Mirta Ferreyra.

“No me explico, no entiendo. Es imposible porque mi marido no salió de mi casa y permaneció con nosotros todo el día. Es totalmente inocente de tan aberrante hecho. Me solidarizo con la familia de las víctimas y pido justicia para ellos, pero también pido Justicia para mi marido. Nosotros también somos víctimas porque toda la familia está sufriendo injustamente”, clamó Graciela Mirta Pereyra (61), esposa del ex prefecto Pablo Julio Paz (54), uno de los tres imputados por el cuádruple homicidio de la familia Knack.
Pereyra fue uno de los ocho testigos que declararon ayer en el marco de la cuarta jornada del debate oral y público que se desarrolla en el SUM de la Unidad Regional II de Policía de esta localidad.
Ante el Tribunal Penal Uno, la mujer realizó un pormenorizado detalle de las actividades que realizó con su familia, incluido su esposo, el 25 de mayo del 2014 en la localidad de San Javier, donde residen.
Bajó juramento, relató que a las 8.30 se dirigió al acto de la escuela donde se desempeñaba como docente, mientras que su marido y dos de mis hijos se quedaron en la casa. Regresó a las 10.30, su esposo desayunó y luego con su hijo Julio se dirigieron a un supermercado para hacer las compras para mediodía.
“Almorzamos pasadas las 14. Después llegó una vecina preguntando a qué hora viajaba mi hijo a Posadas como para llevarle unas cosas a su hijo. A las 14.30 trajo las cosas y a eso de las 14.40 le llevamos a mi hijo Rubén a la terminal. Regresamos a eso de las 15. Después mi hijo Julio y mi esposo fueron al dormitorio y estaban viendo para bajar nuevos programas en el celular, luego vieron una película y a las 17, 17.30 mi esposo se durmió y mi hijo fue a la computadora. Yo me dispuse a hacer cosas de la casa y preparé una masa para tortas fritas”, relató.

“Esto es un circo”
Siempre según el detalle de Pereyra, su marido permaneció todo el día en la vivienda. Alrededor de las 19.30 se levantó de la siesta y se dirigió a la casa lindera para darles de comer a los perros de su cuñado, contó la esposa.
“A los 5 o 10 minutos regresó y se pusieron a comer las tortas fritas con mi hijo Julio. A las 20, 10.15 le llamó a mi hijo Pablo para saber si el hermano que viajó a Posadas llegó bien. De ahí permaneció en casa hasta las 22, más o menos, que fue a usar el wifi del casino un rato, regresó y no salió más”, agregó.
Según las víctimas, la masacre de Panambí se produjo entre las 19 y las 20 del 25 de mayo. En tanto, Pereyra mencionó que el martes el ex prefecto recibió un llamado del chapista Marcial Benicio Alegre (54), quien le comentó que la Policía estaba allanando su propiedad y su mamá se encontraba sola.
“Alegre le preguntó si podía ir a ver y lo detuvieron. Primero pensó que fue porque llegó justo cuando estaban allanando”, mencionó.
También en San Javier fue detenido el tercer sospechoso, Juan Ramón Godoy (47), propietario de un VW Bora color gris. Según la esposa de Paz, su marido no conocía a Godoy.
Ante la pregunta del querellante respecto a los dos chips de celular que poseía su esposo, Pereyra comentó que uno era Claro para llamar a la hermana y otro Personal, con el que el 25 llamó a su hijo a Posadas.
Al respecto, el defensor Eduardo Paredes subrayó que todas las pericias técnicas ubican a los teléfonos implicados sólo en el área de San Javier.
Luego prestó declaración Pablo Armando Paz (25), hijo del imputado, quien corroboró que ese día su papá lo llamó dos veces: cuando estaban de sobremesa y después a las 20, 20.10 para preguntar si su hermano llegó a Posadas.
Antes de retirarse, el joven se desahogó ante los jueces: “Quiero decir que mi papá es un perejil y que todo esto es un circo”.
Fue entonces que el ex prefecto Paz pidió la palabra para declarar, pero a instancias de su abogado decidió que hoy contará su versión de los hechos.

Versiones encontradas 
La masacre de Panambí costó las vidas del empresario maderero Oscar Knack (43), su esposa Graciela Mabel Mojsiuk (42) y sus hijos Bianca (12) y Cristian (25), quien agonizó por 36 días y antes de morir aportó datos del hecho, según consta en el expediente.
Al respecto, ayer testificaron dos fleteros de San Javier que transportaron varias cargas de machimbre del aserradero de Knack, aunque aseguraron que nunca lo hicieron para ninguno de los acusados.
De esta forma, ambos testigos contradijeron la versión dada por Cristian respecto al “prefecturiano o ex prefecturiano” que les compraba madera, se movilizaba en un camión vaquero rojo y cuyos datos constaban en los libros de la empresa. En dichos registros tampoco aparecen los nombres de los imputados.  Rogelio Soto (57) dijo conocer de vista a Paz y Alegre, ya que vivió en San Javier. “Hice dos fletes al aserradero de Knack para (Rubén) Bueno, y mi hijo otros dos, pero nunca para ellos”, dijo señalando a los acusados. Precisamente, al momento del hecho el citado Bueno era suboficial mayor del Ejército y estuvo detenido más de 80 días, pero luego fue beneficiado con la falta de mérito.
Raúl Soto (33), hijo del primero, confirmó que hizo “uno o dos viajes” para Bueno, pero nunca transportó madera para Paz, Godoy ni Alegre.
Mario Gilberto Moreira (37), dueño de un aserradero de Panambí, también negó haber hecho negocio con los imputados o con alguien que tenga como apodo prefecturiano o ex prefecturiano.

Vio de lejos 
José Luis Ramírez (47), vecino del kilómetro 13, coincidió con la declaración de su esposa Norma Beatriz Báez, que la semana pasada dijo que el 25 de mayo del 2014 a la mañana observó un VW Bora transitando a gran velocidad en inmediaciones de su casa.
El sujeto comentó que vio el logo de VW y después se dio cuenta de que era un Bora gris oscuro con los vidrios polarizados, pero ante la consulta de la defensa no pudo describir la forma de las luces de stop ni el tamaño del logo. “Estaba a un poquito más de 100 metros”, aclaró. También dijo que el vehículo rozó un palo en una alcantarilla, pero eso lo vio otra persona que se lo contó.
Gustavo Dos Santos (37), propietario de un restaurante de San Javier, contó que Alegre y Paz eran sus clientes y que conoce a Godoy del pueblo, pero que fue pocas veces a su comercio. Consultado al respecto, afirmó que no sabía si los dos primeros eran allegados al tercero. Asimismo, a pesar de la insistencia de la fiscal Miriam Silke, no recordó haber declarado que alguna vez Godoy se acercó a la mesa de Paz y Alegre en su restaurante.

“Había pedazos de sangre y piel” 

En la víspera declararon ocho testigos, ya que la fiscalía desistió de tres. En cambio, Daniel Osés no fue habido ni notificado y se decidió incorporar su testimonio por lectura. Se trata del empresario que el día de la tragedia le pagó los 460 mil pesos a Cristian en Cuatro Bocas.
El testimonio más dramático fue el de Rubén García (38), vecino del kilómetro 7 de Panambí, que ofició como testigo de la Policía Científica en la recolección de huellas en la escena del crimen.
“Adentro de la casa era un tremendo desastre”, dijo antes de quebrarse. Y tras unos segundos agregó: “Había sangre en el piso y en los ventanales, y pedazos de piel adentro y en el patio”
Contó que tomaron huellas de varios objetos, “pero no entiendo de eso”, aclaró cuando le preguntaron si eran nítidas. Tampoco recordó una caja, la famosa caja de zapatos donde los pesquisas hallaron una supuesta huella de Paz.
El debate continuará hoy, desde las 8.30, con la declaración de once testigos citados.

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