Fabián Britos, el ex dirigente tarefero de 44 años acusado de acuchillar a su ex pareja en una plaza pública de esta ciudad, fue condenado ayer a quince años de prisión.
Fue en un juicio abreviado, puesto que minutos antes del inicio del debate oral que estaba pautado para la víspera en la sala de audiencias del Tribunal Penal Uno, decidió reconocer que en la noche del miércoles 5 de agosto de 2015 emboscó e intentó matar a la madre de sus hijos, Viviana Leske (33).
Si bien la calificación de homicidio en grado de tentativa agravado por mediar violencia de género se mantuvo, la pena que acordó es la menor para este tipo de delito y se deduce que podría haber sido más elevada en caso de que la decisión final debiera ser tomada por el triunvirato de jueces: Francisco Aguirre, Lilia Avendaño y José Pablo Rivero, que ahora deberán homologar el acuerdo.
Pero más allá de eso, lo cierto es que finalmente, en un segundo llamado a debate -el primero había sido suspendido-, Britos le dijo a su defensora oficial, María Graciela Abdolatiff, que iba a reconocer su culpa. Lo hizo también ante la fiscal del tribunal penal, Estela Maryx Salguero, dando crédito a todas las acusaciones que desde mucho antes del ataque denunció la sobreviviente.
Reconoció entonces que siempre le pegaba a su ex pareja y a sus seis hijos con lo que tenía a mano, que nunca dejó de hostigarla pese a la existencia de una orden de restricción de acercamiento emanada por la Justicia local como consecuencia de seis denuncias previas que hizo la mujer, y que esa noche que casi la mata, la encontró jugando con su hijo más chico en la plaza del barrio Villa Stemberg.
Confesó que la vigiló durante varios minutos hasta que encontró la posibilidad de acercarse y al tenerla indefensa quiso cortarle el cuello, pero el movimiento de Viviana hizo que el cuchillazo vaya directo a su estómago. Es la marca que ella llevará de por vida en su vientre y que cada minuto de vida le recuerda que estuvo a un paso de la muerte.
Britos, en tanto, al menos hasta el año 2.030 no pisará la calle. Es reincidente, por eso se quedará en una celda de la Unidad Penal II sin poder acceder a ningún beneficio de salidas transitorias o por buen comportamiento.
Vivir con miedo
Viviana pasa la mano por su vientre. Recorre con sus dedos la enorme cicatriz que le dejó el filo del cuchillo. Siente vergüenza -lo admite-, pero también miedo a lo que pueda pasar en el futuro.
“No estoy conforme porque es poco lo que le dan. Yo casi perdí la vida, casi dejé seis chicos huérfanos y me parece que el castigo es insignificante, más teniendo en cuenta que no soy la primera porque a una pareja anterior él (por Britos) le había arrancado los dedos a machetazos”, expresó.
La sobreviviente reconoció que “está preso pero sigo teniendo miedo porque en algún momento va a salir y no sé qué va a querer hacer, si se va a vengar de mi o de los chicos. Tengo miedo que se escape, que me haga daño. Es más, hay noches que escucho ruidos afuera de la casa y se me hace que se está acercando. Tengo terror a que prenda fuego la casa con todos adentros porque es un tipo violento y capaz de todo, me dejó en claro cada vez que me pegó”.
El intento de asesinato fue el epílogo de una serie de violentos episodios anteriores. Britos no dejó de hostigar a Viviana durante toda esa semana previa e incluso la atacó en la casa de su suegra, donde ella fue a buscar ayuda.
“Esa vez me salvé de casualidad, porque cuando entró yo salté por la ventana y cuando salió me metí otra vez para esconderme debajo de la cama, pero a la semana me cruzó en la plaza cuando estaba con mi nene más chico y ahí me terminó apuñalando. Pensé que me moría, que finalmente el padre de mis hijos cumplió con lo que tantas veces había prometido”, añadió.
En diálogo con El Territorio, Viviana comentó que padece una hernia abdominal sobre la cicatriz de la puñalada, lo que requiere una intervención quirúrgica que se dilata “porque no tengo con quien dejar a mis hijos”.
Por último, reconoció que la ayuda que le prometieron como víctima de violencia nunca llegó y desde entonces sobrevive haciendo changas en casas de familia amigas, mientras vive de prestado en una precaria casa de madera.