo la oportunidad de realizar diversos encuentros literarios y culturales. Como Guía de Turismo, habla , lee y escribe en inglés, portugués y guaraní, lo que da idea de la amplia gestión que en un lugar como Puerto Iguazú estas condiciones le otorgaron. Coordinó grupos de turistas extranjeros, realizó cursos de interpretación ambiental y de flora y fauna local. Participó en concursos locales y provinciales, en Antologías de Poetas y Escritores de Misiones. Este libro es su primer trabajo en calidad de autora. Tiene dos partes, una en poesía “Descubiertando versos” y otra en narrativa “Crónicas de Barro”. En ambos se encuentra un despliegue de humanidad, de entendimiento de situaciones y emociones que ella describe muy bien. Las duras vivencias de otros seres no le son ajenas y la vemos conmoverse profundamente ante situaciones de pobreza, que pinta con fuerza y nos deja, a sus lectores, muy conmovidos. Sus “Crónicas de barro” tienen seres socialmente marginales, pero con la riqueza que siempre trae el encuentro diario de la familia, la convivencia , el apego a la tierra -forzado pero necesario- el apego al río. Y si bien -dice- somos parte del torrente de la vida, éste escapa por los costados. Entonces lamenta que nos detengamos girando en sus remansos, que son las rutinas, las frivolidades, las justificaciones y mientras que el alma se debate por correr “llenos nuestros ojos de sombría cobarde nostalgia” . Cualquiera de sus Crónicas son ejemplos de vida cotidiana. Descubriendo a la autora en su poesía, (ella introduce el término “descubiertando”, fronterizo ) también está la mujer apasionada, por la vida, por el amor, por la gente, por el trabajo.
La mujer agradecida que dedica sendas poesías a los hijos, al esposo, a los amigos entrañables, al paisaje humano, al paisaje vegetal y animal. Sale de su espíritu el llamado hacia el cuidado y protección del ambiente, con voces que van del Grito Montaraz al Rezo Indio. A desacartonar al pueblo, desparramando alegría en la Historia de una Semilla así como tramar apasionados versos de amor. Eso nos depara este singular libro, de una poeta que “ansía escrutar el alma y conocer las secretas galerías de tu pensamiento”.