Continuando con lo prometido para este mes de febrero, reproducimos hoy otro trozo de historia misionera de profunda emotividad, escrito por Juan Enrique Acuña en la revista del Centro Universitario Misionero de la Plata, allá por el año 1943 –hace 74 años- rememorando a Misiones en algo que ubicó como la historia del Paraná, entonces universo de lujuria vegetal, eran tiempos del indio, del Mensú y, por sobre todo el surgimiento de la que llamó “Capital de la selva” (hoy Posadas) desde la que “hombres de pecho audaz” remontaron el río…
“…Sobre la margen izquierda del río, en el lugar de un viejo potrero de ganados, donde después cavaron trincheras que llamaron de San José, un día se abrió una calle en el monte. Los hombres construyeron sus ranchos; la calle se fue haciendo pueblo; las canoas se transformaron en barcos. Allí, sin duda, crecía la Capital de la Selva. Hombres de pecho audaz y puño firme se hundieron en los montes con la sola arma de su osadía y su ambición. Remontaron el río y en sus márgenes levantaron puertos: una playa de arena y arriba, sobre el filo de la barranca, las casas. Hasta ellos llegaron indios mansos y recuas de campesinos engañados; desde allí empezaron a ganar el monte a machetazos. Las picadas se metían hasta el centro, hasta el fondo hostil de la selva, en medio de la fiebre de mbarigüíes, de mulas, de torsos morenos, de alzaprimas desmesurados. Así el látigo, cada día más eficaz, fue levantando muchos puertos y abriendo muchas picadas.
“La Capital de la Selva fletó sus barcos y los barcos, los viejos vapores de rueda, anchos y lentos como una torpe alcahueta, pero con algo de romántica gracia en su deslizamiento sobre el agua verde y blanca del río, volvían de los puertos del Alto Paraná cargados de yerba virgen; volvían con el oro verde arrancado a la selva milenariamente cerrada y terca. Por el agua ancha y traicionera bajaban los troncos formando grandes almadías, las famosas jangadas . Y era de ver los gráciles humos encendidos sobre ellas y como en sus alargadas ondas temblaban la notas guitarreras y se balanceaba la nostálgica queja de una polca.
“Era el monte que se volcaba sobre Posadas, la riqueza enorme de la selva convertida en maderas y yerba. Las veteranas Trincheras de San José, el antiguo rancherío, el viejo potrero, era entonces la Capital de las Selva. Creció rápidamente, se afirmaba, se multiplicaba: Llegaban los tiempos de encender los cigarros con un billete de cien pesos. Es ésta la historia de una calle que llegó a ser ciudad cuando los hombres fueron a conquistar la selva.
“En esa calle inaugural hecha ciudad, donde los ranchos comenzaron a esconder su miseria sobre la verde y aún agreste punta de Gómez, fue creciendo la tragedia. El frenesí del dinero era una virtud en acción. Él empujaba los torsos de morenos en la maraña infecta de víboras y paludismo; él arrancaba los grandes troncos hasta el borde del agua, en los lejanos puertos; él movía la rueda de los viejos vapores; él movía todo lo que iba ensuciando como un petróleo necesario -¡tan asqueroso!- las dulces aguas sorprendidas. Y es de preguntarse: ¿de dónde salía ese dinero? De la selva, dicen algunos; yo digo: del dolor. Si, del dolor. Más no del aventurero audaz, sino de otro hombre, un hombre pequeño, de color de tabaco, analfabeto, fuerte para el trabajo, indolente y cantor de cosas tristes: el mestizo guaraní.
“Este hombre, el Mensú, era el productor de ese dinero. Y Posadas era la trampa bien montada. En la Capital de la Selva, los hombres del látigo sabían aprovechar esa fuerza natural y transformarla en dinero. Allí estaba el puerto con sus cafetines con su Bailanta, donde, entre una botella de caña y una caricia de rameras, un hombre ponía una cruz en un papel como señal de consentimiento para su ingreso en la muerte. Así la trampa devoraba a esos miserables llegados del Paraguay, del Brasil, de Corrientes, del interior del Territorio.
“La farsa del conchavo, del anticipo, de los vales, ilusionaba a los hombres morenos ansiosos de un día de libertad. En esos pedazos de papel, en esas promesas, alimentaban ellos los pobres sueños de la desgracia, la mínima ilusión de una torpeza desenfrenada, como los perros que sueltan el collar y van a revolverse en la inmundicia. Porque la trampa les deparaba apenas el triste libertinaje del alcohol y la degradación. Yo alcancé a ver cuando niño- comenta el autor- a ese hombre y su china exhibiendo su borrachera de caña en un coche descubierto por los zanjones de la avenida Corrientes.
“Borrachos todavía eran metidos en los barcos que partían de la Capital de la Selva con su carga humana hacia el Alto Paraná, hacia las minas de madera y yerba. Cargas de dolor, arreadas a punta de látigo, a fuerza de alcohol y de miseria. El hombre moreno iba al infierno verde cantando polcas, desoladamente triste, embrutecido. Allá le esperaba el trabajo agotador del desmonte y de la yerba, el paludismo, la tuberculosis. Y fueron estos hombres los que extrajeron de la selva millones de pesos, los que empujaron los barcos hacia el norte y las jangadas hacia el sur, Fue su dolor, su solo dolor de hombres….”
Continuaremos en la próxima con: La aparición del hombre rubio.
Fondo de Crédito Misiones
La inauguración del Fondo de Crédito Misiones y los postulados que lo rigen, muestran que la nueva entidad crediticia tiene como objetivo el financiamiento de proyectos productivos mostrando un perfil humano que se traduce en el rol social del Fondo y que ha sabido propulsar y llevar adelante con pasión el gobernador Hugo Passalacqua y en la inauguración del mismo ya mostró la expectativa que ha creado y ese su entusiasmo que se refleja al decir, visiblemente emocionado por el instrumento que el Estado provincial pone a disposición de la comunidad, “…me los imagino entrando con sus ganas de poner una pizzería, lo que sea, acá o en Tobuna y que nunca tuvieron la oportunidad de ir a pedir porque no había adonde ir a pedir, salvo grandes bancos que por supuesto están a otra escala, muy superior a ésta y está bien que estén, y después están otras cosas muy pequeñitas y en el medio está una franja grande de emprendedores que quieren hacer cosas, es más, todos los misioneros quieren hacer cosas” en el que aparece un hondo perfil humano, ese mismo perfil humano del que pareciera que nos estamos alejando mucho y en especial en lo pertinente a la economía, fría e insensible y ajena a la idiosincrasia del pueblo que la vigorizan, lo que se traduce en un dos más dos es cuatro para mí, dos más dos es ocho, para ti, llevándonos a repetidas crisis que castigan fuertemente a los sectores de clase media, esa clase que en la sociedad cumple las funciones de un “para todo terreno”.
Es que en lugar de ilusionar a futuro a quienes no tienen ni voz ni voto en el espectro financiero, les entrega una herramienta de valor y los desafía a utilizarla, haciendo realidad aquello de que mejor que decir es hacer y todo esto a un sector especialmente de emprendedores jóvenes y no tanto que, al no tenerla, frustradas sus esperanzas “no ven luz en futuro”
Como uno de los más de cien fundadores de la Caja de Créditos de Oberá, y directivo de la misma durante varios períodos de su gestión, la noticia de la creación del Fondo de Crédito Misiones nos llenó de un profundo sentimiento recordando que uno de los principios de la misma era atender especialmente a los sectores no contenidos por los bancos, recordando los tiempos en que la Caja llegó a ser primera en el país y que fuera liquidada por cometer el pecado de haberlo logrado, lo que, entendemos, no podría suceder con el nuevo emprendimiento ya que este tiene bien delimitado el sector que financiará.
La creación del Fondo de Crédito Misiones es una noticia que nos reconforta entre el fárrago de informaciones hasta truculentas y fuera de toda lógica que son noticia diaria y más aún que esto suceda en Misiones en que un gobernador, apoyado por la legislatura misionera y con recursos de ATN (Aportes del Tesoro Nacional) para el primer fondeo, ha abierto las puertas a través del crédito a los emprendedores misioneros que deseen trabajar por su provincia.
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